martes, 4 de diciembre de 2012

NUESTRA TERTULIA LITERARIA DE LA BODEGA ADOLFO.

En estos días se cumplen dos años del inicio de la magnífica realidad que es la Tertulia Literaria de la Bodega Adolfo. El tema para nuestra reunión quincenal era, precisamente, "dos años". Y esta es la redacción que yo presenté. Espero que os guste. Está escrita con el corazón:


MI TERTULIA
            Dice nuestro anfitrión que la tertulia tiene ya dos años de vida. Yo no estuve en su jornada inaugural. Llegué unos meses más tarde, y vine a comer canguro.
No recuerdo qué libro estaba presentando, ni quiénes me acompañaban en la mesa, ni el local donde se hacía la presentación. Fue una de esas jornadas aburridas que ya habría sido borrada de mi frágil memoria si no fuera porque mi editor, sentado a mi lado, me susurró al oído, librándome por unos momentos del tedioso discurso de uno de los presentadores: “¿Te apetece cenar canguro?” Mi curiosidad gastronómica es insaciable, así que me apresuré a asentir con la cabeza. Un rato más tarde, entrábamos en la bodega y fui presentado a los tertulianos. Por supuesto, cené carne de canguro, muy bien guisada por el dueño del establecimiento, escritor de interesantes y amenas novelas históricas, como pude comprobar más tarde. Me gustó el ambiente y la gente que allí se reunía ante aquellos platos exóticos y, sobre todo, ante las opiniones de personas muy valiosas. A mi derecha se sentaba una mujer atractiva y simpática que resultó ser la persona más culta y leída que jamás he conocido, genial poetisa y escritora. Frente a mí, un hombre curtido, de barba canosa y unas curiosas gafas de leer que se desmontan por el puente, ejercía de lector de los excelentes trabajos de todos los contertulios. Traumatólogo, comprometido con la humanidad, viaja todos los años a África a enderezar piernas y curar fracturas de los niños nativos; es un gran tipo. A ese lado de la mesa, algunas de sus colegas doctoras: una anestesista de rostro bondadoso, una pediatra de actitud reflexiva y resuelta, y la que después sería mi médica de cabecera… y también una amiga siempre alegre y feliz de la vida, y otra seria, militante y formal… Junto al anfitrión se sentaba un poeta y narrador de mirada escéptica, escritor de bellas historias de final generalmente trágico, y un erudito de finísimo sentido del humor, que nos ha ido sorprendiendo con ingeniosas adivinanzas sobre temas literarios. Y a mi izquierda – geométrica, se entiende - un veterano piloto de sorprendentes opiniones. Después han venido otros que han enriquecido el grupo; unos se han quedado y otros no, como mi editor, que tras unas cuantas reuniones no volvió a aparecer, o algún ilustre literato que nos visita solo de vez en cuando. Entre las nuevas presencias hay que destacar a una compañera que nos sobrecoge con historias de una dureza y un desgarro tremendos, algunos entusiastas de sólida formación, y un buen amigo cuyas opiniones estimo muchísimo.
La tertulia suele comenzar a las 9 de la noche, un lunes de cada dos, con la lectura, por parte del médico de la voz profunda, de los trabajos en prosa que aportan los tertulianos y alguna composición de nuestros poetas. Por su estilo, es fácil averiguar quién es el autor de cada texto. Después viene la cena preparada por el anfitrión, que a menudo nos presenta originales guisos, como ancas de rana, canguro, potro, búfalo… qué sé yo. Se opina de algún escrito corto de autor famoso y se termina con las adivinanzas y los “deberes” para la próxima reunión. Pero lo más interesante, sin duda, son las personas. Para mí, la tertulia se ha convertido en una parte muy importante de mi vida, en una de esas cosas que lo mantienen a uno despierto. La confección, cada quincena, de un relato de una sola página que dedico a mis compañeros, es mi actividad predilecta, y un acicate para seguir escribiendo en esta época de crisis y editores remisos. No soy persona de halagos ni confesiones en público, me comunico mejor por escrito que de viva voz; así que esta redacción me vendrá muy bien para expresar a mis amigos de la tertulia cuánto los aprecio a todos y lo muy importantes que son para mí.
            En cuanto al editor, le estoy profundamente agradecido por haber publicado tres de mis mejores obras; pero todavía valoro más, infinitamente más, aquel gesto que tuvo de invitarme una noche a cenar carne de canguro. Nunca se lo agradeceré bastante.                                                                                     
 Miguel Ángel Pérez Oca.

1 comentario:

Tony dijo...

Hola Miguel, es una suerte tener este grupo de amigos y reunirse con ellos para aprender nuevas sensaciones, experiencias. Me creía que no existía gente como esta, que envidia me dá, el sitio es agradable como se ve en la fotografía, y encima hay buena gastronomía. Miguel sólo decirte que eso es un lujo en los tiempos que corren. Un abrazo Tony