martes, 12 de noviembre de 2013

EL DESAPASIONADO MISTER CALLAHAN.



El tema para la reunión de ayer en la Tertulia de la Bodega Adolfo era LA PASIÓN, y yo presenté este relato que habla de un ser privado de toda pasión. A veces las cosas se pueden definir mejor por sus opuestos. Ahí va. Espero que os guste.

EL DESAPASIONADO SEÑOR CALLAHAN.
            Podría juraros que entre todos los millones de neoyorkinos que pueblan la Isla de Manhattan y alrededores no hay uno solo que sea más desapasionado que el señor Callahan. No bebe ni fuma ni tiene adicciones de ninguna clase, ni se apasiona por los deportes, el cine, la música, el sexo o cualquier otra actividad humana. Hace unos años, el señor Callahan era el jefe comercial de una poderosa empresa, cuya sede central ocupaba el penúltimo piso de una de las torres gemelas del World Trade Center. Tenía allí un magnífico despacho desde donde se podía contemplar toda la Gran Manzana, en unas perspectivas maravillosas que él rara vez miraba y nunca admiraba. Sentado frente a su ordenador, movía los hilos del entramado mercantil de su compañía con una frialdad implacable: decidía los objetivos de los comerciales a sus órdenes, imponía la productividad justo en el límite de la extenuación de cada agente y decidía su despido si no cumplía con las expectativas. Era un tipo duro, impasible, que nunca se emocionaba.
            Aquella mañana, nada más sentarse ante su mesa, lo sacudió el estruendo de un avión de pasajeros que se estrellaba contra la torre vecina. Todo el mundo se puso a gritar y hacer aspavientos, mientras él terminaba de ordenar meticulosamente sus papeles antes de girarse y ver la inmensa nube de humo que salía de aquel edificio.
            La gente no se lo pensó dos veces: todos dejaron lo que estaban haciendo y se precipitaron hacia las escaleras de evacuación, presas del pánico; todos menos él, que siguió sentado en su despacho, trabajando. Ni siquiera dedicó un minuto a ver cómo centenares de personas, atrapadas en los pisos más altos de la otra torre, se lanzaban al vacío, huyendo de las llamas. Pensó que era un gesto inútil preocuparse por ellas.
            Al cabo de un rato, un espantoso crujido interrumpió de nuevo su labor. Otro avión se había estrellado, esta vez contra su propia torre, varios pisos más abajo. Así que, pensó, no tendría más remedio que abandonar su puesto, pero ¿por dónde? Los ascensores no funcionaban, las escaleras se habían convertido en chimeneas ardientes, las salidas a la terraza estaban selladas “por razones de seguridad”. Y tuvo que admitir, tras una ligera mueca de contrariedad, que estaba atrapado y que jamás saldría vivo de allí. Intentó llamar a su mujer para decirle que no iría a cenar; pero no había cobertura.
Se sentó de nuevo y analizó la situación con calma. La temperatura ascendía por momentos, así que pronto estaría tan cocido como las langostas que servían en el restaurante del piso 20. Y decidió que era mejor morir lanzándose por la ventana. Abrió una cristalera y se asomó al exterior. Iba a tardar unos 20 segundos en llegar al suelo, y se preguntó en qué podría pensar mientras encontraba la muerte por aplastamiento y traumatismos varios. En eso, una oleada de aire en plena combustión le obligó a saltar al vacío, y se precipitó a lo largo de la fachada encristalada. Atravesó las nubes de humo denso y caliente y vio venir hacia él el sólido pavimento de la plaza. Mientras caía, iba recordando los motivos por los que se casó con Sally, su esposa. No había sido por amor ni pasión alguna, sino porque era la muchacha más saludable de la facultad, con un historial genético muy fiable… En aquel momento, una confusa explosión estalló a sus espaldas. El edifico se estaba derrumbando como un castillo de naipes, a una velocidad tal que aún lo alcanzó antes de su previsto impacto contra el suelo. La onda expansiva rebotó bajo él y lo alzó en el aire, meciéndolo como una hoja agitada por el viento. Y en medio de una espesa atmósfera de polvo blanco e irrespirable, se vio, de pronto, de pie sobre el asfalto, rodeado de escombros e inexplicablemente indemne.

            Se sacudió la ropa, improvisó una mascarilla con su pañuelo mojado en el surtidor de una cañería reventada y se puso a caminar hacia el norte. Decidió no contar a nadie su aventura, ni siquiera a Sally. ¿Para qué, si no lo iban a creer? Así que se olvidó del asunto y se propuso iniciar la búsqueda de un nuevo empleo en cuanto llegase a casa. No debía perder el tiempo en sensiblerías.                       

                                                                                                 Miguel Ángel Pérez Oca.

1 comentario:

eusebio Pérez Oca dijo...

Lo ponen muy difícil el ser desapasionado. El ser frío. Por que el "bocao" se calienta cada vez más rápido. Las cenizas cubren la verdad. Como el bosque es cubierto por el árbol. Hay que mirar más lejos. Detrás. Tras las cenizas está un fuego activo o apagado. Pero el incendiario mira. Como todo delincuente vuelve a la escena del crimen. Quiere ver su obra. ¿Cuanta miseria tendría el "frígido" Callahan para no inmutarse ante la barbaridad ocurrida en su misma cara?. No creo que nadie nazca desapasionado. Es la persistencia del estimulo lo que aplaca el sentir del cuerpo y del alma. Uno acaba haciéndose a los golpes, a la injusticia. Casi siempre es por sobrevivir. Si no te haces de hielo, desapasionado, puedes morir de infarto, ansiedad, o de cualquier perdida de defensas, daño cerebral, asco, etc. Quizás el tal Callahan merecía morir. Quizás, seguro, que lo merecía.No seria yo quien lo condenara y menos quien lo matara. Incluso defendería su derecho a sobrevivir...solo por estar vivo y ser un ser humano aunque deshumanizado. Estos seres y los cobardes, como dijo Miguel Hernandez son los que hacen doler los cojones del alma. Y hablando de cobardes, de desapasionados o quizás de perros de paja, de seres desechables como tales son los siete concejales del PP de Mutxamel que con su abstención han impedido que nuestro queridisimo Arcadi Blasco sea nombrado Hijo Predilecto de su pueblo. ¿Seran insensible? o quizás solo sean eso que abunda en Madrid.(Aquí poner lo que cada uno piense, BASURA, SOBREROS (COGEDORES DE SOBRES),o simplemente eso, desapasionados. Yo no soy del PSOE como Arcadi, ni soy de Gent de Açi, ni de EU....ellos han votado a favor de un hombre honrado, creativo, social, mutxamelero, alicantino. Hace poco lei un comentario a una noticia en la preguntaba con la consiguiente malaleche y desprecio por qué habia una calle dedicada al "sociata" Olof Palme. Recordé la perorata del anciano director fascista del Diario Información, manipulando la defensa que hice sobre este personaje, Palme, ante el intento de quitar su calle por parte del monstruo Alperi con la escusa falsa, falaz, manipuladora, lanzada por el franquismo más franquista del apoyo de Palme a ETA. Les envié la famosa foto del ABC en la que se leia la petición de apoyo a "los trabajadores españoles" nunca a ETA de Palme. No tuvieron la dignidad de publicar mi réplica. La cobardia hace que la gente se comporte así. La historia se repite. No son democratas, juegan a serlo.

Eusebiet d´Alacant.