miércoles, 7 de abril de 2010

CELDA 211


Ahí va otro artículo de Joaquín Botella desde las barricadas.

LOS GOBIERNOS, EN LA 211

En diciembre, participé en un acto público donde compartí tribuna con un jefe de servicios de prisiones. Tanto de la conversación que mantuvimos antes de su intervención como de lo que en ésta expuso, concluí que ojalá todos los funcionarios de ese cuerpo fueran como él, que, entre otras muchas actividades para los internos, les organiza talleres literarios y no los mira como si fueran apestados.

En esas fechas, “Celda 211” estaba en pleno apogeo, y, coméntandola él, sostuvo que no ofrecía una visión actual de la cárcel, pues hoy ya no se maltrata a los presos. Yo, que, sólo he estado en ella poco más de una semana -y de eso hace ya casi 30 años y un día-, y que no había visto la película, ¿qué podía contestarle? Obviamente, nada; así que me callé. Aunque pensé que hijos de puta ha habido, hay y habrá siempre; y que, si estando en libertad, donde el ciudadano tiene muchos más recursos para denunciar los abusos de autoridad, son tantas las injusticias que quedan impunes, ¿qué no pasará en las inaccesibles cárceles?
Ayer la vi. Pero, más que la cuestión del maltrato, o de si deben suprimir los arrestos incomunicados, o si los bis á bis han de ser más frecuentes, lo que encontré interesante de verdad en la película fue la actitud del Gobierno, que, para evitar que le salpicase la mierda, no duda en encargar a un sicario-preso-chivato el asesinato de un funcionario que, inesperadamente, se convierte en un preso-mosca cojonera.
Yo no sé si Celda 211 merece o no los premios que ha recibido, pero, aunque sólo sea por la audiencia que le han propiciado, me parece bien que los tenga, porque es conveniente que trascienda a la sociedad –aunque ésta, al igual que siempre, siga pasando- cómo actúan los gobiernos, tanto fuera como dentro de la cárcel, que es en donde, si todo se destapara, tantas veces deberían estar.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Pero Joaquín ¿no habíamos quedado que Celda 211 no refleja la realidad actual de las cárceles?. Yo no la visto per a mi me consta que lo que decía el funcionario al que entrevistaron es cierto. Tienen atención, talleres de teatro, cerámica, jardinería, salidas con acompañamiento controlado -claro-, tienen maestros, etc. Vaya creo que no pueden quejarse.

Lo que pasa es que visto lo visto, tal como están las noticias hoy en día, tal vez debería haber más gente en la cárcel.

Saludos

Joaquín Botella dijo...

Prisiones internas
Se puede hablar de manera enardecida: "a las barricadas!" o "en la cárcel que es donde deberían estar", refiriéndose a los políticos. Prefiero a la gente impulsiva y apasionada que a los pasotas. Sin embargo me doy cuenta que la transformación social viene a través de la consciencia. Políticos o presidiarios serían de otra manera si se hubiera comenzado por la educación, si el sistema educativo fuera de otra forma. Si no cambia, los resultados son los que tenemos: la tierra convertida en un manicomio con guerras desde la familia hasta las naciones más importantes mundialmente. O convertida en una gran prisión porque aunque parezca que el ser humano está libre porque anda suelto le falta la libertad más importante que es la libertad interna. No hay que sufrir porque se crea que los individuos corruptos están libres, no se pueden liberar de su propia mente. Esta es la mayor prisión y tortura. Nadie se libra de sus propios actos aunque, a veces, se quiera huir de sí mismo o se busque la alienación.
El alma humana no es diferente, no cambia entre la de un preso o un carcelero, entre un encumbrado político o un hombre de negocios y un vulgar ladronzuelo. Ya sabemos que cuando un robo es pequeño se encierra en prisión y cuando es grande se dice que son negocios. Sin embargo emociones y sentimientos son idénticos; si bien hay que admitir que el grado de conciencia es menor cuanto más importante es el robo y el crimen. Siempre es mayor el grado de conciencia de alguien que ha matado a una sola persona que la de un genocida pero frecuentemente el asesino está en prisión y el genocida dirige un estado.
Resulta difícil dar soluciones en una sola página pero de manera muy sintética: educar a los padres para que eduquen a sus hijos en conexión con la escuela o la escuela en conexión con los padres. Educar desde muy niños en la libertad y en la responsabilidad. Pero… ¿quién educa al educador? ¿Están dispuestos padres y profesores a revisar sus creencias? Realmente es un trabajo de todos …pero se simplifica si un sistema educativo se pone por fin al servicio del bienestar interno del individuo y no al servicio de intereses, exclusivamente, económicos. ¿Existe un estado capaz de revisar un sistema educativo a favor del bienestar interno del individuo o todavía se le considerará como masa al servicio de los intereses de unos pocos?
¿Se dejará de una sola vez de hacer lavados de cerebro a las masas fijando su atención exclusivamente en la economía, haciéndoles creer que con el confort económico serán felices? ¿Se dejará de inducirles a una trampa en la que pasarán toda su vida, dándoles un poco de cebo para que crean que es el alimento, manteniéndolos, así, atrapados sin que puedan liberarse de esa apariencia de confort que les angustia mantener? ¿Les interesa que el individuo se libere de esto? ¿Les interesa que deje de producir para las grandes fortunas? ¿Les interesa que cese la competitividad y el cuidado de la apariencia? Si no empieza cada individuo a liberarse, a pensar por sí mismo y a demandar un cambio educativo que dé prioridad a las necesidades internas, difícilmente se tomarán iniciativas de manera altruista a favor del individuo. Es importante poner el énfasis en ser no en parecer. Es importante ser feliz y no querer aparentar ser felices para deslumbrar con posesiones o títulos. Cuando empecemos a entender esto quizá podamos pedir a un estado que rehaga un sistema educativo a favor de la libertad interna del individuo, cuando cada vez más individuos tomen la decisión de querer ser interiormente libres.
Pero es necesario utilizar los medios que todo ciudadano tiene a su alcance, dejar oír nuestra voz. Puede que su tono no sea elevado pero puede ser penetrante si es capaz de llegar de manera profunda y sincera al corazón humano.
Carmen Luelmo