UNA ANTIGUA Y LOCA ESPECIE EXTINGUIDA.
El
grupo de arqueólogos bisoños, dirigidos por el profesor Gorogo Guruguru, estudiaba
una interesante capa de roca sedimentaria en el lugar que un día se llamó Santa
Pola.
-Estas
marcas parecen indicar que aquí había una ciudad de la Primera Humanidad -
decía el profesor.
-¿La
primera Humanidad? - preguntaron a la vez varios de sus alumnos.
-Sí,
la antigua especie de los hombres… Eran primates, como nosotros, pero
descendientes de una rama colateral, la de los Pitecantropus; y padecían una rara
demencia que acabó provocando la Gran Extinción de hace tres millones de años,
cuando envenenaron los mares con la basura que producían.
-Yo he visto
en un museo la reproducción de un “hombre” de esos - comentó Gogoricanu, una
alumna aventajada - y me pareció un tipo estrafalario, cubierto de trapos de
colores.
-Sí,
- aclaró Guruguru - ellos se cubrían con trapos porque se avergonzaban de su
cuerpo, y nunca mostraban en público sus órganos genitales porque todavía se
avergonzaban más del sexo y su función placentera, que solo practicaban en
privado. Habían inventado un sistema, controlado por hechiceros, al que
llamaban “matrimonio” y que hacía del sexo una práctica restringida; cada macho
solo podía copular con la única hembra que hubiera firmado con él un contrato de
matrimonio.
Los
alumnos estallaron en una risa incontenible.
-¡Estaban
chalados! - decían algunos.
-Bueno,
nosotros, los Bonobo Evolutionatus, sabemos muy bien que la práctica del sexo
es el mejor relajante y solución a todos los conflictos - continuó el arqueólogo
-, pero ellos resolvían sus rivalidades mediante la violencia. Practicaban la
guerra…
-¿La…
guerra?
-Sí,
el asesinato en masa entre dos bandos, mediante herramientas y máquinas hechas
para matar.
-¿Y
en lugar de ponerse todos a follar, para alcanzar armonía y paz, preferían
matarse? - preguntó Gogoricanu - Eso es absurdo, ¿no?
-Pues,
sí - respondió el arqueólogo -, pero estaban aquejados de una paranoia llamada “religión”,
que esgrimían contra el miedo a la muerte… Ellos creían que el tiempo y el
espacio son dos cosas distintas, y que el tiempo transcurre; y se pasaban la
vida pensando en el porvenir y en su límite personal, al que llamaban muerte. Y
creían en seres fabulosos que, tras ese final, los llevarían al cielo…
-¡Pero,
si siempre es ahora! - protestaban algunos alumnos.
-Estaban
enfermos. Crearon un sistema económico basado en unos papelitos impresos con un
valor simbólico establecido. Y el más rico era el que tenía más papelitos, con
los que podía adquirir cosas que, aunque fueran vitales, ¡eran de propiedad
privada! Y eso los llevaba a un consumismo desbocado que acabó con el planeta… Ah,
y los machos mandaban sobre las hembras. Y cuando ellas consiguieron la igualdad
de derechos e intentaron cambiar el mundo, el mal ya era irreversible, y todo
fue inútil. Así se extinguió… - y tuvo que contener la risa - ¡el Homo Sapiens!,
el “Hombre Sabio”.
-¡Ja,
ja, ja... Hombre Sabio! - respondieron los alumnos como un solo Bonobo Evolutionatus - ¡Estaban locos!
Miguel Ángel Pérez Oca.
(500 palabras)
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