jueves, 28 de abril de 2016

OTRO DEL LUNES.

Esta es otra de las poesías que leí el lunes en el recital del Hotel Abba Centrum. A mí me gusta mucho por su sentido filosófico. Es, quizá, la que más me gusta de todas mis poesías. Pero, claro, yo soy solo un tonto Zen desde que, una noche en el desierto, hace muchos, muchos, muchos años, los chacales se callaron al salir la Luna llena y yo comprendí, gozosamente, que no existo ni necesito existir para nada. Porque existe el Todo, el Universo total, todo Él y solo Él... ¡Qué cosas aprendía uno en la mili de entonces! ¡Y más en las montañas de Sidi Ifni!



LO PERDIMOS TODO.

Lo perdimos todo, absolutamente todo.
Perdimos nuestros tesoros y nuestras posesiones.
Perdimos nuestros proyectos y nuestros objetivos.
Perdimos el orgullo y la complacencia.
Perdimos nuestra autoridad y el respeto de los serviles.
Perdimos la razón de nuestras razones.
Perdimos normas y dogmas, responsabilidades y servidumbres.
Perdimos todas las palabras que se escriben con mayúscula.
Perdimos la fascinación por lo caro y lo raro.
Lo perdimos todo, incluso nuestras debilidades.
Y nos quedamos desnudos, como larvas trémulas.

Entonces comprendimos que nuestra desnudez era lo único que habíamos poseído siempre.
Y cuando quisimos mirar a través de nuestra piel traslúcida, vislumbramos un inmenso y enigmático espacio interior: todo un Cosmos de amor infinito, con sus galaxias y estrellas.

Y nos dimos cuenta, al fin, de que nunca habíamos sido tan libres y, por lo tanto, tan ricos.

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