Trump
está enfermo, tan enfermo como lo estaban Hitler, Napoleón, Calígula o Alejandro Magno. La sed
enfermiza de poder es una enfermedad mental, una enfermedad tan peligrosa que
puede acabar con la Humanidad. Hasta ahora los millonarios neoliberales habían
entendido que al pueblo hay que facilitarle poder adquisitivo, porque además de
ser trabajadores productores de riqueza, los verdaderos y únicos productores de toda riqueza,
puesto que las cuentas bancarias por si mismas no extraen minerales de las
minas ni fabrican automóviles, son consumidores y la relación entre producción
y mercado es el origen de la plusvalía de la que se nutren los dueños espurios del dinero.
Sin embargo, los billonarios, los excesivamente poderosos, aquejados de la misma enfermedad que Trump, han decidido darle una vuelta más a la tuerca. Pretenden, en
su estupidez, prescindir de los productores en la era de los robots, prescindir en última instancia de la molesta Humanidad y construir un paraíso para ellos solos. La única pega
de este proyecto inhumano es que una vez desaparecidos los pobres del entramado social, convertidos todos en marginales a olvidar, la riqueza no les serviría para nada a los ricos, porque ya no predominarían sobre una masa de súbditos y por lo tanto el concepto de rico no tendría sentido. La cuestión se resolvería a favor de los poderosos manteniendo vivos a duras penas a una humanidad de miserables trabajadores mal pagados sobre los que lucir su
lujo. Inevitablemente comenzaría, si no ha comenzado ya, una lucha fratricida entre los mismos billonarios, en su enfermedad incurable, para intentar cada uno de ellos prevalecer
sobre los otros. Sería el fin de cualquier clase de Humanidad. Y al final un
solo ser despótico, aborrecible y fratricida reinaría sobre un mundo
envenenado, esclavista y decadente. Ese sería el fin último de la revolución de los
enfermos de Billonitis Obsesiva.
Para
realizar esa revolución destructiva, los billonarios necesitan la colaboración
de los humanos más tontos: los pobres de derechas, los abyectos lamedores de
culos, los que su humillan y agachan para recoger las migajas de la mesa del
señorito. En América han sido los garrulos de la Biblia y la escopeta, en
Francia pueden ser los fieles a la grandeza napoleónica sazonada de Santa Juana de
Arco, en Inglaterra los añorantes del Imperio Británico victoriano y en España los que son tan ignorantes que no saben que son franquistas. Calígula los engañaba con pan y circo; Hitler con la grandeza futura de un Reich de rubios fanáticos, pertenecientes a una presunta
raza superior; en E.E.U.U. Trump los seduce con frases estúpidas y arrogantes de
payaso televisivo, de contador de chistes baratos y políticamente incorrectos. El caso es
engañar al cancerbero, hacerle creer que es partícipe de la gloria que, al final, solo será patrimonio de la élite financiera de los
billonarios sin ética ni vergüenza, de los enfermos de egoísmo, egolatría y avaricia obsesiva.
Pero
una ola de rebeldía se ha alzado desde el primer día de su mandato americano,
una ola heredera del 15 M español o, si me apuran, de la Revolución
Francesa, cuando las masas expulsaron del poder a los viejos, egoístas e inútiles aristócratas. Y
esa ola, por la cuenta que nos trae, ha de crecer hasta rebosar el fango de
los esbirros que se empeñan en allanar el camino a sus señores billonarios.
Nos va la vida en ello. No debemos esperar un solo segundo en manifestar
nuestra airada protesta ante los desmanes antidemocráticos esperables de un ser
ridículo, previsible y enfermo, que ha tomado las
riendas del poder nuclear. Sus primeras decisiones, el mismo día de su investidura, han sido, nada menos, desmontar el sistema sanitario instaurado por Obama y poner la embajada americana en Jerusalén, provocando más aún a los palestinos. ¿Qué vendrá después? Debemos manifestarnos ya, en defensa de la
Democracia auténtica, en defensa de los Derechos Humanos, en defensa del pueblo
mundial, con todas sus razas, lenguas y creencias legítimas. No hay que darle
tregua, no hay que consentirle más payasadas trágicas. Porque ya se presiente la sangre de los que aborrecemos la violencia.
Estamos siendo espiados por una tecnología que en breve podrá controlarnos y
dominarnos si cae en manos de esos enfermos con hambre de poder sin paliativos y sin normas decentes. No lo consintamos. No permitamos que egoísmos colectivos de raza, nación o estatus social nos dividan en beneficio de nuestros tiranos económicos. Hagamos que llegue un día en que ser billonario
sea un delito de lesa humanidad. Porque ya lo es, moralmente, en un mundo donde hay de todo para
todos, pero la insolidaridad fascistoide impide el reparto justo.
Defendámonos
de los billonarios. Nos va la vida en ello.
1 comentario:
Todo momento tiene su tonto útil. Orwell fue, junto con otros muchos troscos, anarcos, etc e. tonto útil de su momento. 1984 fue su mensaje potenciado por la derechona que vio en este libro un mensaje para atacar a un naciente sistema mas justo, en practicas, con errores garrafales, pero que perfeccionado con unos años de practica podría llevarnos a una sociedad más equilibrada. Entre personajes de esta calaña, beatos y propaganda, aún se llama "buena" a la conocida en la India como "la Secuestradora", tiene el coco comido a las masas. Un poco de futbol y ya está. Cuerda, el director de cine, comentó el otro día lo estulto que puede llegar a ser un hombre, la mujer casi le alcanza. El cine cuesta barato y es cultura si lo comparamos con el futbol. Una entrada para un partido que no garantiza un buen resultado nada más que para la mitad del aforo del campo, cuesta 60 euros y si el papá de turno lleva a su prole disfrazada con bufandas, gorros y trompetillas......para que hablar. Por supuesto va más gente al futbol que al cine. Tras el futbol está, últimamente, billonarios. En esta ciudad y en el resto. Se vio la posiblidad de negocio, blanqueo de dinero, etc del futbol y se transformó en sociedad anónima lo que era poco más que deporte y espectáculo. El resultado a la vista. Y los forofos dale que te pego. 22 mercenarios y muchos metros cuadrados de cesped. Y a olvidar las penas.... o sustituirlas por la pena de que "los nuestros" han perdido. Discusiones de barra de bar y a comer mierda. Pues eso. Pagaremos justos por pecadores. Me asombra la imagen de las pancartas que se exhiben ante Trump por algunos de sus seguidores: los dos nombres de dos de los peores personajes de la historia actual, Trump y Putin enmarcados en una hoz y un martillo. Si ese es el nivel de cultura de los yankis pro Trump que la Magdalena nos guie y el señor no coja confesados. No confio en la capacidad de reacción de la humanidad ante personajes como este. Quizas por que Trump solo es un Obama sin máscara.
Eusebiet.
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