miércoles, 15 de octubre de 2008

BLUES PARA DESPUÉS DE LA VOLVO.


Os pongo el artículo que leeré el martes próximo en Radio Alicante. Esta mañana he paseado por la pasarela elevada del rompeolas y he podido ver en qué ha quedado la Volvo Village. También me he enterado que aún se está negociando el uso del espacio que ocupaban sus instalaciones y que yo creía definitivamente ganado para el pueblo de Alicante. Me he puesto a pensar en lo efímero de las ilusiones terrenales y me ha salido un artículo como una canción triste para después de la Volvo Ocean Race.

Ya me diréis que opinión os merece.


¿HAY VIDA DESPUÉS DE LA VOLVO?

“Esto, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora
campos de soledad, mustio collado
fueron un tiempo Itálica famosa…”

que dice el verso de Rodrigo Caro. Y esto que aquí ves ahora, dolorido alicantino, espacio vacío y yermo, fue la Volvo Village, hoy convertida en un espacio caótico, lleno de obreros que, destornillador y llave inglesa en mano, desmontan los efímeros palacios publicitarios de los promotores para, seguramente, llevárselos despiezados en avión a la siguiente etapa, la ciudad de El Cabo, antes de que lleguen allí los sofisticados barquitos de plástico con GPS, y siga la fiesta.
Y después, ¿qué ocurrirá después? ¿Podremos pasear libremente por los campos de soledad de nuestro muelle de levante, en medio de la nada? Me han dicho las malas lenguas que hasta las palmeras que se pusieron allí eran alquiladas, y que nada quedará de provecho en el espacio portuario que creíamos ganado para la ciudadanía. Ni restaurantes, ni bares, ni exposiciones, ni jardines. Solo asfalto y efímera madera, que ya empieza a agrietarse y que va a durar menos que un caramelo a la puerta de un colegio.
Y es que, a lo peor, ya no hay vida después de la Volvo.
Hoy me entero por la prensa de que la Autoridad Portuaria está negociando el libre uso para los alicantinos del espacio que ocupó la Volvo Village. Pero, ¿cómo?, me pregunto, ¿es que eso no había sido acordado ya antes del evento? ¿No nos dijeron que ese espacio era una nueva zona lúdica para uso y disfrute del pueblo de Alicante? Entonces, salvo el paseo elevado del rompeolas, que hemos pagado todos nosotros con nuestros impuestos, ¿no va a quedar nada nuevo para nuestra ciudad?
Típico, típico de la administración del señor Camps. Pan y circo… bueno, circo solo, que el pan hay que pagarlo. Viajes papales, carreras automovilísticas, regatas oceánicas, y detrás… nada, nada de nada. Bueno, nada, no, detrás está la famosa carta que reciben los hemipléjicos y parapléjicos, los nonagenarios con pañales y silla de ruedas, que les dice que no reúnen suficiente minusvalía para ser beneficiarios de la nueva Ley de Dependencia (lo sé por experiencia en mi propia familia). Detrás están los barracones donde los niños aprenden la asignatura de Educación para la Ciudadanía en Inglés, en Benalúa Sur, todavía sin una escuela decente después de tantos años. O mejor, no la aprenden por falta de profesores de Inglés. Detrás están los barrios cochambrosos, los hospitales insuficientes, los servicios sociales restringidos, los tranvías escasos que circulan por túneles faraónicos, la avaricia que rompe el saco con sus miles de pisos sin vender y los bancos en peligro… de no ganar tantos millones como estaban acostumbrados. La crisis que tanto cacarean los que quieren ganar unos votos aunque sea a costa de asustar al personal y que todos queramos llevarnos el dinero a casa y precipitemos aún más la crisis; como en aquella película de Disney, “Mary Popppins”, donde un banquero se niega a darle un penique a un niño y ante los gritos del infante todos los clientes se precipitan a las ventanillas para retirar sus depósitos y el banco quiebra.
Al final, los alicantinos vendimos nuestra primogenitura por un plato de lentejas, dimos el visto bueno al circo de la Volvo a cambio de un paseo para toda la vida. Y se fue la Volvo y todo parece que volverá a estar como antes. Si al menos nos dejasen las palmeritas y los banquitos y pusieran unos parterres con flores en la zona yerma, con algún bar y un parque infantil, pues, vale, eso que habríamos ganado.
Pero me temo que, ahora que ya está hecho el negocio y que los barquitos andan por mares ecuatoriales, la hospitalidad de los alicantinos les importa un bledo a los promotores y a los ediles. ¿Verdad?
A lo mejor hay suerte y el año que viene se vuelve a montar la juerga mediática por unos días. Y después, los malos alicantinos volveremos a criticar por criticar.
De todos modos, si nos falla la anhelada Volvo, ya nos buscará alguna otra fiesta el señor Camps… mientras los niños siguen en sus barracones y los viejos pasando miserias en sus desvencijadas sillas de ruedas. Que para todo no hay. Faltaría más.
Si quieres tener de todo, oye, haberte dedicado a la construcción.


Miguel Ángel Pérez Oca.
(Leído en Radio Alicante el 21-10-2008)

2 comentarios:

Unknown dijo...

Tienes razón Miguel, y así nos va en asuntos económicos, ahora tan de moda (por desgracia). A menudo descubrimos el Mediterráneo. Así les está ocurriendo en estos momentos a los mandatarios internacionales, cuando repiten la frase, acuñada, creo, por Sarkozy, de que es necesario refundar el capitalismo. Esa refundación se realizó mucho tiempo atrás, lo que pasa es que nos habíamos olvidado de ella y nos habían arrastrado de nuevo a los orígenes.

Siempre me ha sorprendido la caradura de algunos neoliberales -y estos últimos años casi todo el mundo actuaba como tal- que apuntan en su haber el fracaso del comunismo y aseguran que el único sistema viable era el capitalismo, entendido éste, claro está, con sus parámetros: libertad absoluta de capital, mercados y dinero, olvidando o queriendo olvidar que ese sistema, tal como lo conciben, había muerto mucho antes, en la crisis de 1929.

En otros tiempos era habitual en los manuales de economía distinguir tres sistemas económicos: el de planificación centralizada, propio de los países socialistas, el capitalista o de libertad absoluta de mercado y el de economía mixta. El tercero es una mezcla de los dos anteriores, porque, si bien en general acepta el mercado, niega su autorregulación, con lo que asume la necesidad de una intervención fuerte y decidida de los poderes públicos en la economía; si bien aprueba la propiedad privada, admite la conveniencia de que el Estado mantenga el dominio, el control e incluso la propiedad de sectores estratégicos y con un fuerte impacto en el bienestar de la sociedad o de sectores en los que la competencia sea imposible. Jurídicamente se le ha llamado Estado social y así figura en la carta magna de la mayoría de los países occidentales.

Este último es el único que, hoy por hoy, resulta viable y al único también que cabe atribuirle la victoria sobre el comunismo. Sin embargo, con un gran oportunismo, una vez que fracasó el socialismo real, los partidarios del capitalismo a secas se adjudicaron el triunfo y han pretendido, y en buena medida lo han conseguido, que las llamadas economías mixtas retrocediesen hacia el modelo que había fracasado ya con anterioridad. Los resultados están a la vista, y si hoy no se produce una catástrofe económica como la de 1929 será tan sólo porque los neoliberales no han conseguido por completo sus propósitos y porque se van a abandonar todos los dogmas que el pensamiento único había venido manteniendo.

No hay que refundar el capitalismo, únicamente se necesita retornar a ese sistema intermedio que nunca se debió abandonar. Me temo que la refundación del capitalismo de la que hablan los mandatarios internacionales no es más que una cortina de humo para ocultar y al mismo tiempo justificar los miles de millones de euros que les va a costar a los contribuyentes de todos los países este festival de libertad económica en el que algunos se han refocilado. Constituye simplemente un conjunto de parches que no van a solucionar los problemas de fondo y que desde luego no impedirán que dentro de unos cuantos años vuelva a producirse otra crisis como la actual.

La declarada intención de la Administración Bush de adoptar en el futuro medidas correctoras queda en evidencia cuando, tras la pretensión de gastar 250.000 millones de dólares de los contribuyentes en adquirir acciones de los bancos, renuncian a que el Estado intervenga en la gestión, manteniendo el principio de que toda intervención estatal es mala excepto para insuflar dinero con el que tapar los agujeros creados por los "buenos gestores". Lo más extraño de la cuestión es que éste sea precisamente el planteamiento de los gobernantes. Es como si dijesen: "No se fíen de nosotros que somos sectarios y corruptos y además malos gestores e incompetentes. Confíen en los banqueros y en los grandes empresarios, que aunque hagan estas pifias de vez en cuando son honestos y diligentes".

Pocas expresiones de mayor cinismo que la manifestada por la presidenta de la Comunidad de Madrid en el anuncio de la privatización del Canal de Isabel II, esgrimiendo como razón la conveniencia de que los madrileños participasen en la gestión del agua. Es decir, que ella no se considera representante de los madrileños y piensa que están mejor representados por las pocas personas y grupos económicos que adquieran las acciones. Es la misma filosofía que subyacía en los gobiernos de Aznar cuando, tras las privatizaciones, manifestaban que habían devuelto las empresas a la sociedad. ¿Cómo confiar en nuestros sistemas democráticos y en los gobernantes si son ellos mismos los que se descalifican?

Todo el programa propuesto por los mandatarios internacionales para refundar el capitalismo se reduce a limitar las retribuciones de los directivos y de los administradores y potenciar el Fondo Monetario Internacional (FMI). Lo primero está bien, pero resulta una ingenuidad pensar que es suficiente para conseguir que el sistema funcione adecuadamente y que la avaricia y el lucro privado no primen sobre los intereses generales. En cuanto al FMI, no deja de ser curioso que se ofrezca como solución colocar al zorro al cuidado del gallinero. El FMI ha sido el máximo defensor de ese sistema que nos ha conducido a la ruina. Su postura ha sido tan sectaria que se ha quedado sin trabajo porque la mayoría de los países emergentes han huido de él como de la peste, convencidos de que sus consejos -que en el caso de haberles concedido préstamos eran imposiciones-, lejos de ayudarles, les conducían al desastre.

¡Adivina quién soy!

Anónimo dijo...

Me figuro quien eres, pero no me atrevo a ponerlo por escrito. Asi que tendrás que darme una pista. Por lo demás estoy completamente de acuerdo contigo.
Miguel Ángel Pérez Oca.