miércoles, 28 de junio de 2017

CARTA A RAQUEL...

         
El tema de la Tertulia de ayer era "Un hombre y una mujer se aman", y yo presenté este trabajo. Después de una reunión muy agradable, nos subimos a la terraza del hotel para ver los fuegos artificiales que se lanzan a las 12 de la noche en la playa, con motivo de las fiestas de Sant Joan.

CARTA A RAQUEL EN UN PAPEL ARRUGADO Y SUCIO.
            Mi queridísima Raquel: Espero que recibas esta carta bien de salud y sin necesidades perentorias que no hayas podido solventar con el dinero que te voy mandando. También espero que las niñas estén sanas y llenas de esperanza. Sé que llegarán a ser tan hermosas y buenas como tú y que un día nos reuniremos todos de nuevo en nuestra querida tierra siria, hoy anegada en sangre de inocentes. ¿Os tratan bien nuestros parientes turcos? Espero que el tío Yusuf os haya podido sacar al fin del campo de refugiados y os haya dado cobijo en su casa. Y espero también que las niñas vayan al colegio, que Jasmina llegue a ser doctora y que Moilida se convierta pronto en una eficiente maestra. Espero tantas cosas…
            Es la primera vez que, desde esta tierra europea donde vivo clandestinamente, he tenido la oportunidad de confiar una carta a alguien de confianza que te la haga llegar. Los gobiernos de estos países occidentales y ricos son crueles y no tienen piedad de la gente que, como nosotros, tenemos derecho a recuperar nuestras vidas y, sobre todo, a proteger a nuestras criaturas. Sin embargo, por aquí hay buenas personas que se organizan para ayudarnos. Y gracias a ellas, hoy puedo por fin escribirte.
            Supongo que te sorprendió mi primer envío de dinero, que era señal también de que estaba vivo. Pero tardé en poder empezar a ayudarte y me angustia el temor de que durante demasiado tiempo hayáis tenido que sobrevivir gracias a la caridad del tío Yusuf, al que no le sobran precisamente los recursos. Pero te voy a contar mi odisea en busca de esta tierra de promisión que habría de acogernos si los seres humanos no padeciésemos la fiebre del egoísmo, individual o colectivo y mal llamado patriotismo.
            Sabes que me fugué del campo de refugiados aquella madrugada lluviosa y triste en que te besé por última vez. Las niñas dormían y no quise despertarlas, aunque el recuerdo del roce de mis labios en su frente todavía desborda mi memoria. El tío Yusuf me facilitó el traslado hasta la frontera con Bulgaria, que traspasé con ayuda de mafiosos a los que tuve que pagar con el poco dinero que él me había podido conseguir. Vagué con otros huidos por una tierra hostil, perseguidos por una policía implacable que al fin nos capturó y nos maltrató antes de devolvernos a Turquía. Me internaron en un campo diferente del que ocupáis y yo no podía resistir estar tan cerca de vosotras y no veros. Así que me escapé de nuevo y, esta vez, pude llegar a Libia, trabajando gratis para unos contrabandistas que me abandonaron en una playa inhóspita. He atravesado desiertos y campos de batalla. He tenido que fingirme integrista, chiita ortodoxo e incluso cristiano copto, y trabajar para explotadores y criminales. Y así llegué un día a Marruecos. Tuve que colaborar, lleno de repugnancia moral, con traficantes de drogas, con el fin de poder pagar mi pasaje en una lancha neumática en la que nos metieron a cincuenta personas, entre las que había mujeres embarazadas y niños pequeños. La travesía fue un infierno y más cuando la barca empezó a desinflarse y llenarse de agua. La gente gritaba angustiada, hasta que vimos venir un barco español que acudía en nuestra ayuda. Me volvieron a ingresar en un albergue de refugiados, pero temiendo que me mandaran a Turquía, me escapé otra vez con varios compañeros y ahora nos dedicamos a vender cosas por las calles, escondiéndonos de los policías y durmiendo en una casa abandonada que comparto con veinte compañeros de infortunio.
            Sé que un día mejorarán las cosas. No sé si existe Dios, ya sabes de mi falta de fe religiosa, pero espero que la gente de aquí resulte ser digna de tener fe en ella. Porque te añoro, a ti y a las niñas, y por las noches sueño con tu cálido vientre. Dicen que cuando un hombre y una mujer se aman, no existe la distancia. Pero es mentira, cuando un hombre y una mujer se aman, la distancia duele, duele mucho.
Dale un beso de mi parte a las niñas y recibe otro muy apasionado de tu esposo,

Caleb.                                             (Por la transcripción: M. A. Pérez Oca).

No hay comentarios: