jueves, 29 de septiembre de 2011

CONGRESO ESCÉPTICO "ANTES DE QUE SE ACABE EL MUNDO".





La sociedad escéptica ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico, a la que tengo el honor de pertenecer, ha convocado su Congreso Nacional 2011 en el Albir, Alfaz del Pi (Alicante) los próximos días 7, 8 y 9 de octubre, “antes de que se acabe el Mundo”, como dicen con recochineo los organizadores.
Se tratarán temas como la magia, el mentalismo y demás patrañas paranormales (o para anormales), la Política basada en pruebas, los aditivos, transgénicos y demás presuntas amenazas alimentarias (hay que tener las ideas muy claras sobre esto y no dejarse llevar por prejuicios y leyendas urbanas, ¿no?), las mentiras de la tele y demás medios de comunicación, el pensamiento crítico en la Red, las pseudociencias y sus peligros y, por último, ese rollo del fin del Mundo y el Calendario Maya, así como otras profecías catastróficas fallidas. Todo esto acompañado de las consiguientes y exquisitas comidas y cenas donde los compañeros podremos compartir mantel y conversación.
La cosa promete, y se cuenta con gente tan autorizada y prestigiosa como Felix Arés y Javier Armentía.
Y es que el Movimiento Escéptico no es ninguna tontería. En estos tiempos en que la ciencia está en la cumbre de sus logros, proliferan los carotas que se escudan en los términos científicos para colarnos sus paparruchas de siempre: que si pulseritas imantadas, que si yerbajos milagrosos, que si alimentos “sin química”, que si el planeta Hercúlebus que nos va a dar un zambombazo, que si la Astrología, que si el Tarot, que si tal y que si cual. Y todo esto, que nos amenaza con una nueva Edad Media, hay que desenmascararlo, digan lo que digan los políticamente correctos defensores de la equidistancia cultural y las posturas neutrales entre científicos y brujos. O un día vamos a ver catedráticos de Ciencias Ocultas y Mancias Esotéricas en nuestras universidades.
Bueno, pues al que le interese puede entrar en:
www.escepticos.es/congreso2011
Un abrazo, y a no dejarse engañar, que hay mucho listo por ahí.
Miguel Ángel Pérez Oca.

sábado, 24 de septiembre de 2011

EL NIÑO QUE VEÍA PASAR AL TREN.





Este es mi más reciente cuento de la Tertulia de la Bodega de Adolfo. Se trata de un niño que midió el tamaño del Universo viendo pasar al tren, durante unas vacaciones en los Alpes.

LAS VACACIONES DE CHRISTIAN.
Christian era un niño de aspecto enfermizo e inteligente. El médico había aconsejado a sus padres que lo llevasen en verano de vacaciones a alguna comarca alpina de aires frescos y secos, donde sus pulmones pudieran fortalecerse. Y allí, en la pintoresca aldea, lejos de factorías y barrios malsanos, su cuerpo se fortaleció, y también sus ganas de jugar, vivir y aprender. A media mañana, un tremendo e interminable tren de mercancías solía pasar por la estación del pueblo, sin detenerse, ni siquiera aminorar su marcha, tal como una exhalación de hierro envuelta en humos, chirridos y silbidos penetrantes. Y su aparición fugaz maravillaba al niño, que imaginaba largos viajes a países exóticos y paisajes llenos de misterios. Todos los días, a la misma hora, Christian dejaba sus juegos y marchaba a la estación, para ver pasar el convoy y sentir en el rostro el viento que desataba su enorme masa lanzada sobre los raíles a toda velocidad.
Como siempre, cada vez que pasaba un tren, el viejo jefe de estación, con su arrugado uniforme azul y su gorra cilíndrica y roja de visera charolada, se plantó a la orilla del andén y levantó una banderita roja, dando paso al convoy. El niño se le acercó y lo observaba con admiración y curiosidad.
-¿Qué, muchacho? ¿Te gustan los trenes? – preguntó el hombre, atusándose el bigote canoso.
-Sí, señor – le contestó el niño, mirándolo de abajo arriba.
-Si quieres saber algo de los trenes, pregúntamelo, anda…
Y Christian se quedó callado un rato, mientras el tren se alejaba por el bosque.
-Pues, dígame, ¿por qué el tren hace “pííí” cuando viene y “pooo” cuando se va?
Y el viejo ferroviario meneó la cabeza e hizo un gesto de admiración.
-Vaya, tú también te has dado cuenta, ¿eh? Eres un chico muy observador. Pero el hecho de que el silbato del tren suene más agudo cuando se acerca y más grave cuando se aleja es un misterio que nadie me ha sabido explicar. Oye, ¿por qué no se lo preguntas a tu maestro? Y el año que viene me lo cuentas, ¿eh?
-Sí, señor – dijo el niño con determinación - , se lo preguntaré.
Pero el maestro, a la vuelta de las vacaciones, no le supo dar la respuesta.
El niño Christian Andreas Doppler, se hizo mayor y estudió Física y Matemáticas en Viena y Salzburgo, y en 1842, a los 39 años, publicó un libro donde se resolvía el misterio que al fin había podido desentrañar por sí mismo, y que tenía la siguiente explicación: Cuando un cuerpo se desplaza rápidamente, emitiendo un sonido constante, las ondas sonoras se comprimen por delante y se separan por detrás, de forma que percibimos ese sonido más agudo cuando se nos acerca y más grave cuando se aleja. A este fenómeno se le conoce desde entonces como Efecto Doppler.
Algunos años más tarde, el físico francés Fizeau descubrió que este efecto se produce también en la luz, de manera que una estrella que se acerca a la Tierra, por muy lejana que esté, se verá más azul, mientras que otra que se aleja, se verá más roja.
En los primeros años del siglo XX, el astrónomo americano Hubble y su ayudante Humason, observando lejanas galaxias en el Cosmos, comprobaron, mediante el Efecto Doppler de la luz, que todas ellas se alejan de nosotros debido a que el Universo está en expansión desde que surgió de una gran explosión, el llamado Big Bang, ocurrida hace más de trece mil millones de años.
Gracias a aquel chico enfermizo que veía pasar al tren, sabemos lo enorme y antiguo que es nuestro Universo. Y es que nunca se sabe lo que puede salir de la cabeza de un niño que admira algo con los ojos llenos de curiosidad.
Miguel Ángel Pérez Oca.

viernes, 23 de septiembre de 2011

DELENDO EST CAPITALISMUS





Ayer, un Premio Nobel de Economía que, por cierto, merece por mi parte las mismas reservas y desconfianzas que si lo fuese de esa otra pseudociencia denominada Astrología, anunciaba a bombo y platillo la venida de otra crisis, de una catástrofe económica sobre la que ya nos azota desde hace unos cuantos años. Hombre, parece que los economistas empiezan a espabilarse y ya las ven venir, porque la otra los pilló a todos en el baño. Hoy, otro eminente economista aparece en la tele para decirnos que para recuperar la bonanza perdida los estados deberían haber hecho lo contrario de lo que han estado haciendo hasta ahora, o sea: nada de recortes y austeridad, sino más gasto público para fomentar el consumo. La impresión que nos produce esta gente descomunal a los ignorantes de tan santa disciplina es que, por mucho que pretendan ser científicos, no tienen ni la MÁS REMOTA IDEA de lo que se traen entre manos. Yo, de verdad, creo firmemente que el primer paso para recuperar nuestro bienestar debería ser cerrar todas las facultades de Economía, retirar el título académico de economista de la lista de los reconocidos, cerrar todas las bolsas, emplear la dotación del Premio Nobel de Economía para un certamen de haykus, y darles a todos los economistas, en especial a los Premios Nobel esos, una escoba o un pico para que se ganen la vida.
Y es que, claro, los señores economistas y los políticos que les siguen parten de una premisa que les condiciona el entendimiento: No se puede cuestionar el Sistema Capitalista. Así que si hay que salvar el Capitalismo por encima de todo, la cosa no tiene arreglo, porque ya es hora de que lo digamos claro: EL CAPITALISMO HA FRACASADO. El Capitalismo, para sobrevivir, debe ser controlado y domesticado por los políticos, si no, se muere de éxito y como el más repugnante de los paramecios acaba devorando sus propias entrañas. Mientras el Capitalismo tenía al Comunismo enfrente, moderaba sus pretensiones, por miedo a que los sufridos ciudadanos nos fuéramos con los rojos y se les acabara la bicoca a los capitalistas. Pero ahora no tienen ningún enemigo más que ellos mismos, los más insolidarios, rapaces y feroces depredadores que ha inventado la naturaleza: El Capitalista Sapiens, devorador de plusvalías y pelotazos. El Capitalismo, de hecho, nació ya viciado y siempre ha sido pernicioso para la Humanidad: Hoy está poniedo en peligro el sistema ecológico, ha creado el calentamiento global y el agotamiento de los recursos, está produciendo una humanidad cuya mitad se muere de hambre mientras que la otra mitad se muere de obesidad, parte de la falsa premisa de que el crecimiento ha de ser indefinido y que los recursos son inagotables, y fabrica unos economistas dóciles que intentan justificar sus desmanes con medidas descabelladas incapaces de acabar con las crisis endémicas. El Capitalismo no funciona, es inhumano, es inmoral, es pérfido y hemos de sustituirlo por un sistema social racional y justo, porque nos va la vida en ello.
Los soviéticos intentaron construir una sociedad postcapitalista y les salió una chapuza totalitaria, una especie de capitalismo de estado que no servía para nada, como no fuera para facilitar la corrupción y la incompetencia, bajo una despótica vigilancia policial. Así les fue, y así les va a sus émulos actuales. La solución quizá va más por la vía de la Socialdemocracia, pero la famosa frase de Felipe González de “Hay que ser socialista antes que marxista” descafeinó y echó a perder la única vía razonable, sumándose a la universal tendencia de no contestar al Sistema desde la política activa.
Pero, dejémonos de paparruchas. El Estado debe amparar al ciudadano, dándole los medios necesarios para vivir bien o no sirve para nada y no le debemos ninguna lealtad. La Sanidad, la Educación, la defensa legal, la comida, el vestido, la vivienda deben ser garantizados por el Estado. La industria pesada, la banca, la seguridad colectiva y privada, las obras públicas, la industria farmacéutica, deben nacionalizarse. Y no vale el argumento de que los negocios privados funcionan mejor que los públicos; porque lo que hay que conseguir es que los funcionarios tengan una productividad equivalente al resto de los trabajadores. Que se les controle y se les exija, como debe ser. En cuanto a los emprendedores, el que quiera fundar un negocio privado que lo haga, siempre que no interfiera con las prestaciones estatales. Y la Economía que la dicte el Gobierno con la ayuda de unos verdaderos economistas formados adecuadamente. Todo ello en un escrupuloso sistema democrático más auténtico y perfeccionado que el actual. Que la presencia del pueblo en la política debe ser permanente y universal.
A lo mejor estoy diciendo tonterías, porque el homo sapiens es un bicho de mucho cuidado y no le van las cosas bien hechas ni los sistemas donde no haya sitio para los aprovechados. Pero sería una lástima.
Así que de momento tendremos que aguantar el chaparrón y maldecir a los malos fabricantes de paraguas con goteras.
Miguel Ángel Pérez Oca.

martes, 20 de septiembre de 2011

GALICIA, GALICIA...













Os pongo el texto de un correo electrónico que he mandado a una amiga gallega que vive en Madrid, ahíta de morriña, dándole cuenta de mis recientes vacaciones en la tierra de los percebes, los centollos, el granito, Prisciliano (suplantado por un tal Jacobo) y la sublime Rosalía de Castro.
Ahí va:

Para:Deva - De:Miguel Ángel Pérez Oca - Enviado:domingo, 18 de septiembre de 2011 - 19:52
Ay, Deva, que me he enamorado de Galicia. Ese paisaje brumoso donde la neblina difumina los perfiles de las cosas y las vuelve irreales, misteriosas y dulces, sin una línea recta del horizonte que nos recuerde que vivimos en la superficie de una esfera, sin unos campos yermos que nos digan que la vida puede rendirse bajo el sol y la sed, tal como en mi tierra rigurosa e intransigente. Todo verde y todo suave. Y la gente, dulce, suave y firme a la vez, cariñosa, trabajadora, con un punto de superstición y con la cautela de quien vive cerca del bosque y de las olas bravas. Celtas de los poblados de granito y paja en los altos de Santa Trega, con la desembocadura del Miño a los pies en un raro día de sol. Pontevedra y sus callejas de granito, sus soportales, y una amable y fuerte gallega que nos prepara un pulpo con pimentón junto a un bar que nos sirve un vasito de Alvariño y un pan jugoso como no los hay ya por estos lares. La Coruña con sus galerías blancas frente al mar y María Pita en su estatua, matando al inglés. Combarro con sus hórreos junto al mar, lejano en marea baja y amenazador cuando crece por influjo de la luna. Santiago, con el santo que hay que abrazar, aunque yo lo saludé en voz baja, y le dije: "Hola, viejo Prisciliano, siempre habrá quien no te olvide, camarada revolucionario. Tú eres tú y aquel palestino, discípulo de Cristo, que murió en Tierra Santa, usurpó tu fama, pero no lo consiguió del todo, ¿verdad?" y el misterio, tan gallego él, continuó presidiendo el magnífico templo románico enmascarado tras una inoportuna fachada barroca. Qué bella debió ser la catedral cuando el Pórtico de la Gloria lucía desnudo en su frontispicio de arcos de medio punto, antes de Trento y sus truculencias y recargamientos. No he visto panorama más impresionante que el que se divisa desde la Torre de Hércules, al son de una gaita tocada con maestría por un celta que no era precisamente gallego, sino irlandés (cosas de la vida y de la globalización), ni escultura más inquietante que la del "Cuerpo Danone" al comienzo del camino que conduce al faro eterno. Y Baiona, con su réplica de la Pinta y sus mariscadoras de brazos hercúleos, estampa viva de la fuerza de las mujeres gallegas. La guía nos hablaba de las féminas de estas tierras, de su energía, de su férrea voluntad y de su dulzura. Recordó los gigantescos restos de una mujer celta de más de dos metros de altura, encontrada en unas excavaciones de la catedral de Santiago, de María Pita, de la Bella Otero, de doña Emilia Pardo Bazán, y de la inigualable Rosalía de Castro:
"Adiós, ríos, adiós, fontes;
adiós, regatos pequenos;
adiós, vista dos meus ollos;
Non sei cando nos veremos..."
Es la morriña, la nostalgia, tan gallega ella, hecha poesía, y sobre todo la galleguidad, auténtica y retunda. Ah, Rosalía, cómo del dolor puede surgir tanta belleza. Si además es cantada por Amancio Prada, uno se puede morir de dulce tristeza.
Y el paladar también participa con la poesía gastronómica de un plato de percebes, o de berberechos, o de gambas tiernas y jugosas como la niebla, o de mejillones al vapor degustados en plena ría de Arousa, a bordo de una barca del Grove. Las gaviotas, tan listas como el hambre, se acercan y planean sobre nosotros y capturan las mollas de mejillón de la punta de nuestros dedos. Después, ahítos de marisco y alvariño, bailamos una muñeira en una de las mejores tardes de mi vida, acompañados de los gritos exigentes de las gaviotas, entre bateas y risas. Qué momentos tan magníficos.
Por vivir unos días en Galicia y entrar en su espíritu, vale la pena aguantar un viaje de 14 horas en autobús y acabar con los pies hinchados como botas.
"Adiós groria, adiós contento.
Deixo a casa onde nacín,
deixo a aldea que conozco
por un mundo que non vin.
Deixo amigos por extraños,
deixo a veiga polo mar,
deixo, en fin, canto ben quero...
¡Quen pudera non deixar!"
Tienes suerte, mucha suerte, de ser gallega, y mujer, y sabia...
Besiños.
Migueliño el antípoda.

martes, 6 de septiembre de 2011

¡ESTOY HARTO!










Estoy harto de escuchar la radio, poner la tele, abrir el periódico y que solo me hablen de economía, del paro, de la crisis, de los perversos mercados, de los gobiernos culpables, de la juventud frustrada, indolente o utópica, de los economistas que nos dan lecciones a toro pasado, de los políticos carroñeros que nos dicen que van a solucionar todos los problemas pero nadie sabe cómo, de los Papas y curas demagogos que se aprovechan de una manera u otra de los jóvenes ingénuos y tiernos, de los gurús de la kultura, de los dictadores a los que se combate solo si tienen petróleo en la finca, de los traficantes de armas, de los traficantes de drogas, de los traficantes de hambre, de la doble moral de los poderosos píos y correctos que violan camareras de hotel, de la violencia contra los diferentes y contra las mujeres, de la que se avecina...

Llevo toda la vida muerto de miedo; toda mi juventud esperando la caída de un pepino nuclear soviético, que luego me enteré que eran de cartón piedra y tardaban horas, no minutos, en poder ser lanzados. Me asustó y me engañó Franco, me amenazó el zar soviético de turno en nombre de sus trabajadores que, según creíamos los ingénuos comunistas de entonces, vivían en la gloria proletaria, me asustaron los yankis con sus bases y su chulería a lo John Waine mientras protegían al dictador católico y apostólico que andaba bajo palio.

Ahora me atemorizan los economistas, los mandamases de la industria farmacéutica, los salvadores que predican contra el tabaco, el alcohol, el colesterol y todos los pequeños placeres de la vida y prefieren prohibir en lugar de enseñar moderación.

Maldigo a los economistas que no previeron la crisis, o nos la ocultaron, a los bancos que son los únicos que no pueden perder uno solo de los euros que les confiamos llenos de candor, a los mercados que somos todos en este sistema infame, corrompido y fracasado, condenado a una crisis permanente, camino de la nueva esclavitud y la humillación definitiva de los que siempre han sido pobres, aunque creían (creíamos) que una hipoteca milagrosa y generosa nos iba a sacar a todos de la modestia.

Me gustaría tomar el Palacio de Invierno y hacer la revolución para traer una nueva sociedad verdaderamente justa a este mundo, pero sé que no hay nada que hacer, que las revoluciones acaban siempre en sainete, que este mono desnudo, brutal y pedante, que somos no tiene arreglo. Que un depredador, cazador innato y comedor de carne sanguinolenta, como el mal llamado homo sapiens (qué risa, sapiens) no puede aspirar a una vida pacífica y equitativa. Que estamos condenados a lamentarnos por toda la eternidad de nuestra efímera existencia, a sufrir con respeto y humildad ciudadana los desplantes y las chulerías de los líderes natos y de los líderes por derecho de sangre, o de pernada, o de enchufe.

Y aún podría estar peor, me digo, si me quitan el derecho al pataleo (en mi blog y poco más, ¿eh?), o a votar entre los "carotas" y los "tontilocos" (Cela Jr. dixit) cada cuatro años, mientras los poderes "económico-fácticos" se ríen en mis narices.

Me da asco esta sociedad fracasada que nada me ofrece, que arrastra sus frustraciones detrás de un paso de Semana Santa, o desde las gradas de un campo de fútbol, o en el seno de un botellón. Me molesta el olor a sudor y a rancio de las aglomeraciones fervorosas.

Así que voy a tomarme un respiro. Me marcho a Galicia unos días, a ponerme morado de percebes, alvariño, nécoras y filetes de buey. Qué le voy a hacer: yo también soy una fiera carnívora y lujuriosa.

Hasta la semana que viene, que tampoco me voy para siempre al valle de Sangri La, que ya sé que no existe.

Miguel Ángel Pérez Oca, el mono vestido.