EL CIELO BLOQUEADO.
Filipo Bruno, conocido por la Iglesia como fray Giordano, era un fugitivo de la Inquisición. Se le buscaba por ser un contumaz hereje arriano y panteísta. Viajaba de incógnito por las ciudades del norte de Italia, y ejercía de profesor particular en las casas de los burgueses de Noli. Enseñaba Matemáticas, Nemotecnia y Filosofía, cuidando mucho de ocultar sus opiniones prohibidas.
Oscurecía en una playa tranquila y él, tumbado en la arena, entre los cañaverales, contemplaba las primeras estrellas de la noche incipiente. En el porche de la cercana venta, una hermosa mujer, Giulia, barría la entrada, mientras dirigía al exiliado un provocativo saludo.
-Esta noche entraré otra vez en tu cuarto y te enseñaré los secretos del amor – le decía con un gesto atrevido y silencioso.
Pero el joven Filipo no se mostraba receptivo a los encantos de la muchacha. Más bien se sentía bloqueado por un insidioso pensamiento que lo atormentaba desde hacía días; desde que pudo ver el maravilloso cielo de las playas de Noli.
-¿Cómo veríamos el cielo si la esfera de las estrellas fijas no se interpusiera en nuestra vista? - se preguntaba e imaginaba un martillo gigantesco que rompía la bóveda y permitía ver los infinitos mundos que se ocultaban tras ella.
Filipo, erudito incansable, recordó viejas teorías cosmológicas. Decía el cardenal de Cusa que el Universo ha de ser necesariamente infinito, e imaginaba un espacio interminable lleno de mundos, acompañado cada uno por un Sol y unos planetas que girarían a su alrededor; y más allá, una esfera opaca de estrellas fijas que impediría ver las otras Tierras, pobladas por gentes que cantarían la gloria de Dios. Sin embargo, el polaco Copérnico sostenía que nuestro mundo, acompañando en su danza a los demás planetas, gira alrededor del Sol, fijo en el centro del Orbe.
-¿Quién tiene razón de los dos sabios? – se preguntaba Filipo, deseando que la esfera de las estrellas fijas se tornase transparente y dejara de bloquear la visión del Universo.
Y de pronto, un rayo de comprensión golpeó su cabeza. Jamás pensador alguno ha tenido una visión más grandiosa. Nunca ha habido una revelación más contundente.
-¡Claro, está clarísimo! Los dos tenían razón. El Universo es infinito y está lleno de mundos, pero cada uno de ellos es un sol alrededor del cual giran los planetas habitados. No existen esferas de estrellas fijas. Nada bloquea nuestra vista. Lo que vemos es el Universo mismo, plagado de soles y planetas. Las estrellas que siempre hemos creído que estaban clavadas en una esfera opaca, son en realidad otros soles lejanos en un espacio inmenso.
Y el Universo se mostró a Bruno como nunca antes lo había hecho a ningún mortal. Él fue el primero que admiró el cielo como ahora lo hacemos nosotros.
Cómo te envidio, Giordano Bruno. Por ser el primer testigo de este prodigio vale la pena morir en la hoguera. Esta noche gozarás de la bella Giulia rodeado de la gloria de las estrellas, del infinito Universo y mundos.
Miguel Ángel Pérez Oca.
(500 palabras)
Notas.- Giulia es el personaje principal de “Los heroicos furores”, un libro de Bruno.
“El infinito Universo y mundos” es un libro de Bruno de tema cosmológico.
1 comentario:
Supongo que Giordano Bruno veía el cielo, desde el suelo, más nítido que nosotros (siempre que tuviese buena vista). ¡Cuánto hubiera disfrutado con las fotografías del espacio tomadas por satélites y naves!
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