jueves, 9 de junio de 2022

EL CASTILLO Y YO.



EL TÍO BENACANTIL. 

Andaba yo por la Playa del Postiguet. Me había quitado los zapatos y me había arremangado las perneras del pantalón (en Alicante decimos “los camales”) hasta casi las rodillas; y así podía pisar la misma costa arenosa donde morían las tímidas olas. Era gratificante sentir el fresquito en los pies, mientras contemplaba el paisaje urbano y el paisaje marino que me rodeaban. A mi derecha el mar azul con la intransigente línea recta del horizonte, y a mi izquierda el Raval Roig, con sus indiscretas casas de cemento y cristal que casi ocultaban al monte Benacantil. Arriba, reinando sobre la ciudad desde sus 166 metros de altura, la roca pelada del monte, con su impresionante fortaleza de Santa Bárbara (hasta el nombre lo tiene bravío) haciendo de sombrero a la Cara del Moro.

Me paré a pensar y, no sé si en esta realidad o en la imaginaria de mis circunvoluciones cerebrales,

 inicié una conversación silenciosa con el roqueño gigante que contempla a Medinalakant desde las

 alturas.

-Hola, tío Benacantil – le dije, y vi o imaginé que la vieja cara me miraba de reojo.

-Hola, abuelo Micalet – me respondió o imaginé que me respondía.

-¿Por qué te llaman “la cara del moro”, si seguro que estabas ya ahí mucho antes de que llegasen los

 musulmanes?

Y el viejo de piedra se rió, provocando un leve terremoto.

-¿Antes que los musulmanes? Je, je. Y antes que los visigodos, y que los romanos, y que los iberos

 e incluso que los Cromagnones y quizá que los Neandertales – se detuvo como para pensar -. Yo

 llevo aquí desde hace cientos de miles de años, cuando los vientos y las lluvias moldearon mi cara

 de roca. Bueno, no soy una cara, ¿sabes? Porque cuando surgí de las piedras no habían caras, porque

 no había seres humanos. Así que si alguien es la imitación de alguien, sois vosotros los que me

 habéis copiado.

Y yo tuve que admitir que el viejo “moro” tenía toda la razón.

-Entonces la leyenda del joven enamorado Alí y la princesa Cantarana es un invento, una historia

 falsa…

-Eso no es una leyenda, es una tontería inventada por algún estúpido romántico de provincias del

 siglo XIX - y me miró girando su rostro en un escorzo imposible.

-Tú, abuelo Micalet, sí que escribes historias creíbles, de esas que rezuman realidad, de esas que se 

pueden creer, de esas que si no sucedieron, pudieron suceder realmente.

Yo me sentí halagado por las palabras del gigante, hasta que recapacité y comprendí que la

 conversación tenía lugar dentro de mi propia mente. Y me avergoncé de mi soberbia. 

¡Estaba adulándome a mí mismo!

-Vaya, abuelo Miguel, ¿por qué no me cuentas alguna de tus historias?

Y acabé accediendo a sus ruegos.

-Érase una vez en un pueblo llamado Alacant…

Y en eso, una indiscreta ola, mayor que sus hermanas, me mojó los pantalones hasta la cintura,

 mientras la Cara del Moro reía a mandíbula pétrea batiente.

3 comentarios:

PacoM dijo...

Interesante nueva serie sobre historias y leyendas de Alicante. Estoy deseando leer los próximos capítulos.
¡Enhorabuena por la publicación!
PacoM

miguel sarceda dijo...

muy bueno Miguel....

Anónimo dijo...

El Benacantil es todo un símbolo mucho más importante de lo que los alicantinos creemos. Pero atención. Hace no muchos años un alcalde y un concejal descerebrados o quizás ávidos de pasta, estuvieron a punto de cargarselo. Un restaurante para dos mil personas en hierro y cristal y una vela gigantesca en el matxo del castell. La obra era imposible sin causar grandes daños a nuestro principal patrimonio. Ahora, el actual gobierno municipal, vuelve a las andadas con un teleférico inútil y caro. El caso es mover cemento y pasta.
Eusebiet del Benacantil