Ante
la desagradable situación surgida en el Wasap de esta Tertuilia Filandón que,
incluso, me ha llevado a salirme del grupo y pone en peligro mi futura
permanencia en la tertulia, quiero dejar bien claras algunas cosas:
1.-
Se ha insinuado, o incluso acusado abiertamente, de que mi comportamiento es
partidista y en cierta medida dirigido desde alguna instancia. Y a eso debo
responder que desde que terminó la lucha contra la dictadura franquista, no
milito ni he militado en los últimos 40 años en ningún partido político. Me
considero, eso sí, una persona de izquierdas pero, personalmente, no tengo
simpatías personales por ninguno de los dirigentes políticos actuales. Admiro
por su coraje a Echenique que, siendo una persona de altísimo riesgo, se la
juega en cada asistencia al Congreso. Admiro a Izeta, por su claridad de
análisis del problema catalán. Me gusta Rufian a ratos, según de qué problemas
hable. Me gusta el astronauta Duque, por razones evidentes y extra políticas. Me
gustan algunos periodistas (Iñaki Gabilondo, Angels Barceló) y algunos
opinadores (Wioming, Buenafuente), pero solo para documentarme, porque yo tengo
mi propio criterio. Y admiro a los científicos, incluído el doctor Simón, cuyas
valoraciones y recomendaciones me parecen fiables y racionales. Soy un
intelectual, llevo 76 años pensando, como principal actividad, y no conozco a
ningún intelectual que sea de derechas, ¿por qué será?
2.-
Creo que todos los políticos, TODOS, lo hacen lo mejor que pueden cuando hay
que afrontar un problema tan terrible como la actual pandemia desde el gobierno.
Sin embargo, los políticos de derechas, a menudo, tienen hipotecas con un
pasado de corrupción e intereses económicos que los invalidan, al menos, para
opinar desde una supuesta superioridad moral. Y, sobre todo, la actitud de la
derecha, en sus tres vertientes actuales, cuando no gobiernan, es de una
insolidaridad, deslealtad y actitudes electoralistas, que llegan al colmo de lo
indecente. Sobre todo, cuando se hacen eco o, incluso, fabrican ellos mismos,
bulos o noticias falsas con ánimo de confundir y engañar al pueblo, al que
suponen tonto de capirote.
3.-
Me incomodan profundamente los pretendidos “sabios” que, amparándose en un
título docente o académico, pretenden dar clases de derechismo, haciéndose eco
de noticias falsas y opiniones sesgadas. Es curioso que consideran su opinión
como autorizada e “incuestionable” y las contrarias como comportamientos
“partidistas” y fanáticos. Si de verdad fueran auténticos intelectuales, como
lo debieran ser por el título que ostentan, no nos incomodarían con la
vergüenza ajena que provocan.
4.-
Cuando alguien pretende enarbolar la equidistancia para evitarse conflictos
personales, demuestra una cobardía y una falta de convicciones que solo puede
beneficiar a los que se aprovechan de la situación. No denunciar esa conducta y
no apoyar a quien honestamente se defiende contra esos abusos que perjudican a
todos, los hace cómplices; porque la equidistancia no existe. No puede existir
ante la injusticia y la falta de honestidad.
5.-
Aquellos que se ponen del lado de los fabricantes de bulos y los bastardos
políticos solo pueden hacerlo por dos motivos: por ignorancia supina o por
maldad intrínseca, calificación que incluye la cobardía, el egoísmo y otras
formas de mezquindad.
Estamos
ante una crisis terrible, y no es de recibo que pretendamos capear el temporal
manteniéndonos al margen. Cuando hay muertos y ruinas por medio, nadie tiene
derecho a mostrarse neutral. Yo así lo he asumido y espero que, cuando esto
termine y llegue la hora de pedir cuentas, la vergüenza caiga sobre los tibios
y los culpables.
Espero que ese
día yo pueda de nuevo mostrarme todo lo crítico que los políticos de mi palo
merezcan. Siempre lo he sido. Pero ahora no, por Dios; ahora es tiempo de
arrimar el hombro para que no haya más ataúdes, ni más familias arruinadas. Y
para que los malnacidos no se salgan con la suya a costa de muertos y
explotados.
Que así sea.
Miguel
Ángel Pérez Oca.
Alicante,
pandemia de 2020.
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