sábado, 10 de octubre de 2009

ÁGORA Y LA MASA REFLEXIVA.

Biblioteca de Alejandría

San Cirilo.





Él cine americano nos había acostumbrado a que en las películas de masas y gran presupuesto primaba el espectáculo y los sentimientos simplistas sobre la reflexión y el rigor. La mejor película de masas de los tiempos recientes, "Gladiator", era, como siempre, una de buenos y malos: Máximo, el héroe de una pieza, en busca de justicia y venganza sobre el malísimo y retorcido emperador Cómodo. Y al final se consumaba el castigo del tirano al precio del sacrificio del héroe. ¡Qué bonito! ¡Qué ambientación más buena! ¡Y qué poco respeto a la historia! Evidentemente, Cómodo no murió en la arena del Coliseo, si bien sí lo hizo en un vestuario a manos de un gladiador alquilado por sus propios parientes para realizar el magnicidio. Y nunca existió el general Máximo, convertido en gladiador.
En el cine americano, y en el cine en general, las películas reflexivas, aquellas donde se hacen profundos estudios del alma y las razones humanas, aquellas en las que los personajes tienen verdadera entidad interior, aquellas que ponen a prueba la calidad de los personajes, suelen ser obras de presupuesto bajo o medio, desarrolladas en ambientes cerrados, limitados y con pocos actores, incluso cuando se ambientan en tiempos históricos.
Pero Amenabar es un genio, un cineasta profundo y versatil y, a diferencia de Almodovar, que siempre nos muestra la misma película, sorprendente y rompedora al principio de su trayectoria pero cansina y repetitiva, con las mismas obsesiones y los mismos tics, que llegan a fatigar al cabo de un tiempo, Amenabar no, Amenabar puede arrostrar cualquier clase de género cinematográfico, desde el terror más refinado (Los Otros), al drama psicológico y la denuncia de un tabú social como es el derecho al suicido (Mar Adentro), como, ahora, el "peplum", la "película de romanos", innovando en cada una, invitándonos en todo caso al análisis, a la reflexión. Y es en este contexto donde Amenabar revoluciona el mundo de las películas históricas haciendo posible que el gran espectáculo de masas encierre un análisis tan meticuloso y profundo de temas como la fe, la ciencia, la razón... No es una peli de buenos y malos, sino el análisis de un tiempo histórico donde todos creen tener la razón y donde medran los ambiciosos de poder, como "San" Cirilo o el prefecto Ortestes, y donde los fanáticos se encargan de realizar el trabajo sucio sin manchar la aureola de prestigio de los dirigentes.
La película es impecable en su faceta espectacular. Entre unos decorados que nos muestran la amalgama arquitectónica egipcia, griega y romana de la Alejandría de la decadencia, en pleno deterioro, se mueven los figurantes con una naturalidad asombrosa y Amenabar nos los muestra como personas con sus inquietudes y razones, cuando conviene, o como una masa de hormigas enloquecidas cuando así lo quiere. El respeto a las circunstancias históricas es abosoluto. Otro director menos escrupuloso hubiera puesto la muerte de Hipatia en los momentos de la destrucción de la Biblioteca de Alejandría, en una apoteosis final de la historia. Amenabar, no. Amenabar, entre otras cosas, pretende y consigue ser didáctico, y con ese respeto escrupuloso deja en ridículo a todo un género de cine pretendidamente histórico. El espectador puede ir a ver Ágora con la seguridad de quien acude a una amenísima clase de Historia, que a la vez es también clase de Psicología, de Sociología, de Astronomía... en el marco del más espectacular y fascinante de los espectáculos. Y nos demuestra que la amenidad cinematográfica no está reñida con el rigor.
Solo tengo que hacer una censura al guión, en lo referente al rigor. No sé si, a la hora de mostrarnos las inquietudes intelectuales de Hipatia, desgraciadamente perdidas con sus obras, los guionistas nos la muestran creyendo que los calores del Verano se deben a que el Sol se encuentra más cerca de la Tierra que en el Invierno, y de esa falsa premisa obtiene la intuición verdadera de la órbitas elípticas que un milenio más tarde propondrá Kepler o, por el contrario, los artífices del film han caído, ellos mismos, en este frecuente error y, lamentablemente, lo trasladan al público poco informado, que puede llegar a creer que este falso planteamiento es correcto. Convendría haber dejado aclarado este punto para que el rigor, además de histórico, también lo fuera cosmológico. Todos deben saber (están obligados a saber, a estas alturas) que la sucesión de las estaciones se debe a que el eje de la Tierra está inclinado 23 grados repecto de la Eclíptica, lo que hace que el Sol esté más alto sobre el horizonte en el Verano del hemisferio Norte que en el Invierno, y que esa diferencia es la que motiva la mayor temperatura. Ese fenómeno era perfectamante conocido por los astrónomos del tiempo de Hipatia; por lo que es bastante improbable que ella cayera en semejante error. Es un fallo y hay que decirlo.
Por todo lo demás, la película resulta emotiva, profunda y hermosa y sin duda marcará un hito en la historia de la cinematografía. Los actores están todos estupendos, y por encima de todos la extraordinaria Rachel Weisz, hermosa aún sin maquillar con su facultad de mostrarnos su interior, todavía más hermoso.
Aunque lamento una cosa respecto al casting: ¿Por qué razón Amenabar no ha contado con algún actor español en el reparto? Que aquí los hay muy buenos. Hubiera sido como un guiño: Ojo - nos hubiera dicho el director -, que esta película está rodada en inglés, pero está hecha por un español, dentro de una tradición cinematográfica en auge, como lo demuestran recientes premios internacionales. Hubiera sido un detalle de solidaridad con los compañeros.
Pese a esas dos objeciones, deseo con toda el alma que Ágora se lleve el Oscar a la mejor película, al mejor director, a la mejor actriz... Eso nos demostraría que la Era Obama también ha llegado al cine y que los norteamericanos, oh prodigio, se han puesto por fin a pensar.

Miguel Ángel Pérez Oca.








2 comentarios:

Patxi dijo...

Hola: creo recordar que en la película Ágora no se dice que el aumento de diámetro solar coincida con el verano boreal, ni atribuye el mayor o menor calor a ese fenómeno. Se dice, si no recuerdo mal, que el tamaño del sol cambia con las estaciones, cosa que es cierta y que los antiguos sabían y detectaron. Por ejemplo las diferencias de diámetro que hay entre un eclipse total de sol y uno anular, ya les daba indicio del cambio.
Tuve ya esta discusión en otro blog sobre los aspectos científicos de Ágora:

http://www.miradamatematica.com/?p=311

Realmente la película está bien asesorada incluso en ese aspecto.
Saludos.

Miguel Ángel Pérez Oca dijo...

Para Patxi.
Veré otra vez la película para comprobar lo que dices.
Saludos.
Miguel Ángel Pérez Oca.