LA MUJER EN LA LUNA
El
director de cine Fritz Lang estaba en su mejor momento creativo, todavía en la
etapa del cine mudo. Acababa de estrenar Metrópolis, una historia de
anticipación social, que había tenido un gran éxito y ahora se proponía
realizar otra de ciencia ficción todavía más audaz. Narraría un viaje a la
Luna, y además el protagonista no sería un aguerrido astronauta, sino nada
menos que una mujer, en los años veinte. Thea von Harbou, su esposa, sería la
guionista, como lo había sido en muchas de sus obras anteriores. La película se
llamaría “LA MUJER EN LA LUNA”.
-Necesitamos
un golpe de efecto, una maniobra publicitaria, que mueva al público a ver la
película… - decía Thea, mientras trasegaba un largo vaso de Whisky con hielo.
-¿Se
te ha ocurrido algo? - le preguntó Fritz.
-Pues…
¿Qué te parecería que financiásemos a mis asesores para que construyan un
cohete de combustible líquido y lo lancen el día del estreno?
El
director se sumió en unos instantes de reflexión.
-¿Nos
costaría mucho dinero?
-No,
que va. Para nuestra productora no más que cualquier campaña publicitaria, pero
para ellos es una fortuna… Y están seguros de que si alguien les ayuda, el
cohete podría subir varios cientos de metros, un kilómetro quizá.
-Bah
- dijo Fritz -, esos son una panda de locos.
-Sí,
los locos de los cohetes, pero de eso saben mucho. Y el doctor Herman Obert, su
jefe, ha escrito un libro muy interesante.
-Sí,
sí, ya lo he leído. Ese libro es el que me animó a sustituir el cañón de Julio
Verne por un cohete.
-Claro,
ya te lo dije. Una ascensión con velocidad acelerada, soportable para los humanos, solo la puede facilitar un cohete.
Yo también he leído ese libro, y antes que tú.
-Ya
lo sé. Pero esos chalados jamás irán a la Luna. ¡Si consideran un éxito subir a
un kilómetro de altura! ¿Pero tú sabes a qué distancia está la Luna?
-Pues
sí, a unos trescientos ochenta mil kilómetros. No olvides que soy tu guionista,
querido, y yo siempre me documento concienzudamente antes de escribir un guión.
-Ya
lo sé, querida. Lo que digo es que esta película es solo un espectáculo de
ciencia ficción. Hemos hecho un esfuerzo en resultar creíbles, pero esos locos
nunca llegarán a la Luna, ni ellos ni, probablemente, nadie. Por lo menos hasta
dentro de unos cuantos siglos…
-¿Tú
crees? Pues ellos están convencidos de que el estado que los financie podrá
mandar hombres a la Luna antes de que acabe este siglo.
-Paparruchas.
Eso es pura fantasía de unos cuantos estudiantes pobres y un profesor chiflado.
-Bueno…
No todos son estudiantes pobres. En el grupo hay gente muy interesante. Hasta
tienen un aristócrata, un muchacho muy educado y bien vestido.
-Otro
loco de esos.
-Se
llama Verner von Braun.
-Pues,
eso, un idealista que se pasará la vida soñando con alcanzar la Luna y cuyos
cohetes jamás llegarán a nuestro satélite.
Miguel
Ángel Pérez Oca
(500 palabras)