En la Tertulia de la Bodega Adolfo nos habíamos puesto como "deberes" hacer un escrito sobre "El Espacio", y yo escribí lo que sigue, que espero os guste.
Por cierto, esta vez hemos tenido el gusto de compartir nuestra tertulia con Adolfo Celdrán, que espero siga acompañándonos en reuniones sucesivas.
¡BIEN VENIDO, ADOLFO, A LA BODEGA DE ADOLFO! (Valga la redundancia).
LA CRIATURA Y EL
PSIQUETÓN.
Apareció ante mí de
improviso. Al principio era solo una mota negra sobre la mesa, pero
crecía por momentos, hasta llamar mi atención. Y enseguida se me
mostró como un círculo oscuro, no sé si agujero o esfera; aunque
quizá su forma estuviera fuera del alcance de mis conceptos
espaciales. Dejé lo que estaba haciendo en el ordenador y giré mi
silla hacia el recién aparecido objeto. La esfera –ahora era una
esfera sin ningún género de dudas- se dividió verticalmente en
dos, y de su interior surgió la Criatura. Mi cerebro, programado por
milenios de evolución para apreciar cosas tridimensionales, era
incapaz de asumir su figura. Sus movimientos, sus colores, su manera
de comunicarse conmigo estaban, de algún modo, fuera del tiempo y,
sobre todo, del espacio.
-Hola, ser humano – me
dijo desde dentro de mi cráneo, directamente en conceptos que iban
más allá de las palabras -, permíteme que me presente: Soy “!”.
No podría traduciros
“!”. No hay transcripción posible en nuestra lengua.
Yo incliné mi cabeza a
modo de saludo. Me temblaban las piernas.
-Te
preguntarás qué hago aquí y por qué me pongo en contacto contigo.
A veces
hay que dar algún
empujoncito anónimo a las especies con mentes poco evolucionadas. Ya
sabes: el Efecto Mariposa. Si tenéis suerte, tú le contarás este
encuentro a alguien que pueda aprovechar la experiencia. Porque
ahora, que habéis verificado la existencia de lo que llamáis Bosón
de Higgs, es el momento… - y yo, desconcertado, afirmé con la
cabeza – Deberíais haberlo bautizado como Materión, puesto que es
la partícula responsable del campo que confiere masa a los fotones,
creando la materia – me encogí de hombros, reconociendo mi
ignorancia -. En fin, que ya va siendo hora de que comprendáis de
una vez la Mecánica Cuántica… Todas esas paradojas que os vuelven
locos tienen una explicación, bastante sencilla, por cierto. Pero,
bueno, a lo que íbamos: ¿Por qué no investigáis más la
consciencia? Ya sabéis la importancia que tiene el observador en
muchos de los fenómenos cuánticos, pero ¿qué es el observador?
-Creo que nadie se
atreve a pensar en eso – me limité a insinuar.
-Exactamente, nadie se
atreve… La dichosa tanatofobia, ¿verdad? El miedo a la caducidad –
y no sé como, me hizo un guiño desde su “rostro”
indescriptible.
-Claro, así nunca
descubriréis el Psiquetón.
-¿El Psiquetón? –
pregunté. Yo no era un experto en Mecánica Cuántica, pero tampoco
un desconocedor absoluto del tema. Y estaba seguro de que nunca había
oído hablar de una partícula llamada Psiquetón. Claro, que si no
había sido descubierta…
-Os está ocurriendo
como a los antiguos y sus epiciclos. Volvéis a llamar Quintaesencia
a lo que no sabéis qué es, o materia oscura, energía oscura,
cuerdas, branas, simetrías gauge y demás elucubraciones. Os habéis
perdido y yo he venido para decírtelo. Escucha: Si no miráis para
dentro no avanzaréis. El estudio de la Cuántica ya ha llegado al
límite de sus posibilidades objetivas. ¿Has oído hablar del
Principio Antrópico? ¿Conoces la obra de Chalmers, Teilhard de
Chardín, Giordano Bruno…? Después del Bosón de Higgs debéis
buscar el Psiquetón, la partícula responsable de los campos de
consciencia. Porque existencia y consciencia son la misma cosa; y el
Universo será una sola mente al final de un tiempo cíclico en cuyas
infinitas vueltas tienen lugar los azares cuánticos. ¿Conoces la
teoría de los muchos universos de Everett? Al final de cada ciclo
ocurre un Big Crunch, se alcanza el Punto Omega de Teilhard, cuando
tus descendientes y los míos crearán al Dios que forjará el
próximo universo. Aún no sabéis que el "por qué” y el
“para qué” confluyen en el infinito…
Y fue entonces cuando me
desmayé. Mi mente no había podido asimilar tanta novedad
inconcebible y, sencillamente, me desmayé.
Cuando volví en mí, la
Criatura ya se había ido. O quizá no había venido nunca.
Miguel
Ángel Pérez Oca.
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