Solveig
Nordstrom era una jovencita sueca que allá por los años 50 se vino a Alicante
dispuesta a escribir una gloriosa página en el libro de nuestra historia.
Estudiante de Arqueología, se había puesto bajo la protección del doctor
Figueras Pacheco y de don José Lafuente, el primero cronista oficial de la
ciudad y el otro prestigioso arqueólogo. El sr. Figueras contaba con el
terrible inconveniente de ser ciego de nacimiento, aunque su erudición y
profundo conocimiento del tema compensaban esta carencia. En cuanto al doctor
Lafuente era visto con recelo por las autoridades franquistas por haber
manifestado en alguna ocasión opiniones proclives a la democracia liberal. El
equilibrio del grupo lo proporcionaba el atrabiliario padre Belda, que se
encargaba de las excavaciones y demás labores de campo, siempre con su sotana
raída, y sus bolsillos llenos de altramuces y algún bocadillo que repartía los
refajos del cura con alguna pieza ibera de la diosa Tanit, o unas cuantas
monedas mohosas de Marco Aurelio o Cómodo. La joven sueca entró en el grupo
como un soplo de aire fresco y traía consigo nuevos métodos y teorías que a
menudo entraban en conflicto con las ideas un tanto peregrinas de Figueras y
Lafuente. Durante muchos años los eruditos ilicitanos y alicantinos habían
disputado el origen de esta legendaria ciudad, a la que ambos atribuían el
derecho a reclamarse hija de la vieja Illice romana. Figueras había saldado la
cuestión reconociendo a Elche como primitiva Illice, pero, por otra parte se
había sacado de la manga que la ciudad romana encontrada en el Tossal de
Manises, en la Albufereta, había sido la Akra Leuka cartaginesa de Amilkar
antes que romana. Y además, en la comarca de Els Antigons (actual Benalúa) se habían encontrado valiosos restos romanos,
incluida una lápida con mención de Lucentum. Todo este lío arqueológico había
que resolverlo, pero los estudiosos se encontraban con un inconveniente: La
fiebre inmobiliaria se estaba cebando con los futuros terrenos turísticos del Tossal de Manises, posible
Lucentum de las crónicas imperiales. Había en marcha una operación inmobiliaria
que tenía que empezar con el asolamiento del terreno, sacrificando aquél
yacimiento de cerámicas, monedas, piedras de sillería y fragmentos de
escultura. Los miembros del equipo municipal, Figueras, Lafuente y Belda se
lamentaban de la desgracia, pues el estudio detallado del yacimiento podría
facilitar la identificación fidedigna de nuestra ciudad ancestral, para la que,
como hemos visto, habían varios candidatos. Pero no podían hacer nada frente a
las autoridades más interesadas en el lucro ladrillero que en unas piedras
viejas sin valor comercial. Aunque los especuladores no contaban con la
jovencita Solveig Nordstrom. Ella pertenecía a otra cultura y había sido criada
en un ambiente democrático. Así que se lió la manta a la cabeza, buscó la ayuda
del Cónsul sueco y convocó a todos los corresponsales de la prensa extranjera;
y el día en que las excavadoras se presentaron ante las ruinas de Lucentum,
ella se tumbó en el camino, impidiendo la marcha de la maquinaria pesada. La
guardia civil local no sabía qué hacer con ella. Si se hubiera tratado de una
jovencita española, la hubieran espantado de dos bofetadas, pero una sueca, y
acompañada de un cónsul y una legión de periodistas extranjeros… Eso eran
palabras mayores. Así que después de largas conversaciones con altos miembros
del Gobierno de Franco se llegó a un acuerdo y Lucentum, nuestra ciudad madre,
se salvó de la destrucción.
La plaza que conduce a la magnífica
reconstrucción de nuestra Lucentum, Lekant, Medina Alekant, Alacant, Alicante,
lleva ahora el nombre de la jovencita que la salvó para que los alicantinos
sepamos quien fue nuestra madre. La Plaza, adornada con pinos, que cruza el
tortuoso camino que lleva a las puertas de la ciudad y su valioso museo se
llama Plaza de Solveig Nordtrom.