domingo, 26 de octubre de 2008

UNA IGLESIA EN EL FIN DEL MUNDO




En las pasadas vacaciones fuimos a Ripoll, a ver su Monasterio donde reposan los restos de Wifredo el Peludo, primer conde independiente de Cataluña, y sus sucesores. Subimos después a San Juan de las Abadesas, otra joya del Románico, y a Camprodón, con su puente medieval. Ascendimos camino de Francia hasta una carretera modesta, llena de curvas, y pasamos por el pueblín de Rocabruna. Cruzamos luego un profundo e inmenso valle, tan hondo que a veces nos sumíamos en la sombra, y de repente, nos dimos de bruces con un pueblito modesto de casas de piedra y cubiertas de teja, con balcones de madera llenos de geranios y pequeños puentecillos que cruzan los torrentes, entre las peñas que sirven de asiento a la población. Encima de todo, reina sobre las casitas una soberbia iglesia románica, con un campanario impresionante, de tamaño quizá desproporcionado, que nos hace pensar en el poder que en la Alta Edad Media tenía la Iglesia Cristiana sobre el pueblo y los nobles. Hacer ese templo allá en el fin del mundo, es una proeza cuyos esfuerzos, imposiciones y sacrificios desconocemos, pero que ha dejado una huella bellísima. Es el pueblo de Beget, al pie de las alturas que nos separan de Francia. Un paraje inolvidable.

No hay comentarios: