El tema para esta tertulia de ayer era "El terrorista" y yo he escrito la narración que pongo aquí, con el pensamiento consternado de que me parece inexplicable, para mí al menos, occidental y de cultura cristiana, aunque agnóstico, que los terroristas religiosos de hoy, así como también los católicos de la Inquisición del pasado, no hayan hecho esta reflexión sobre Dios que hace el personaje.
No puedo concebir un Dios al que le complazca ver correr la sangre de sus hijos.
Ahí lo dejo:
EL TERRORISTA.
“Estoy
dormido”, pensó Faruk antes de abrir los ojos.
-Vaya,
estaba rezando y no sé cómo me he quedado dormido- se excusó ante Selím, que le
sacudía el hombro para despertarlo.
-No
te preocupes, hermano, has pasado unos días muy tensos y estás muy cansado… -
le contestó su amigo, dándole ánimos – Vamos, es la hora.
Mientras
sus compañeros le colocaban el chaleco explosivo, bajo la adusta vigilancia del
imán Omar que rezaba en voz baja, Faruk no podía dejar de pensar en el extraño
sueño que había tenido unos minutos antes... Si es que había sido un sueño.
Había
soñado que estaba de nuevo en Irak, en una cueva calcárea de tonos rojizos,
atalaya sobre un paisaje desértico. De pronto, se había vuelto y reconoció tras
él al mismísimo Arcángel Gabriel, el mensajero de Dios. Se trataba de un ser
muy alto, de largo cabello lacio y profundos ojos claros. Faruk se había
postrado ante él, dispuesto a escucharlo, pero las palabras del ángel lo habían
llenado de consternación.
-¿Cómo
puedes creer – le había dicho - que a Dios le complace que te inmoles, segando
la vida de inocentes? Tú te has formado en este país occidental y recibiste una
educación esmerada, tanto científica como religiosa. ¿Qué te ocurrió para que
el imán Omar te convenciese de que debías ir a Irak a prepararte para ser un
mártir de esa Yihad que predican los suyos? ¿De verdad estás seguro de que tu
acción exterminadora y suicida agradará a Dios? ¿Puedes creer, por tanto, en un
Dios al que le gusta ver correr la sangre de las mujeres, los niños y los
hombres pacíficos? Piénsalo… - y fue entonces cuando Selím lo había despertado…
A
bordo del autobús, se vio rodeado de una multitud de personas ignorantes de su
inminente sacrificio. Jóvenes hermosas, mujeres y hombres de rostro bondadoso o
indiferente y varios niños de mirada inocente y clara lo rodeaban por todas
partes. Introdujo su mano derecha en el bolsillo y apretó el pulsador. Ya no
había vuelta atrás. En el momento en que retirase el dedo del botón, la luz se
apagaría para él y… seguramente…
amanecería en un paraíso creado por Dios para premiar su martirio. “Seguramente”,
pensó, solo “seguramente”; porque en el fondo de su alma, el arcángel del sueño
había sembrado la duda. Y se imaginó a todas aquellas personas convertidas en
un amasijo de carne sanguinolenta, en medio de una vorágine de fuego y humo,
entre los restos retorcidos del autobús.
Por
detrás de la gente, el rostro severo de un hombre muy alto, de cabellos lacios
y ojos claros, lo miraba con intensidad… “No lo hagas”, parecía decirle,
mientras una niña rubia, que llevaba en brazos, le dedicaba una angelical
sonrisa…
Cuando
regresó al piso franco, llevaba aún la mano en el bolsillo, apretando el botón
del pulsador. No tenía más que soltar la presión y el infierno estallaría a su
alrededor, matando a todo el que se encontrase a menos de quince metros de
distancia.
-¿Por
qué has vuelto vivo, Faruk? ¿Qué te ha pasado?- le preguntó el imán, con el
rostro demudado, mientras alguno de sus compañeros empuñaba una pistola.
-Si
alguno de vosotros me dispara, moriréis todos conmigo, pues ya he pulsado el
detonador y no tengo más que soltarlo – les dijo Faruk con una rara frialdad.
Después se dirigió al imán.
-Felicidades,
hermano Omar, porque hoy te vas a convertir en un mártir de la Yihad – y abandonó
el tono irónico para rogar a todos-. No
penséis que soy un traidor...
El
imán inició un lento y disimulado movimiento hacia la puerta de la estancia,
pero Faruk se le adelantó, soltando el pulsador después de rezar una breve oración:
-Dios,
Dios, te pido que no seas ese Dios sangriento que nos predican algunos imanes.
Porque si has de ser esa clase de Dios, prefiero que no existas.
Y
el piso saltó por los aires, con todos sus ocupantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario