El tema de la Tertulia de ayer era "El mar y la soledad" y yo presenté este trabajo que espero os guste:
LA ISLA DE AGUSTÍN.
Agustín
Crusoe tenía un primo náufrago. En realidad, ambos coincidían en esa condición,
como en muchas otras cosas, y eso fue, según los astrólogos, porque además de
ser parientes y compartir el ADN, habían nacido el mismo día. Dicen los
cronistas de los primos Crusoe que solo ha habido otro caso de coincidencia
vital tan notable como éste, el de un tal Brian, contemporáneo de Jesús de
Nazaret y primo segundo de éste.
Así
que, casi en las mismas fechas en que Robinson naufragó, si bien en un océano
distinto, Agustín padecía una terrible galerna, a bordo de un bergantín del que
era cocinero. El Agamenón, nave de dos
palos y vela cuadrada, que desplazaba 62 toneladas de algodón y especias del Lejano
Oriente, se hundió en unos minutos, arrastrando consigo a toda su tripulación,
excepto al marinero Agustín, que en el momento de la desgracia supo aferrarse a
un arcón que guardaba armas y utensilios, a bordo del cual llegó a las orillas
de una isla desierta, donde inició una nueva vida.
Observó
con el tiempo que la isla era frecuentada por unos feroces antropófagos que
iban allí para realizar sus repugnantes ceremonias. Y en una de ellas, la
víctima se escapó y Agustín la escondió en su cueva, salvándola de convertirse
en pic-nic canibalesco. Era una preciosa nativa de ojos grandes y profundos y
voluptuosas curvas, cuyo nombre resultaba impronunciable. Así que Agustín
Crusoe la rebautizó con el nombre del día de la semana en que la había
conocido, feminizándolo convenientemente. Y la llamó Dominga.
Dominga
y Agustín se amaron muy pronto, aunque el destino quiso que no tuviesen
descendencia, no sabemos si por causas naturales o por efecto de ciertas yerbas
que ella ingería con regularidad y que el europeo bautizó como Pildoraria Antipreñata,
por si acaso acertaba y se llevaba la gloria del descubrimiento. Dominga era
muy ducha en el asunto de las infusiones y bebedizos, pues no en vano su abuelo
había sido el hechicero de la tribu. Así que también le proporcionaba a su
pareja de piel pálida otros mejunjes vegetales de efectos prodigiosos, a los que
el náufrago, en su afán de descubridor botánico, dio como nombre científico Viagravegetalia
Polladuris. Y así, gracias a estas ayudas, fueron muy dichosos y sus vidas
transcurrían de forma placentera y distendida.
Pero,
una mañana muy tempranito, un navío de gran porte y velas blancas como la nieve
se destacó del horizonte. En principio, Crusoe y Dominga, contentos como unas
pascuas, encendieron una gran hoguera para llamar su atención. Y lo consiguieron.
La nave ancló en una pequeña cala cercana a la cueva de Agustín y su compañera,
que se presentaron a la tripulación con gran alegría por saber que estaban al
fin rescatados. Sin embargo, aquellos tipos se dedicaron desde el principio a
talar el precioso bosque que adornaba la isla, según decían, en busca de madera
de repuesto. Después, sus pérfidas miradas hacia la inocente Dominga que iba de
un lado a otro en pelotas, empezaron a inquietar a Agustín; y más cuando
observó que ella le hacía ojitos al bizarro capitán del barco. Además, los
marinos, una vez que acabaron con el bosque, se dedicaron a masacrar a cuantos
animalitos de toda especie habían constituído el alimento de Crusoe.
Así
que cuando el barco partió, dejando la isla hecha unos zorros, Agustín vio
alejarse la costa con cierto desconsuelo. Máxime cuando sorprendió a Dominga
haciéndole una felación al capitán Smith. Sin pensárselo dos veces, se lanzó
por la borda y regresó a nado a las playas doradas. Y allí se quedó. Confiaba
en que, dado el clima del lugar, el bosque volvería a reverdecer, los
animalitos supervivientes se reproducirían muy pronto y los caníbales volverían
a traerle compañía, aunque esta vez no se llamase Dominga, sino Marta, por ser martes
el día de su conocimiento.
De momento, y
ante el salvajismo demostrado por sus paisanos, prefería quedarse solo en su
isla, en medio del mar.
Miguel
Ángel Pérez Oca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario