En la última Tertulia de la Bodega de Adolfo teníamos que escribir sobre "muelas" y yo hice este relato que espero que os guste. Si tenéis alguna duda sobre Enrique de Sumatra, que en realidad fue el primer ser humano que dio la vuelta al mundo, haced un comentario en este blog y os contestaré por el mismo conducto. ¿Vale?
LAS MUELAS DE LA LIBERTAD.
Se
me ha caído una muela, y mis encías están tan hinchadas que no podría comer… si
es que hubiera algo a bordo que poder meter en la boca. Ya hemos roído todo el
cuero que había en el barco, las galletas están podridas y se acabaron los
salazones y el poco pescado fresco que pudimos recoger en las Islas de los
Ladrones. Los únicos que se mantienen sanos son el caballero Pigafetta y el
niño mestizo Juanito Carvallo, el hijo del piloto. Pero, según se dice, es
porque cazan ratas y se las comen crudas. ¡Qué repugnancia! Y dirán que soy un
salvaje porque he nacido en Sumatra, pero ese caballero de la Orden de Rodas no
le hace ascos a nada. El gigante patagón también comía ratas, pero se ha muerto
de calor, acostumbrado como estaba a ir desnudo por la nieve. Hace unos días lo
echamos al mar, aunque hubo quien dijo que, como no era cristiano, nos lo
podíamos haber comido; pero el señor Magallanes no lo consintió. En fin, que la
gente se muere de ese mal que padecen los navegantes cuando se pasan muchos
días sin comer viandas frescas. Lo que daría yo por un cesto de fruta…
Hoy
se han muerto otros dos compañeros. Estaban flacos como perros hambrientos y
con los miembros hinchados y las bocas vueltas del revés. Maldito mal. Los del
castillo de popa sobreviven a duras penas comiendo cada día un pedacito de membrillo.
Dicen que eso los salva de la enfermedad. Pero no parecen muy saludables, con
toda el hambre que arrastran por este maldito y recién bautizado Océano Pacífico.
Yo
me esfuerzo en sobrevivir porque quiero volver a ver a mi esposa y a mis hijos,
ahora que mi isla de Sumatra está cada día más cerca y el señor Magallanes me
ha prometido que si le ayudo a encontrar las Islas de Especiería, y le hago allí
de intérprete, me dará la libertad y podré al fin regresar al hogar. El
cosmógrafo San Martín me ha dicho que si llegamos a las islas donde me
capturaron los portugueses hace años, habré sido el primer hombre de la Historia
en dar la vuelta al Mundo; pero a mí eso no me importa. Lo que yo anhelo es volver
a Sumatra; que mis amos me bautizaron a la fuerza con el nombre de Enrique y me
hicieron esclavo, pero yo sigo siendo un honrado marino musulmán y mi verdadero
nombre es Mohamed. Así que, aunque lo que dice el cosmógrafo sea cierto, jamás
estos engreídos cristianos reconocerán mi hazaña.
Ginés
de Mafra languidece arriba, en la cofa, abrasado por este sol que nos deja
secos como bacalaos. Su cabeza descansa sobre la balaustrada y, de vez en
cuando, el piloto Carvallo le da un grito para que despierte y vigile el
horizonte. Las otras dos naves siguen nuestra estela, cargadas también de
enfermos y hambrientos.
Las
islas de Levante, ésas que quiere bautizar mi señor Magallanes como de San
Lázaro si se descubrieran en el día de hoy, deben estar ahí, delante de nuestra
proa, muy cerca ya, y constituyen nuestra última esperanza. Si nos perdemos, si
no las encontramos, los enfermos moriremos del mal que nos quita las muelas y
nos hincha las encías, y los sanos también morirán, de hambre y de sed. Aunque
me temo que mi señor me matará antes, colgándome de una gavia, en castigo por
no haber sabido guiarlo hasta esas malditas islas donde un día perdí mi
libertad.
Anoche
comprobé la latitud de nuestra posición, extendiendo mi mano hacia el horizonte
y viendo la estrella polar a cinco dedos sobre la mar. Estamos en la buena
ruta, las islas tienen que estar ahí enfrente. No puedo estar equivocado…
-¡Tierra!
– ha gritado Ginés desde la cofa, y todos parecen despertar de un pesado y profundo
letargo, salvo unos pocos que agonizan ya sin ninguna esperanza.
-¿Son
tus islas, Enrique, son tus islas? – me pregunta mi señor de Magallanes, y yo
afirmo con un movimiento de cabeza, incapaz de articular palabra con mi boca
hinchada. Me he ganado la libertad.
Espero
llegar a una playa llena de fruta antes de que se me caiga otra muela.
Miguel Ángel Pérez Oca.
NOTAS ACLARATORIAS.-
-Islas de la
Especiería o de las Especias.- Actuales Islas Molucas.
-Islas de los
Ladrones.- Actuales Islas Marianas.
-Islas de San Lázaro.-
Actuales Islas Filipinas.
-El narrador es
Enrique de Sumatra, esclavo e intérprete de Magallanes que probablemente fue el
primer hombre en dar la vuelta al Mundo, dado que había sido capturado por los
portugueses en las Filipinas y llevado a Europa por el Océano Índico y volvió a
ellas por el Pacífico, tras cruzar el Atlántico. A Elcano todavía le faltaba un
año para completar su particular vuelta al Mundo, considerada oficialmente la
primera.
-La nave donde
transcurre la acción es la Trinidad, buque insignia de la flotilla de
Magallanes.
-Las otras dos naves
“que siguen su estela” son la Concepción
y la Victoria. Esta última, al mando de Elcano, sería la única en regresar a
España, en 1522, con 18 europeos, de los
260 que iniciaron el viaje en 1519. La Concepción había sido quemada en
Filipinas por no haber suficientes tripulantes para gobernar las tres naves. La
Trinidad, al mando del alguacil Espinosa, se perdió en las Molucas tras un
fracasado intento de ir a la América Española a través del Pacífico.
-En principio la
expedición constaba de cinco naves, de las que se habían perdido dos: la
Santiago, embarrancada cerca del Estrecho de Magallanes, y la San Antonio, que
había desertado tras el motín del Golfo de San Julián, en el que Magallanes
había ordenado la muerte de los capitanes amotinados Mendoza y Quesada, y
abandonó a su suerte al Veedor Real Juan de Cartagena y al clérigo Reina.
-El objetivo de la
expedición de Magallanes no era dar la vuelta al mundo, sino tomar posesión de
las islas Molucas, o de las Especias, en la creencia de que se encontraban en
la parte española del Tratado de Tordesillas. Magallanes murió en la batalla de
Mactán, en Filipinas, siendo sustituido en el mando por el piloto Carvallo y
después por el alguacil Espinosa. La
Victoria dio la vuelta al Mundo porque su nuevo capitán, Elcano, que hasta poco
antes había sido solo el maestre de la Concepción, decidió escoger el camino
más fácil para regresar a España, a pesar de que eso violaba el Tratado de
Tordesillas.
Miguel Ángel Pérez Oca.
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