sábado, 11 de septiembre de 2010

EL REY VA DESNUDO EN EL GUGGENHEIM.
















Unos sastres sinvergüenzas habían convencido al Rey de que podían hacerle un traje mágico que resultaría invisible para los necios. Después de cobrarle una elevadísima suma, fingieron ponerle dicho traje inexistente, ante el que todos temían revelar su necedad si reconocían no verlo, incluido el mismo Rey. Y así la regia comitiva salió a la calle y todo el mundo fingía ver el maravilloso traje y alababan su hechura y su elegancia, hasta que un niño inocente y, desde luego, nada necio, exclamó: "¡El Rey va desnudo!", para vergüenza de todos. Este genial cuento de Hans Christian Andersen nos revela cómo los caraduras pueden hacer que los papanatas acepten sus supercherías como cosas realmente valiosas. El papanatas ve realmente el engaño, pero no se atreve a reconocerlo, y se las da de exquisito alabando, una vez más, el "traje del rey", no vaya a ser que quede por ignorante.

El otro día estuve en el Museo Guggenheim de Bilbao y sorprendí a varios papanatas extasiados, o fingiendo estar extasiados, ente un cuadro pintado totalmente de negro, salvo un rinconcito en el que se podía ver la tela original, cuyo título era algo así como "Lienzo inacabado". Toma ya.

Y es que realmente, la única y verdadera obra de arte del dichoso museo es el edificio mismo, todo un prodigio de la arquitectura y la tecnología actuales. Pero el contenido es lamentable, escaso y lamentable: Gigantescas vólutas de plancha de acero en forma de pasillos espirales que uno puede recorrer hasta el centro, mientras una voz doctoral intenta convecernos desde el audífono que se trata de geniales desarrollos helicoidales de un valor inmenso para el futuro de la Arquitectura. Amasijos de chatarra soldados, oxidados, machacados y colgados de la pared, donde se pueden identificar maltrechas bicicletas, ventiladores, somieres y demás basura metálica. Un cañón que dispara de vez en cuando masas gelatinosas de color rojo contra una esquina ya cubierta de porquería y salpicones de la que destila un líquido rojizo. Inmensos lienzos donde se repiten infinitas efigies fotocopiadas de Marilin Monroe. Telas apenas mancilladas por manchurrones monocromos propinados por una escoba o instrumento similar... y la amenaza de la élite de marchantes, presuntos críticos de arte y "entendidos" de que si no reconoces el mérito artístico de estos engendros es que eres un inculto, un analfabeto artísitico.

Muy cerca del Guggenheim hay otro museo, el Museo de Bellas Artes de Bilbao, donde se exhiben cuadros de El Greco, Murillo, Goya, Vicente López, Zuloaga y eminentes pintores costumbristas vascos, todos ellos de excelente factura, todos ellos elaborados por maestros que tuvieron un largo y concienzudo aprendizaje y a cuya realización tuvieron que dedicar su admirable talento y su trabajo ímprobo. No va demasiada gente a ver este museo, porque la prioridad turística, artística y papanatística la ostenta el Guggenheim. El día que fui a verlo estaba un poco más animado que de costumbre porque ese día era gratuito y se exhibía una exposición temporal de vestidos de Balenciaga. Lo que son las cosas.

Y es que, como en el cuento, aquí hace falta el niño que grite, para vergüenza de todos: "¡El Rey va desnudo!". A ver si entre toda la gente que reconocemos la lamentable decadencia y falsificación del arte actual conformamos un niño gigantesco que grite esta verdad de una vez. ¡Fuera los vividores del pseudo Arte! ¡Fuera el Arte Basura! ¡Abrid de una vez los ojos, papanatas, snobs y falsos "entendidos"!

Que ya está bien. Que todo eso cuesta mucho dinero a las arcas públicas y privadas, y el dinero está para otras cosas. Que el Arte es hijo del esfuerzo, de la sensibilidad y del mérito, y que una mamarrachada solo puede despertar la admiración de los necios que afirman que el Rey va vestido cuando va desnudo.

Ya basta de timos.

Miguel Ángel Pérez Oca.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo hace unos diez años, también estuve en el Guggenheim de Bilbao, y al igual que el niño del cuento de Andersen, vi al rey desnudo
. Después de una larga cola y una espera de más de una hora para sacar las entradas, al acceder me encontré con unas grandes balas de espuma de poliuretano amarilla que ocupaba un espacio enorme y un cartelito explicando el arte contemporáneo que representaban. Había una proyección en una sala de cine abarrotada hasta los topes, con gente en la puerta medio abierta pues ya no cabían mas, en la que durante una media hora, únicamente se veía la cara de un hombre sumergida en agua, que muy lentamente, iba emergiendo hasta llegar a la superficie y respiraba, y tardaba media hora en hacerlo, y la gente aguantaba allí viendo siempre la misma imagen pero cada vez más cerca de la superficie, luego salían de la sala de proyección con cara de haber sido engañados, pero ninguno se atrevía a decir que terminaban de ver un bodrio por temor a ser tachados de ignorantes y así todo el museo, excepto en el último piso que había una exposición itinerante con dos de los siete mil guerreros chinos de terracota encontrados en el año 1974 en la región china de Xian; quizá lo único importante del museo. Pero a la salida, yo si me atreví a decir a mis acompañantes y luego comentar con mis amistades, que lo único bueno del Guggenheim, es el museo en si, el resto, un engaño.
Paco

Joaquín Botella dijo...

“Amarrados a un pesebre tenían que estar todos”, que hubiera dicho mi padre que hubiera dicho su suegro, digo yo, como vienen a decir tu artículo, amigo Miguel Ángel, y el comentario de Paco.

Con un saludable chinchín,

Joaquín

Pius Pujades dijo...

De todas formas, hay que reconocer que el museo es un edificio extraordinario y que ha puesto Bilbao en el mapa turístico mundial. Yo estuve de visita hace unos pocos años y me maraville por el jardín botànico en forma de gato que tiene a la entrada. Era lo mejor que se exponia.
Han gastado el dinero en promocionar el museo y lo han hecho bien.
La pregunta seria ¿porquè ellos tienen dinero de sobra y los demàs no? Quizás porquè no pagan el impuesto revolucionario que impone Madrid a Valencia, Catalunya y Baleares, que son les únicas comunidades contribuyentes netas al erario español.
Pius Pujades

Ana Antolín, periodista. dijo...

Bueno, bueno... Miguel Ángel ¿tú en Bilbao???K bueno, seguro que fue por algo interesante que nos contarás en un futuro no muy lejano... Escribí en el facebook, donde comparto los artículos de tu blog, que como bilbaina-alicantina suscribo tu artículo sobre el Guggenheim de cabo a rabo, y que el Museo de Bellas Artes del Parque de Doña Casilda _verdadero pulmón de la ciudad y rincón especial donde estudie parte de mi carrera junto a mi perro "Nelson"_ siempre ha sido para nosotros la joya de la Corona. Muchos bilbaínos y turistas comparten tu opinión, aunque no sepamos expresarla con tanta gracia. ¿Sabes que para nosotros el Guggenheim es la "Casa de Pupy" (el perro floreado de la entrada)??, je je. Con eso te lo digo todo. Por cierto, te contaré que fue ABC el periódico que escribió en exclusiva que el Guggenheim se instalaba en Bilbao frente a otras ciudades europeas que pujaban por ser sede del museo de New York. Y la exclusiva fue mía, la escribi en Bilbao donde entonces era corresponsal del diario en mi último año de carrera. Me lo contó el alcalde en "petit comité", José María Gorordo, y a la Diputación de Vicaya le sentó bastante mal. Incluso, me llamaron de Presidencia para decirme que había puesto en juego la decisión... En fin, Mil gracias por tu apoyo y por tu amistad.
Ana Antolín