El tema de la tertulia de ayer era "Plenitud y tristeza" y las nuevas normas nos imponen una longitud máxima de 500 palabras. Bueno, pues ahí va mi desahogo un tanto comprimido. Espero que os guste y os haga pensar. Es sencillo, basta con ponerse en lugar del pobre bóvido al que hacen correr por la mañana, para matarlo y vejarlo por la tarde, y pensar si vale la pena ese sufrimiento para que unos homínidos un tanto locos se diviertan. Se admiten comentarios y objeciones, siempre que sean racionales.
PAMPLONA, PLENITUD Y TRISTEZA.
Esta madrugada
me he despertado con el sol, he abierto el armario y he encendido el televisor
que se esconde junto a mi ropa. Un amable presentador y una redicha compañera, vestidos ambos de
pamplonica, me hablan de las excelencias de la fiesta popularizada en su día
por Hemingway. “A San Fermín pedimos por ser nuestro patro-ón…” cantan unos “mozos”
más bien mayorcitos, agitando periódicos enrollados, ante una hornacina que
guarda la pequeña talla de un santo vestido de pontifical. Otros corredores hacen
cola para dar la mano a un pastor de verde. Otros se genuflexionan, se atan las
zapatillas una y otra vez, besan medallitas o neutralizan su miedo con extraños
ritos. Que digo yo que si experimentan miedo - seguro que lo experimentan -, y
dado que es un sentimiento muy desagradable, ¿para qué corren el encierro?
Alguien me
dirá que aquello hay que vivirlo para apreciarlo. Y, seguramente, tiene razón. Aunque
en ocasiones muere alguien; y todas las veces, alguno sale herido o
descalabrado. Pero esa es, precisamente, la razón y el atractivo de una fiesta
donde los hombres de antes ponían a prueba su hombría viril. Pero ahora hay
muchachas que demuestran que tienen tanto valor como los tíos y que la presunta
hombría es una virtud muy discutible y de significado machista.
Bueno, pues
suena el chupinazo y los toros bravos, acompañados de sabios, viejos y enormes cabestros
dotados de cencerros, salen calle arriba y se tropiezan de pronto con una masa
de primates vestidos de blanco y rojo, que corren despavoridos a la vez que
entusiasmados, esquivando sus astas. Ellos, los pobres rumiantes, están más
asustados que los “mozos” y cuando cogen a alguien con sus afiladas cornamentas
es por puro accidente. Lo que quieren los animalitos es alcanzar de nuevo un
corral donde comer yerba y ensimismarse mirando el campo, que es lo suyo. Pero,
claro, la masa de energúmenos que corre delante y detrás de ellos, el campaneo
de los cencerros, los gritos agudos de alguna histérica y el escándalo general
los aturden y, en ocasiones, los cabrean y los convierten en fieras peligrosas
para el tonto que se pone a su alcance. Son unos momentos de irresponsable
plenitud. Y al final, todos se quedan contentos, los que han salido ilesos o
con pocos rasguños, porque han vencido al miedo, los heridos porque ahora son
héroes, y los muertos, si los hay, porque ya no les duele nada.
A la tarde,
los pobres animales herbívoros, cuyos cuernos son solo armas defensivas, serán
toreados, picados, banderilleados, torturados, humillados y muertos a estoque
por unos figurines llamados matadores. No matarifes, que esos matan para que nos
alimentemos, sino matadores, que matan para que algunos alimenten sus bajos instintos.
Y eso me llena de tristeza, vergonzoso colofón, cruel, inhumano, para esta loca
fiesta; como diría nuestro paisano Berenguer de Marquina, Virrey de México, que
tuvo que dimitir por ser antitaurino, es decir, humanista y civilizado.
Vixca Alacant.
Miguel Ángel Pérez Oca.
(Doy
fe de que este escrito contiene,
exactamente,
500 palabras,
incluidos
el título y la firma)
1 comentario:
Siempre acertado y correcto. Aún así alguien se sentirá ofendido y te recriminara tu postura. Es decir, criticara que tu te expreses libremente dando una opinión tan respetable como la que más y que yo comparto. Incluso algún marisabidillo hará juegos malabares y sacará los argumentos en boga. Explicar lo que quiero decir solo haría complicar lo que ta puede caer por usar tu libertad de expresión de forma educada y comedida. Es lo que pienso. Imagínate lo que le hubieran dicho, si hubiera podido hablar, al que pidió que no se hicieran más autos de fe. Uno de los argumentos hubiera sido el de los puestos de trabajo que se perdían por no poder quemar, criticar, decapitar, colgar, etc a los reos. La historia se repite.
Eusebiet
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