El PP no necesitaba
decepcionarme. Lo ha hecho desde siempre, o sea, desde que se llamaba Glorioso
Movimiento Nacional y yo era pequeñito. Ciudadanos me pareció una derecha
homologable y abrigué alguna esperanza de que fuera capaz de canalizar la
mezquindad de los casposos conservadores carpetovetónicos hacia posiciones de
derecha razonable y europea; pero ya veo que, puestos a funcionar y con el
ejemplo deplorable de las derechas europeas al uso, son más de lo mismo. Ahora
bien, mis esperanzas de toda la vida estaban en la Izquierda… ¿Llamaré
Izquierda al PSOE? Desde que el impresentable Felipe González dijo aquella
malvada estupidez de “Hay que ser socialistas antes que marxistas”, que no
abrigo muchas esperanzas en los social demócratas hispánicos. Alguna vez me he hecho
ilusiones, cuando Zapatero, e incluso cuando Rubalcaba; pero este Pedro Sánchez,
guapito y artificial, me parece un guiñol, una marioneta manejada por oscuros
compromisos, que se manifiestan en las famosas “puertas giratorias” donde los “felipes”
acomodan sus mezquinas ambiciones de monosabio. Está claro que hay un
imperativo secreto que hace imposible la confluencia de izquierdas, desde
tiempos inmemoriales. Acordaos de Anguita y las preferencias de Felipe por
aliarse antes con los nacionalistas vascos y catalanes que con sus presuntos “hermanos”.
Ahora se ha vuelto a ver: Don Pedro prefiere el acuerdo con Ciudadanos antes que
con sus hermanos proletarios. Porque, como dice él: “los números no cuadran con
la Izquierda, solo”. ¿Y con la derechita de Rivera, sí? ¿Por qué no se buscó
primero un acuerdo de izquierdas y después se propuso la negociación con la neo
derecha, con la que tampoco “dan los números, solo”?
Hay un
mandamiento secreto, desde la Transición, que impide los acuerdos de gobierno
entre PSOE y la Izquierda de verdad ¿Estamos? Pues, eso. Pero la decepción no acaba
ahí. Cuando las elecciones del 20 de diciembre cambiaron el panorama político proclamando
el fin del bipartidismo, lloré de alegría. Ahora me arrepiento de haberlo
hecho. Porque todos, ¡TODOS!, me han defraudado. El mesiánico Pablo Iglesias y
sus muchachos están sometidos a las tensiones internas que les provoca tanto
friki en sus asambleas maximalistas. No se puede ir por la vida política con un
Todo o Nada por divisa. Hay que negociar, someterse a un Programa Mínimo a
falta de un maravilloso Máximo al que solo se puede acceder (y con reservas)
cuando se conquista la mayoría absoluta, impensable en este momento de tetra o
multi partidismo. No se puede, pero si se manifestasen razonables y tragasen
con alguna limitación a sus ambiciones legítimas y dignas (que conste que lo
son, aunque no posibles al 100% en este contexto), ¿qué dirán los frikis de sus
asambleas?. Podemos, más que un partido es una moda, y se puede disolver en
multitud de grupúsculos iluminados por la verdad intransigente. Las “Mareas”,
Compromís, las confluencias madrileñas y barcelonesas, etc. pueden saltar de la
olla a presión en cualquier momento y el 15M será como el Mayo de 68, un bello
recuerdo bajo los adoquines del “establisment”. Tendrían que aprovechar el momento,
porque si lo dejan pasar y hay que ir de nuevo a las elecciones, la gente no se
lo va a perdonar y se quedarán solitos con sus frikis y sus tonterías.
Dejadme aquí que deje constancia de una
honrosa y entrañable excepción: Para mí, la única opción razonable y
constructiva de izquierdas es la que representa Alberto Garzón de Izquierda
Unida, digno heredero de Anguita el honesto; pero la maldita Ley Electoral y
los desprecios y maniobras de Iglesias y sus muchachos los han reducido a una posición que
no pasa de testimonial.
Y en la
periferia de este follón está la causa catalana, el señuelo de una independencia
imposible e imposibilitadora (señuelo de los Pujol, Mas, etc. para ocultar sus
pecados), que aún enrarece más la posibilidad de una armonía entre la izquierda
y el centro izquierda. Si no dices que apoyarás el referéndum, se te marcha la
izquierda periférica, y si lo apoyas, no hay manera de que trague el tándem PSOE-Ciudadanos y sus tabús de que “se rompe España”.
¿Es tan
difícil hacer ver al electorado periférico que la actual Constitución (que se
pactó entre franquistas e ilusionados y condescendientes demócratas dispuestos
a bajarse los pantalones con tal de ser libres), imposibilita un referéndum de
autodeterminación y que su modificación es impensable con un Senado en manos
del PP? ¿Es imposible llegar a un acuerdo para una legislatura corta (1 ó 2
años) en la que se aprueben las leyes y medidas más urgentes, en las que todos
(salvo el deleznable y corrupto PP) estén de acuerdo? ¿Dónde está la voz que
imponga el sentido común? En la entrevista del bar, con el divino Ébole, Pablo
y Albert estaban de acuerdo en muchas cosas, en general, con las más urgentes. Yo
me pregunto si Évole tendría que llamar a ese dichoso bar a los tres o cuatro
dirigentes implicados, a ver si delante de unas cervecitas llegan al acuerdo
que les exige el pueblo.
Porque
si no, que se vayan a hacer puñetas… Todos.
Miguel Ángel Pérez Oca.
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