martes, 28 de enero de 2020

BLOQUEADO.

El tema de la tertulia de ayer era "Bloqueado" y un problema de salud me tuvo bloqueado en casa impidiéndome asistir a la reunión con mis amigos; así que os pongo aquí el trabajo que había preparado para la ocasión, que espero os guste:




EL CIELO BLOQUEADO.

            Filipo Bruno, conocido por la Iglesia como fray Giordano, era un fugitivo de la Inquisición. Se le buscaba por ser un contumaz hereje arriano y panteísta. Viajaba de incógnito por las ciudades del norte de Italia, y ejercía de profesor particular en las casas de los burgueses de Noli. Enseñaba Matemáticas, Nemotecnia y Filosofía, cuidando mucho de ocultar sus opiniones prohibidas.
            Oscurecía en una playa tranquila y él, tumbado en la arena, entre los cañaverales, contemplaba las primeras estrellas de la noche incipiente. En el porche de la cercana venta, una hermosa mujer, Giulia, barría la entrada, mientras dirigía al exiliado un provocativo saludo.
            -Esta noche entraré otra vez en tu cuarto y te enseñaré los secretos del amor – le decía con un gesto atrevido y silencioso.
            Pero el joven Filipo no se mostraba receptivo a los encantos de la muchacha. Más bien se sentía bloqueado por un insidioso pensamiento que lo atormentaba desde hacía días; desde que pudo ver el maravilloso cielo de las playas de Noli.
            -¿Cómo veríamos el cielo si la esfera de las estrellas fijas no se interpusiera en nuestra vista? - se preguntaba e imaginaba un martillo gigantesco que rompía la bóveda y permitía ver los infinitos mundos que se ocultaban tras ella.
            Filipo, erudito incansable, recordó viejas teorías cosmológicas. Decía el cardenal de Cusa que el Universo ha de ser necesariamente infinito, e imaginaba un espacio interminable lleno de mundos, acompañado cada uno por un Sol y unos planetas que girarían a su alrededor; y más allá, una esfera opaca de estrellas fijas que impediría ver las otras Tierras, pobladas por gentes que cantarían la gloria de Dios. Sin embargo, el polaco Copérnico sostenía que nuestro mundo, acompañando en su danza a los demás planetas, gira alrededor del Sol, fijo en el centro del Orbe.
            -¿Quién tiene razón de los dos sabios? – se preguntaba Filipo, deseando que la esfera de las estrellas fijas se tornase transparente y dejara de bloquear la visión del Universo.
            Y de pronto, un rayo de comprensión golpeó su cabeza. Jamás pensador alguno ha tenido una visión más grandiosa. Nunca ha habido una revelación más contundente.
            -¡Claro, está clarísimo! Los dos tenían razón. El Universo es infinito y está lleno de mundos, pero cada uno de ellos es un sol alrededor del cual giran los planetas habitados. No existen esferas de estrellas fijas. Nada bloquea nuestra vista. Lo que vemos es el Universo mismo, plagado de soles y planetas. Las estrellas que siempre hemos creído que estaban clavadas en una esfera opaca, son en realidad otros soles lejanos en un espacio inmenso.
            Y el Universo se mostró a Bruno como nunca antes lo había hecho a ningún mortal. Él fue el primero que admiró el cielo como ahora lo hacemos nosotros.
            Cómo te envidio, Giordano Bruno. Por ser el primer testigo de este prodigio vale la pena morir en la hoguera. Esta noche gozarás de la bella Giulia rodeado de la gloria de las estrellas, del infinito Universo y mundos.

                                                                       Miguel Ángel Pérez Oca.

                                                                                (500 palabras)

Notas.- Giulia es el personaje principal de “Los heroicos furores”, un libro de Bruno.

           “El infinito Universo y mundos” es un libro de Bruno de tema cosmológico.

jueves, 16 de enero de 2020

170 AÑOS DESPUÉS.

La primera imagen es un grabado de 1850, de Alfred Guesdon, tomada al parecer en un dibujo basado en fotografías tomadas desde un globo cautivo. Es la primera imagen de Alacant a vista de pájaro.
La segunda imagen es una composición fotográfica desde el mismo punto de vista del Alacant actual, utilizando el programa Google Earth.



martes, 14 de enero de 2020

RELATIVIDAD.

El tema de la Tertulia Filandón de ayer era "Éter" y yo presenté este trabajo didáctico que espero os guste:

Los fundamentos de la Teoría de la Relatividad de Einstein son bastante fáciles de entender. En primer lugar debemos considerar que la inercia equivale al reposo propio, es decir, un cuerpo, o conjunto de cuerpos, que se mueve respecto de otro y que no modifica su velocidad ni su dirección, está en reposo para sí mismo. Después, la ciencia ha probado que la velocidad de la luz es absoluta (299.792 Km./seg.), o sea que la luz siempre viaja a esa velocidad sea cual sea la velocidad y dirección del emisor y sea cual sea la velocidad y dirección del receptor; ambos emiten o reciben la luz a su velocidad característica sin que los movimientos de uno u otro se sumen o se resten de dicha velocidad, medida desde ambos. Así que Einstein nos dice que si esa velocidad es absoluta, deberán ser relativos el tiempo y el espacio. Otra cosa es dominar la Relatividad desde unas matemáticas (cálculos tensoriales) adecuadas y que muy pocos dominan. Yo, desde luego, no.




EL ÉTER Y LA NADA.

            Alberto era un tipo gracioso, con su pelo alborotado, su gran bigote, sus ojillos pícaros y su constante sonrisa irónica. Siempre vestía el mismo traje gris y jamás llevaba calcetines. Distraído y ensimismado, salvo cuando se trataba de admirar a una mujer hermosa, se pasaba las horas, en las que había poco trabajo en la oficina, leyendo revistas científicas alemanas y tomando tazas y más tazas de café, que el portero le subía desde la cafetería de la esquina.
            Aquella tarde interminable, Alberto permanecía sumido en la lectura de un artículo que, por lo visto, le interesaba sobremanera, mientras tomaba notas y desarrollaba fórmulas en una servilleta de papel.
            -¡Eureka! – gritó de pronto, sobresaltándome hasta el punto de que se me cayó la probeta que sostenía en la mano derecha.
            -¿Qué te pasa, amigo? Pareces Arquímedes.
            -Es que lo soy, Giuseppe, lo soy. Acabo de descubrir que el éter no existe.
            -¿Qué éter? ¿El etílico, el quinto elemento de los clásicos…?
            -No. El éter físico, el medio por el que se supone se propagan las ondas de la luz – me respondió solemne, mientras se rascaba nerviosamente su nariz semítica.
            Y ante mi divertido asombro, desarrolló, seguramente por primera vez en la Historia, su teoría que había de cambiar para siempre los principios de la ciencia moderna.
            -Han vuelto a repetir el experimento de Michelson y Morley, esta vez con un interferómetro de 32 metros de recorrido, y da los mismos resultados que en  1887. Es decir, no da resultado alguno. Vaya la luz en la dirección que vaya, su velocidad es la misma, 299.792 kilómetros por segundo. Es como si el aparato, que han instalado en Cleveland, estuviera inmóvil en medio del espacio vacío, a pesar de que nuestro planeta viaja a 107.000 kilómetros por hora alrededor del Sol y a más de 1.000 alrededor de su eje, en la latitud del laboratorio. O sea: la velocidad de la luz es un valor absoluto. Siempre es la misma, independientemente de la velocidad de la fuente emisora, pero también del receptor. Así que… ¡no existe el éter…! Aunque, Giuseppe, ¡eso no es todo! Si esa velocidad es absoluta en todo el Universo, como proponía Galileo para el tiempo, debe ser el tiempo el que es relativo… Si viajásemos por el espacio a bordo de dos balas de cañón a velocidades distintas, mi tiempo y el tuyo no serían el mismo. ¿Me entiendes, amigo?
            -Pues no sé, Alberto… - le contesté desconcertado – Yo solo soy un pobre estudiante de Química.
            -No me llames Alberto; me llamo Albert, Albert Einstein, y aunque trabajo de modesto empleado en esta Oficina de Patentes de Berna, soy doctor en Física.
            -Bueno – me excusé –. Yo soy de Lugano, y mi lengua es la italiana. Así que tú, maldito sabihondo, para mí te llamas Alberto y eres un genio o un loco. No sabría decirte.
            Y los dos nos echamos a reír.
            Cuando ahora veo su imagen en las enciclopedias ya sé que era las dos cosas.

                                                                       Miguel Ángel Pérez Oca.

                                                                               (500 palabras)