Observo en la televisión la
movilización de PODEMOS en Madrid y se me ponen los pelos de punta. En la
Historia hay momentos únicos e imparables; hay días en que la ciudadanía se
alza y se moviliza detrás de una idea y no hay ya quien la detenga. Y eso es lo
que está sucediendo, para bien o para menos bien. Durante años, gente honesta,
formada, concienciada, dispuesta a arriesgarse, ha trabajado para el día en que
llegase un momento como este. Pero no siempre el premio se lo lleva quien se lo
ha trabajado. El caso de los comunistas y después de Izquierda Unida es
trágico, lamentable, pero muy ilustrativo. Durante el Franquismo, los viejos
comunistas se jugaron el tipo y muchas veces la vida, para traernos un sistema
decente y acabar con la dictadura, pero llegaron a última hora los “neo
sociatas” de Felipe, con la pasta gansa de los socialdemócratas alemanes y el
consentimiento tácito de los aperturistas del Régimen, desplazaron a los
socialistas históricos de LLopis y se hicieron con el predominio de la
Izquierda, instaurando el bipartidismo de la Transición, con todas sus
imperfecciones y corruptelas. Cuando el comunismo soviético cayó con el muro de
Berlín y enseñó sus vergüenzas, las fuerzas clásicas de la Izquierda se
reagruparon en Izquierda Unida y trabajaron denodadamente para acabar con el
bipartidismo y las castas políticas prepotentes y corruptas, pero cuando llegó
la hora de la crisis, surgió un impreciso movimiento de jovencitos – el 15-M -
que decían, algunos, no todos, que no eran de derechas ni de izquierdas, y
convencieron a los votantes concienciados para que se quedaran en casa. Fastidiaron
al PSOE y le dieron en bandeja la victoria por mayoría absoluta al PP de Rajoy.
La culpa en parte la tuvo un correoso Cayo Lara que colaboró a la debacle sociata
con su obtusa campaña de que votar al PSOE y votar al PP era lo mismo. Y ahora,
cuando llega el año de las mil y una elecciones, cuando se prevé el surgimiento
inevitable de una democracia del pueblo que sustituya al sistema que se derrumba,
ese heterogéneo movimiento del 15-M ha parido una nueva formación, que no sé si
llamarla partido, mediática, informática y “modelna” donde millones de personas
de esas que decían que ya no iban a votar nunca más, van y se animan a marchar detrás
de Pablo Iglesias II y sus eslóganes facilones: “Podemos”, “La Casta”,
“tic-tac, tic-tac…” La verdad es que detrás de ellos hay una ideología muy
imprecisa y hasta cierto punto equívoca, pero es lo que hay. El Pueblo se mueve
y todo lo que suena a viejo, incluída Izquierda Unida, ha quedado muy cuestionado.
Yo
pienso que los viejos luchadores de Izquierda Unida lo hubieran hecho mejor, si
el pueblo hubiera confiado en ellos, y que los bisoños líderes de PODEMOS están
condenados a repetir todos los errores que cometió la Izquierda en el último
siglo. Pero, ya digo, es lo que hay. Y ya no se trata de subirse al carro del ganador,
es, simplemente, aceptar lo inevitable. Que se hunda el viejo régimen, aunque
ese naufragio arrastre a gente honesta y luchadora, para que pueda venir al fin
el empoderamiento de la ciudadanía. Que ya iremos denunciando los errores y las
miserias que vayan surgiendo. Como afirmaba una vieja representación teatral
que vi en mi juventud –“La Muralla China”-, no se puede poner barreras a la Historia.
Si al fin podemos, podremos y bien venido sea PODEMOS.
Aunque yo no me quedo tranquilo del todo.
La vida, y sobre todo la política, es muy injusta.
Miguel Ángel Pérez Oca.
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