domingo, 6 de diciembre de 2020

EL VIRÓLOGO Y EL FUTBOLISTA.

 


            El otro día, Calleja, el estupendo comunicador de televisión, nos obsequió con un programa sobre los científicos que luchan en nuestro país por darnos una vacuna que nos saque de este infierno de pandemia que padecemos. Me llamó la atención uno en especial, de unos 40 años de edad, que trabaja en ello de sol a sol en unos laboratorios impresionantes, con tecnología punta y asumiendo los riesgos propios de los que se acercan demasiado a esos nanúsculos y malvados virus. En un momento dado, el presentador se interesó por sus condiciones de trabajo. Y, ¡asombraos, amigos! A su edad y su sobresaliente categoría científica, todavía no tiene contrato fijo. Gana menos de 2000 € al mes y, siendo como es cabeza de un formidable equipo de investigadores que nos van a salvar la vida, todavía está haciendo oposiciones para alcanzar un puesto de trabajo fijo en su especialidad. Otro de los investigadores es un jubilado que ha dejado su merecido reposo y se ha puesto a la faena por puro altruismo, mientras sus colegas juegan a la petanca. Mal será que pierda su pensión.

            En esas mismas fechas, el mundo se conmociona, se desespera y se rasga las vestiduras ante la muerte prematura del dios Maradona, un hombre que ha ganado muchos cientos de millones dando patadas a un balón, y cuya mayor proeza fue compensar la humillante derrota militar de las Malvinas, marcando para Argentina contra Gran  Bretaña… ¡el mejor gol de la historia! Y seguramente el más caro. Se le ha llamado La Mano de Dios, y ha muerto pronto por su mala cabeza, alcohólico, drogadicto, y presunto pedófilo y maltratador. Pero todo se le perdona porque pateaba el balón como nadie. Y a una joven futbolista que tuvo la osadía de negarse a homenajearlo se le ha llegado a amenazarla de muerte.

Se dice que  el presupuesto de algún club de futbol de primera división en España es superior al presupuesto del Ministerio de Sanidad, y mientras nuestros formidables médicos, enfermeras y demás sanitarios se nos marchan al extranjero para tener un salario decente, y nosotros dudamos si ponernos o no la vacuna, las UCIs se llenan de moribundos en los hospitales y los políticos dudan si dejarnos salir en Nochebuena, no vayamos a cabrearnos y no los votemos.

            ¿No os da  vergüenza que los jóvenes de hoy sepan quién es Mesi pero ignoren quién fue Ramón y Cajal? Pues nada, a juntarse todos en locales cerrados, sin mascarilla y confiando en la fortuna; que si os coge el bicho y os morís boqueando como sardina fuera del agua, habrá sido por pura y casual mala suerte. Además, esa putada es solo cosa de viejos.

            Que os den…

lunes, 30 de noviembre de 2020

GANDHI Y LOS LÁPICES DE COLORES.

 


 

            Ayer vi, por enésima vez, una película maravillosa en la tele. Se trata de GANDHI, de Richard Atemborouch, con un genial Ben Kinsley interpretando al padre de la no violencia. ¿Os imaginais al Mathama intentando acabar con la lucha fratricida entre hindúes y musulmanes haciendo dibujitos con lápices de colores? Dibujitos en los que se viera un mundo ideal en el que unos y otros vivieran en paz. Él no hizo eso, evidentemente, él puso en peligro su propia vida ayunando hasta que, vencidos por su superioridad moral, los violentos abandonaron las armas. El actuó. ¿Os imagináis qué hubiera hecho Gandhi si una pandemia de coronavirus hubiera azotado el mundo en su tiempo? Él hubiera actuado, él, seguramente, hubiera forzado a los irresponsables a evitar las reuniones en locales cerrados, a llevar mascarilla y guardar las distancias, a lavarse las manos y desinfectar la ropa. Les hubiera dicho: “Ayunaré hasta morir, a menos que hagáis lo debido para derrotar al virus” (y seguramente, dadas las mentalidades actuales, hubiera muerto). No, no hubiera utilizado lápices de colores y gomas de borrar para pintar un mundo mágico donde los virus no pudieran atacarnos. No. No lo haría.

            Por eso, cuando una queridísima amiga escribió un artículo en el que decía que quisiera tener unos lápices de colores y una goma de borrar mágica, para pintar un mundo libre de tragedias, yo no me pude contener, y escribí un comentario a su texto, en el que le decía que los lápices de colores no sirven para nada en el mundo real, que lo que hay que hacer en busca del mundo ideal es actuar en consecuencia, trabajar para cambiar realmente las cosas, en este caso, evitando las reuniones en locales cerrados, usando mascarilla y demás.

            La respuesta, por parte, más que de ella, de sus amigas y presuntas protectoras, fue contundente: Se me acusó de  haberle lanzado una “sarta de reproches paternalistas, condescendientes, manipuladores y machistas”. Yo ya estoy acostumbrado a que se me tache de todo (hasta hay quien me llamó mequetrefe), así que no me altero por eso. Constato, eso sí, que cuando uno hurga en la conciencia y en la debida responsabilidad de los que prefieren mirar para otro lado, el escozor de conciencia no les deja dormir, y se revuelven como gatos panza arriba.

            Pues lo siento, pero no voy a callarme. Porque tengo la obligación (tendríamos todos) de aprender de Gandhi. Y siento mucho haber ofendido a quienes tanto apreciaba, pero, según mi opinión, el mundo no se arregla con lápices de colores, ni con paños calientes.

 

                                                                       Miguel Ángel Pérez Oca.

sábado, 24 de octubre de 2020

MI POESÍA FAVORITA DE MI POETA FAVORITO.

         

 Mi poesía favorita de mi poeta favorito: MIGUEL HERNÁNDEZ. Para ti.


      




 GUERRA

Todas las madres del mundo

ocultan el vientre, tiemblan

y quisieran retirarse

a virginidades ciegas,

el origen solitario

y el pasado sin herencia.

Pálida, sobrecogida

la felicidad se queda.

El mar tiene sed y tiene

sed de ser agua la tierra.

 

Alarga la llama el odio

y el amor cierra las puertas.

Voces como lanzas vibran,

voces como bayonetas.

Bocas como puños vienen,

puños como cascos llegan.

Pechos como muros roncos,

piernas como patas recias.

El corazón se revuelve,

se atorbellina, revienta.

Arroja contra los ojos

súbitas espumas negras.

 

La sangre enarbola el cuerpo,

precipita la cabeza

y busca un hueco, una herida

por donde lanzarse afuera.

 

La  sangre recorre el mundo

enjaulada, insatisfecha.

 

 Las flores se desvanecen

devoradas por la hierba.

Ansias de matar invaden

el fondo de la azucena.

Acoplarse con metales

todos los cuerpos anhelan:

desposarse, poseerse

de una terrible manera.

 

Desaparecer: el ansia

general, creciente, reina.

Un fantasma de estandartes,

una bandera quimérica,

un mito de patrias: una

grave ficción de fronteras.

 

Músicas exasperadas,

duras como botas, huellan

la faz de las esperanzas

y de las entrañas tiernas.

Crepita el alma, la ira.

El llanto relampaguea.

¿Para qué quiero la luz

si tropiezo con tinieblas?

 

Pasiones como clarines,

coplas, trompas que aconsejan

devorarse ser a ser,

destruirse piedra a piedra.

Relinchos. Retumbos. Truenos.

Salivazos. Besos. Ruedas.

Espuelas. Espadas locas

abren una herida inmensa.

 

Después, el silencio, mudo

de algodón, blanco de vendas,

cárdeno de cirujía,

mutilado de tristeza.

El silencio. Y el laurel

en un rincón de osamentas.

Y un tambor enamorado,

como un viento tenso, suena

detrás del innumerable

muerto que jamás se aleja.        

miércoles, 14 de octubre de 2020

MARTE EN OPOSICIÓN

Como os dije ayer, anoche observé Marte en su oposición. Esta "solo" a 62 millones de km. Y, aunque estaba despejado no había buen seeng (visibilidad, puede ser mala a causa de turbulencias o la presencia de vapores en la alta atmósfera), pude apreciar los principales accidentes de su superficie. Ahí os mando los dibujos que hice.



  

 

viernes, 9 de octubre de 2020

AYER VOLVÍ A MARTE.

 Marte está ahora a poco más de 60 millones de kilómetros en una de las oposiciones más próximas a la Tierra. Ayer volvía a observarlo e hice el dibujo que os pongo. Pude ver el Mare Sirenum, que es una sucesión de llanuras cubiertas de polvo volcánico; y la región de Tarsis, donde se encuentran los volcanes más grandes del Sistema Solar que, por supuesto, no alcancé a ver. Olimpus Mons, el más grande, tiene 25 kilómetros de altura. Marte tiene un diámetro la mitad que la Tierra (Tierra 12.000 km. Marte 6.000 km.). Su día dura 24 horas y media. Su año como dos años terrestres. Tiene dos satélites muy pequeñitos: Fobos y Deimos, de 20 y 30 km. de diámetro. Y allí yo pesaría solo 26 kg. Su atmósfera, de dióxido de carbono tiene una presión similar a la nuestra a 30 km. de altura, es decir, una centésima de la nuestra a nivel del mar. En su suelo hay huellas de haber tenido agua, hace millones de años, y por eso tiene mucho interés su exploración, en busca de fósiles o restos químicos de una posible vida desaparecida en la actualidad.

Os regalo mi dibujo, y la noche del 13 al 14, si el tiempo no lo impide, volveré a observar, aprovechando el momento de mayor aproximación y luminosidad. Os pongo el dibujo y una foto del telescopio que he utilizado.



miércoles, 30 de septiembre de 2020

MIS VIEJOS AMIGOS.

  Defraudado y desengañado del ser humano, mal llamado Homo Sapiens, por las noches me dedico a mis amigos del cielo. Estas son mis últimas observaciones con mi telescopio de 200 mm., desde mi terraza y desde la  estrecha galería de mi cocina. Son para vosotros y vosotras, con todo mi cariño:






jueves, 3 de septiembre de 2020

¡QUÉ FUE DE TULLIO DE PRATO, EL BOMBARDERO DEL 25 DE MAYO?


Savoia Sparviero

             Cuando, hace ya doce años, escribí el libro 25 DE MAYO, LA TRAGEDIA OLVIDADA, tuve acceso a los archivos de la Aviación Militar Italiana, donde pude leer el parte oficial del bombardeo del 25 de mayo de 1938. En él se dice que la acción homicida se había llevado a cabo por dos formaciones: la primera con cuatro aparatos Savoia 79 “Sparviero” de la 19ª escuadrilla al mando del capitán Zigiotti y la segunda con tres aparatos de la 10ª escuadrilla al mando del capitán De Prato.
            Nada más pude averiguar de estos dos capitanes hasta que hace unos dos años, mi hermano Eusebio, con su habitual tenacidad investigadora, pudo localizar a De Prato, gracias a un libro autobiográfico que este criminal de guerra publicó en Italia con el título “Tullio de Prato, un pilota contadino”. Ahora ya es fácil localizarlo. Basta con entrar en Google y pedir este título. Por fin, como en las buenas novelas policiacas, habíamos encontrado al asesino. O al menos, a uno de ellos.
            Tulio de Prato, nacido en Pola en 1908, vino a España en marzo de 1937 como voluntario de la Aviación Legionaria Fascista. El 26 de abril de ese año participó, como copiloto navegante, en el bombardeo de Guernika. Regresó a Italia, donde fue ascendido a capitán. Volvió a España de octubre de 1937 hasta junio de 1938, participando en marzo en los sangrientos bombardeos de Barcelona, ya como jefe de escuadrilla. Y el 25 de mayo de 1938 perpetró con su grupo y el del capitán Zigiotti nuestro terrible “Bombardeo del Mercado”, causando más de 300 víctimas mortales entre una población indefensa de civiles no combatientes, en su mayoría ancianos, mujeres y niños.
Tras la caída de Mussolini, el nuevo Estado democrático de la República Italiana lo ascendía en 1947 a Teniente Coronel, en lugar de juzgarlo como criminal de guerra o, al menos, depurarlo y destituirlo de sus cargos militares. En 1958 ascendió a Coronel y en 1960 fue nombrado General de Brigada. Murió el 24 de diciembre de 1981 en Coriano (Rímini) a la edad de 73 años, considerado por todos como un honorable militar retirado, héroe de guerra y pionero de la aviación italiana. Tenía tres medallas al valor militar “por la afirmación de los ideales fascistas” y la Cruz de Hierro alemana. Nunca tuvo que rendir cuentas por sus crímenes.
Es indudable que el Estado Italiano tiene una deuda con Alicante.
                                              Miguel Ángel Pérez Oca.
                                               

               

miércoles, 2 de septiembre de 2020

PÁGINA WEB DE RADIO ALICANTE

Podéis ver el magnífico reportaje que los amigos de Radio Alicante han puesto en su página Web entrando en: https://cadenaser.com/emisora/2020/09/01/radio_alicante/1598979136_760727.html

martes, 1 de septiembre de 2020

ENTREVISTA HOMENAJE A MI MADRE EN LA SER.

Esta mañana, a las 13 horas, me han hecho una entrevista en Radio Alicante, de la Cadena SER. El locutor Carlos Arcaya me ha preguntado sobre ella y ha puesto su voz, sacada de un reportaje que le hicieron cuando cumplió 100 años. Algunos amigos y amigas lo han escuchado en directo, pero otros, que no lo han podido oír, podréis entrar en "Radio Alicante - Cadena SER en directo", buscar la sección "A la Carta", y en "Hoy por Hoy Alicante. Tramo 13,00 - 14,00" del 01/09/2020, a partir del minuto 10 al 35 podréis oírlo.
Gracias.

jueves, 27 de agosto de 2020

DESPEDIDA EN PAZ.

Cuando Magdalena Oca cumplió 100 años, junto a sus biznietos Riki, Moisés y Sara.

Mi madre ha fallecido hace tres días. Murió dulcemente mientras dormía, a los 102 años de edad. Son muchas las reflexiones que bullen en mi cabeza, alguna de las cuales justifican mi actitud en cierto modo intransigente hacia la conducta debida frente al coronavirus. Pero creo que la copia del correo a un amigo aquejado de una grave enfermedad en respuesta a un comentario telemático suyo a mi artículo "El gato", servirá de resumen a mi pensamiento. Ojalá haga reflexionar a quienes sepan anteponer la generosidad a sus propios intereses vitales.

Querido amigo XXX: He tardado en darte una inmediata respuesta a tus dos escritos porque anteayer sufrí una no por esperada más lamentable pérdida. Mi madre, de 102 años falleció apaciblemente mientras dormía en su residencia de Ballesol. Hacía días que, durante las visitas que nos permitían, desde el otro lado de una reja y  a más de dos metros de distancia, podíamos ver su último y vertiginoso declive físico, aunque en ningún momento sufrió dolores o angustias que hicieran su agonía atormentada o humillante. Siempre permaneció lúcida y esa mañana, al despertar rechazó el desayuno y manifestó su deseo de "dormir un poco más". Serían las 11 cuando la enfermera que la cuidaba comprobó que había fallecido, dulcemente, tranquilamente. Me imagino la dolorosa agonía de los ancianos que mueren víctimas del coronavirus. Prácticamente, por lo que tengo entendido, se asfixian y padecen dolorosas molestias y angustias. Y por lo tanto me felicito de que mi madre no muriera contagiada de esa cruel enfermedad. Y agradezco profundamente las generosas renuncias de todos aquellos que, asumiendo su responsabilidad social, se han privado voluntariamente estos días de acudir a reuniones en locales cerrados y a celebraciones y espectáculos multitudinarios, playas atestadas, etc. y que en todo momento siguen las reglas de llevar mascarilla, lavarse las manos y respetar las debidas distancias. Gracias a ellos, seguramente, mi madre ha tenido una buena muerte. Porque, de haber fallecido víctima de la pandemia, yo no hubiera podido evitar abrigar un sentimiento de rencor y hasta de odio hacia los irresponsables. Sentimientos que no puedo eludir, de todos modos, porque veo en cada anciano que muere del coronavirus alguien que podía haber sido ella.
Estoy completamente de acuerdo con el artículo que me has mandado, junto a tus dos escritos.
Recibe un abrazo lleno de esperanza de tu amigo que te desea una pronta recuperación de tus dolencias y que todos salgamos incólumes de esta desgracia.
Miguel Ángel Pérez Oca.

domingo, 23 de agosto de 2020

EL GATO


Me siento como un gato, como mi gato Kepler. Solo en mi casa, solo en mi estudio, solo ante este ordenador, solo dentro de mí. Hace tiempo que se han acabado las reuniones con los amigos, las tertulias, las conversaciones. Soy un gato, soy como Kepler, huraño, solitario, con cada centímetro de mi casa, que es mi universo, en el mapa mental que existe dentro de mi cabeza. Apenas me trato con mi esposa, con mi familia, con mis vecinos, con nadie desde hace meses.
        Todo empezó cuando ese maldito virus llegó a estas tierras y el Gobierno decretó el aislamiento. Nunca había visto calles tan vacías, silencios tan espesos, gentes más extrañas y ajenas. Fue, y es aún, el reino de las mascarillas y los guantes de látex, de los termómetros de pistola, de la distancia de seguridad, de la emulación constante de Poncio Pilatos, jabón terco y gel alcohólico - gel borracho, ja, ja, ja -. Y a las 8 de la tarde, al principio ya de noche, después aún de día, desde los balcones, desde las terrazas, aplausos en honor de los heroicos sanitarios que nos habrían de cuidar si caíamos en las garras del enemigo invisible… Y así un día y otro. Salir solo a echar la basura, a comprar en la farmacia. Hacer compras por teléfono o Internet, y bajar a recogerlas al zaguán, con la mascarilla puesta y el dinero en la mano enguantada. Y otro día y otro, y los aplausos a las 8 y las ausencias y el silencio y el vacío.
            Y después vino la recuperación, la “desescalada”, o el invento de una nueva normalidad. Ya casi no se moría nadie, ¿verdad? Así que ya podíamos salir de casa y hasta podíamos vernos con amigos y reunirnos en casa de los familiares. Pero siempre con la mascarilla delante de la cara, por prudencia, por consideración a los amenazados. Que en los hospitales seguían muriendo algunos desgraciados. Que en las residencias había ocurrido una horrible mortandad de abuelitos, que no debía volverse a repetir. Pero sí se repitió, y volvieron a aumentar los contagios y las muertes. Pero no se podía prolongar por más tiempo el aislamiento general, pues la economía capitalista tenía que sobrevivir, o uno podía morirse de hambre a la puerta de un mercado repleto si no tenía dinero en el bolsillo, o en la cuenta bancaria. Y era inútil intentar remediarlo, pues los imbéciles continuaban su carrera gregaria hacia el contagio. Al fin y al cabo, son los pertenecientes a los grupos de riesgo – viejos, enfermos crónicos, predestinados – los que se mueren; y los imprudentes eran jóvenes y les importaba un bledo contagiar a los que iban a morir. De vez en cuando también se moría o sufría mazazos algún joven, pero eran tan pocos… Y los más racionales tuvimos que volver a extremar la prudencia. Nada de socializar en locales cerrados y mal ventilados. Las reuniones pocas, escuetas, al aire libre y con mascarilla. Esa era la norma obligada.
            Y regresaron los gatos. Yo fui otra vez Kepler. Me hubiera hecho mucha falta volver a mi tertulia, con mis amigos y amigas… Pero nuestra guarida es un lugar estrecho y mal ventilado. Los tertulianos, escasos, se reunían otra vez allí y mandaban fotos donde se les veía sin mascarilla, muy cerca unos de otros, con aspecto feliz, confiado, pero con el riesgo escondido, invisible, en el aire espeso de las tres horas de ingenio, tan vitales, tan necesarias. Evité ir, no por miedo a mi enfermedad – yo soy de los que habitan en un grupo de riesgo -, sino por miedo a la enfermedad de los míos, que yo pudiera contagiarles. Y me alejé de todo contacto. Incluso los mensajes de Wathsapp fueron escaseando por parte de mis antiguos contertulios. Quizá porque ya era un extraño para ellos. Publiqué un nuevo libro, que no pude presentar en público y cuyas ventas ignoro. Ni siquiera hay ya aplausos a las 8. Ahora la soledad no está en las calles, abarrotadas de estúpidos con la mascarilla colgando del codo, de la muñeca o de los huevos; no, la soledad está dentro, en la mente del gato en que me he convertido.
            Hay compañeros que prefieren arriesgarse y acuden a la tertulia, y forman un escaso y desvaído grupo supuestamente heroico. Y yo me pregunto por su insolidaridad. Yo iría con ellos si la reunión se hiciera al aire libre, si se respetaran las distancias, si las mascarillas solo se bajaran para beber y comer… Pero dentro del bar… Pienso que no tengo derecho a poner en peligro a los míos, ni a los que no lo son. No lo hago por mí, me repito, no sé si como una coartada, una excusa de gato solitario.
            Comprendo que haya quien defienda su negocio, porque se juega su pan. Comprendo que haya quien acuda porque no quiere sucumbir. Comprendo que haya quien no soporte claudicar a la realidad. Pero los gatos tenemos muy clara la evidencia de nuestro territorio y de nuestra soledad, y hasta nos gustan las calles solitarias.
            ¿Cuándo terminará este despropósito? ¿Cuándo seré manumitido por una de esas vacunas temerarias, cuyos efectos secundarios aún no han sido convenientemente estudiados? Me da igual. Acudiré a vacunarme, liberaré mi conciencia y entraré de nuevo en el bar de la vieja tertulia, donde ya no sé si seré bien recibido, con alegría o con mala conciencia; porque quizá mi presencia signifique para mis antiguos compañeros un reproche, una acusación de temeridad egoísta e insolidaria. Tampoco sé si regresaré con la dicha en la mirada, o si mis pupilas se habrán vuelto verticales y desconfiadas como las de un gato. Porque no sé si una persona que se ha convertido en felino puede regresar a su antigua condición de homo sapiens.
            Si al menos, las calles permanecieran desiertas y oscuras y a las 8 se oyeran aplausos en los balcones. Si uno no tuviera que ver a jilipoyas abarrotando las calles con la mascarilla colgando, escupiendo perdigones de saliva infecta en cuanto salimos a la calle. ¿Por qué me siento tan decepcionado del género humano? Quizá sería mejor no dejar nunca de ser como Kepler.

                                                                      Miguel Ángel Pérez Oca.

                                                           23 de agosto de 2020 (6º mes de pandemia

miércoles, 12 de agosto de 2020

YA ESTÁ.

Me acaban de decir que mi libro ADANA, LA MUJER PERFECTA ya está en varias librerías de Alicante. Si alguien quiere que se lo dedique, no tiene más que decírmelo y quedamos en cualquier sitio a tomar un café o una cerveza y se lo firmo.
Por culpa del coronavirus no hemos podido hacerle una buena presentación.

viernes, 7 de agosto de 2020

UN DIBUJO DE ENCARGO.


Mi amiga Ana Ponce me ha invitado a dibujar una autocaricatura cabalgando sobre un libro, como símbolo de que la Literatura nos puede librar del aislamiento. Yo me he dibujado huyendo de la Tierra devorada por el Coronavirus, y mandando a paseo al Homo Sapiens, último culpable de los desarreglos naturales que sufre nuestro castigado planeta. Naturalmente, me he puesto con mascarilla y guantes, como está mandado. En cuanto a la distancia, ya veis que me alejo bastante de cualquier asintomático..

martes, 4 de agosto de 2020

102 AÑOS.



Hoy mi madre cumple 102 años. Magdalena Oca nació el 4 de agosto de 1918, el año en que terminaba la I Guerra Mundial. Aquí reinaba Alfonso XIII, que también acabó en el exilio. Magdalena vivió la esperanzadora II República, la terrible Guerra Civil, sobrevivió al bombardeo del 25 de mayo de 1938, tuvo que esperar a que mi padre saliera de la cárcel de la venganza franquista, para poder casarse con él y engendrarme, y tuvo dos hijos y una hija, Conchita, que moriría muy joven en un accidente de tráfico. Mi padre también había muerto demasiado pronto, como consecuencia de un ictus. Así que ella siempre fue muy pesimista, quizá con razón; y ahora languidece tranquilamente más allá del tiempo, pero con la memoria intacta. Hoy iremos a visitarla y, si nos deja la lluvia, la veremos a través de una reja, por aquello del inoportuno coronavirus. Ella, ya alcanzados todos los objetivos de la vida, nos distinguirá entre la niebla de su vista deteriorada y nos dirá algo más o menos inteligible con su verbo cansado, en una mañana incardinada en un lento atardecer.
El tiempo...
Bueno pues... ¡Feliz cumpleaños, mamá!

sábado, 1 de agosto de 2020

UNA RESEÑA DE MI ÚLTIMO LIBRO.

Mi querida amiga Marisol Moreno, ex concejala de Juventud y Protección Animal de Alicante por la formación Guanyar Alacant, feminista, animalista y desternillante monologuista, tenía que haber sido la presentadora de mi novela ADANA, LA MUJER PERFECTA, si no hubiera sido por la maldita pandemia que impide los actos públicos. Así que a falta de una charla de presentación, me ha obsequiado con esta reseña que retrata fielmente mi último libro:
 Portada

 Ilustración del autor.

Ilustración del autor.

RESEÑA de ADANA LA MUJER PERFECTA
Por Marisol Moreno

En estos tiempos de pandemias globales, cambio climático, capitalismo voraz, colapsos mundiales en diferentes áreas, con cientos de especies en peligro de extinción de la mano del ser humano que actúa como un virus destruyendo y esquilmando los recursos que lo sustentan, en los tiempos en los que los líderes mundiales (99% hombres) demuestran una ineptitud irrevocable y perpetúan una insostenibilidad absoluta para nuestra especie, no es de extrañar que las historias apocalípticas con drásticos finales para la raza humana, se vislumbren hoy en día como posibles.
A nivel literario, la humanidad ha pasado de vivir en “Un mundo feliz” de Aldous Huxley en 1932 o el “Gran hermano” de Orwell en 1949 a la cada vez más persistente idea de que la humanidad necesita un relevo como especie, ya que la inercia de nuestra propia existencia nos lleva inexorablemente por un camino lleno de incógnitas en términos de supervivencia. Este panorama hace que diferentes personas de diversas áreas, tanto científicas como literarias, se planteen diferentes futuros posibles, realistas o utópicos, que nos llevan a distintas concepciones de la supervivencia de una raza que parece demostrar por sí misma que su fin no está tan lejos como se pensaba.
En el área de la ciencia ficción, tantas veces visionaria y haciendo de las distopías propias realidades, encontramos relatos y novelas en los que la IA se posiciona como el último eslabón de la escala de la evolución humana. En novelas de la ciencia ficción más purista, por así decirlo, son inteligencias de otros mundos las que apoyan nuestro legado como especie y actúan como salvadores de la misma y es que, tanto la literatura como la ciencia, llevan años advirtiéndonos, de algún modo, que el equilibrio que tanto trastocamos los seres humanos es vital para nuestra existencia. Además, como decía Darwin “no será la especie que sobreviva las más fuerte, sino la que más se adapte”.
Ciertamente, esta es una de las premisas con  la que Miguel Ángel Pérez Oca comienza esta novela: una mezcla de ciencia ficción y memoria histórica con muchos toques autobiográficos, titulada “Adana, la mujer perfecta”.
Con el objeto o la excusa de la ciencia ficción, Miguel Ángel te invita de manera muy sutil, a un viaje por la historia española; desde la época del intercambio de esclavos y esclavas africanas por sal, pasando por la proclamación de la República española hasta el golpe de Estado de 1936; viviendo con los y las protagonistas los grandes hitos de la guerra, como el bombardeo del Mercado Central de Alicante en 1938 o la muerte del dictador fascista Francisco Franco; sentiréis cómo sería escuchar por primera vez poesías de Miguel Hernández o manifestaros en las calles de Alicante con las banderas republicanas; os enfadaréis por las traiciones de los países vecinos y la impunidad de ciertos opresores que vivieron y murieron sin pagar por sus crímenes de guerra; y todo esto contado con una claridad y sabiduría muy características del autor como gran activista por la memoria histórica de este país.
Con lo cual, el desarrollo de la obra brilla por su forma de novelar, tanto las realidades históricas propias de las épocas como los detalles familiares del mismo Pérez Oca.
Por otro lado, es importantísimo que la obra se lea hasta el final para que podáis deleitaros con una magnífica oda al feminismo y , esto os lo digo porque, posiblemente, mucha gente no lo piense ojeando sus primeras páginas. Pero siendo sinceras, ¿cómo crearían unos seres extraterrestres a una “mujer perfecta” basándose en imágenes y cánones establecidos en un mundo globalizado? Seguramente como a Adana, pero tendréis que leerlo hasta el final para saber quién es esta mujer excepcional que viene a brindar un equilibrio al mundo en la era de la testosterona.
Por último, como buena fan de los fanzines de ciencia ficción que soy, no puedo acabar esta reseña sin mencionar las ilustraciones de la obra. Creadas por el mismo Pérez Oca, recuerdan a las revistas de los años 70 y 80 como “Creepy” o “Heavy Metal”, esta última contaba con autores que son eminencias en el género como H.R Giger (Alien) o Esteban Maroto (Vampirella). La portada de este libro bien podría haber aparecido en cualquiera de estos magazines.
Así que, ya sabéis, podéis tener en vuestras manos una mezcla de fantasía/realidad, ciencia ficción y una lección magistral de historia que no os dejará indiferentes. Por lo que respecta al tema de la memoria histórica, yo siempre digo que Guernica tiene a su Picaso pero en Alicante tenemos a Miguel Ángel Pérez Oca.


jueves, 23 de julio de 2020

ADANA.


Como ya os anuncié hace unos días, la editorial ECU me comunica que ya ha puesto a la venta mi última novela ADANA, LA MUJER PERFECTA. Tendrá un precio de 11,90 € y estará disponible en todas las librerías y plataformas como: Amazón, Casa del Libro, El Corte Inglés, Agapea y Edisofer. También lo podéis adquirir por medio de la Página Web de esta editorial (ECU) que está haciendo una oferta por la que con este libro os obsequiará con otro de su catálogo,

GARBANCITO DE LA MANCHA.

Estos días ha sido noticia el hallazgo en Nueva York de una copia de la película española de dibujos animados "GARBANCITO DE LA MANCHA" con sus colores originales. Dicho film fue estrenado en Barcelona el 23 de noviembre de 1945, y fue la primera película europea de animación en color, contemporánea a las primeras de Walt Disney. El director era Arturo Moreno y el encargado del diseño de personajes y de animación de la cabrita Peregrina, fue un dibujante alicantino llamado Eusebio Oca, primo hermano de mi madre. Él había sido el dibujante que realizó el retrato yacente de Miguel Hernández, a quien acompañó en la cárcel de Alicante hasta su triste fallecimiento. Otro compañero de prisión era el capitán del Ejército leal a la República legítima, Miguel Pérez Pérez, mi padre, que se honró de tener tan maravillosos compañeros de cautiverio bajo la férula franquista. Eusebio Oca también realizó las ilustraciones y la rotulación de "Dos cuentos para Manolillo", con los que Miguel Hernández obsequió a su hijo Manolillo cuando fue a verle a la cárcel. El original de estos cuentos y dos más, que estaba en poder de mi primo Petete, su hijo, está hoy en la Biblioteca Nacional, con el Cantar del Mío Cid y otras muchas joyas de nuestra lengua.
Modestamente, creo que mi tío Eusebio Oca no ha sido convenientemente reconocido en su tierra natal. Tras pasar varios años en la cárcel, fue desterrado a Barcelona, donde realizó su trabajo en la famosa película y se dedicó al diseño de interiores, no pudiendo ejercer su título de maestro por estar represaliado por los fascistas. Su esposa, la maestra represaliada que fue mi tía Isabelita, también trabajó en la película coloreando los dibujos de mi tío.
Mi hermano Eusebio Pérez Oca ha realizado un detallado estudio del que he obtenido los datos que aquí os ofrezco. A veces, uno se siente orgulloso de su familia, y no puede evitar proclamarlo.

Mi tío Eusebio Oca.

 Miguel Hernández yacente.

 Dos páginas de "Dos cuentos para Manolillo".


lunes, 20 de julio de 2020

DON QUIJOTE PANDÉMICO

Durante mis cortas vacaciones en la Playa de San Juan había realizado este retrato de mi amigo Don Quijote, pero me he dado cuenta de que he cometido una ilegalidad y la he corregido. Os pongo los dos dibujos. Espero que me perdonéis la impertinencia.
Antes.


Después.

miércoles, 8 de julio de 2020

ADANA, LA MUJER PERFECTA.



Dentro de unos días saldrá a la venta, editada por ECU, mi novela "ADANA, LA MUJER PERFECTA". Es una obra de ciencia-ficción que relata una historia de 200 años, desde la captura de la muchacha de color Ana Mbonga en las selvas del Golfo de Guinea y su esclavitud en Torrevieja, su posterior abducción, cuando ya es una anciana, por una extraña burbuja gigante durante un naufragio, hasta su segundo regreso a la vida, tras una nueva abducción, como Adana la mujer perfecta, la primera  Fémina Sapiens Perdurábilis, con la que "Ellos" pretenden salvar al planeta Tierra del desastre ecológico provocado, como tantas otras tragedias, por la testosterona del macho de la especie Homo Sapiens.
Sus amores con el narrador, Daniel Evans, sus relaciones con los personajes a través de dos siglos: el patrón negrero don Bonifacio, capitán del Blas de Iranzo; Perico, su servidor negro; doña Paca la Rasposa; Paco, el combatiente de la Nueve; el teniente Amado Granell;  las hijas de sus dos vidas: Amelia, Basilia, Camelia y Aitana; y, sobre todo, "Ellos", los guardianes de los mundos, y el dinka, un longevo escarabajo que habla y que ejerce de consejero de Adana, forman un grupo de personajes que acompañan a la heroína de esta historia.
Pronto os anunciaré su salida a la venta, su presentación (si es posible en estos tiempos de pandemia) y su forma de adquisición, tanto en papel como en su versión electrónica.
Espero que os guste.

jueves, 2 de julio de 2020

HOMICIDAS POR IMPRUDENCIA.



            La verdad, me da miedo salir a la calle. Yo voy con mi mascarilla y las manos recién lavadas con hidroalcohol, pero me cruzo con un montón de energúmenos sin protección, o con la mascarilla en el codo, en la barbilla o en la muñeca, discutiendo a voz en grito y repartiendo “perdigones” a su alrededor, sin respetar las distancias, y me siento agredido y en peligro de ser invadido por el coronavirus y caer víctima de la neumonía letal que amenaza a quien pertenece a un grupo de riesgo.
            Cuando veo en la tele a idiotas celebrando el triunfo de su equipo de fútbol, o las fiestas suspendidas de su pueblo, o en restaurantes, playas y bares, hacinados, sin respetar las distancias y sin protección, me invade una profunda decepción hacia mi especie, el pretencioso Homo Sapiens. Solo veo a montones de monos mal evolucionados, prisioneros de los instintos gregarios propios de un depredador grupal, incapaces de reflexionar sobre la propia responsabilidad ante la pandemia. Y caigo preso de la ira, también propia de un primate que comparte con el chimpancé más del 90 % del genoma.
            Presiento una inminente segunda oleada de la pandemia, todavía más asoladora que la primera, y veo a montones de viejecitos muertos en las residencias y hospitales, y a los heroicos sanitarios vencidos por la fatiga y la impotencia, y no puedo por menos que considerar que todos esos imbéciles que se arremolinan en multitudes estúpidas serán reos del delito moral de homicidio por imprudencia.
            ¿Nadie va a pararles los pies? ¿No hay policías suficientes para correrlos a  porrazos? Pues nada, amigos, resignación y a esperar a los cuatro jinetes del Apocalipsis. No tenemos arreglo.
            Y es que por encima del peligro está la inminente e inevitable necesidad imperiosa de salvar la economía; porque estamos ante un dilema: elegir entre morirnos de la enfermedad o morirnos de hambre.
            Esto no ha sido una guerra ni un terremoto. Nada se ha destruido. Ahí están las fábricas de embutidos, las tiendas de alimentación, los campos de cultivo, las ganaderías y establos, todo intacto, pero podemos morirnos de inanición, rodeados de abundancia, si no teneos dinero con que comprar nuestro sustento. Esa es la más flagrante paradoja de esta Economía Capitalista que sufrimos. El dinero, con su valor simbólico, que no real (al menos antes era el oro), ha de moverse incesantemente de un bolsillo a otro, y si se detiene en todo el mundo solo por dos meses, viene la hecatombe, el fin de la humanidad. Así que hay que ser tolerante con los idiotas, abrir los restaurantes, dejar que vengan los turistas foráneos y nos traigan sus virus, y que la máquina económica se ponga en marcha otra vez, aunque nos arrolle a todos.
            Esta situación nos ha desvelado lo absurdo del Sistema Capitalista. En una economía socialista, en la que el Estado administrase todos los medios de producción, que serían propiedad del pueblo, los salarios seguirían llegando regularmente a todos los ciudadanos, por mucha pandemia y confinamiento que se produjeran. Sortearíamos el temporal, nos aislaríamos lo suficiente, mientras llegase la vacuna, y saldríamos airosos del trance. Pero no se le pueden pedir peras al olmo. A un chimpancé no se le puede hacer reflexionar sobre cosas tan graves y tan contradictorias con los instintos animales que inevitablemente nos dominan y nos llevan al precipicio.
            Solo quiero manifestar que, visto lo visto, y ante la decepción que me produce mi propia naturaleza, proclamo solemnemente que abjuro, renuncio, niego y dimito de mi falsa condición de Homo Sapiens.
            Que os den, hermanos.
                                                                                  Miguel Ángel Pérez Oca.

sábado, 27 de junio de 2020

FELIZ REENCUENTRO.



FELIZ REENCUENTRO.

            Y allí estaban los tres hermanos, después de tan larga ausencia; y cuando vieron acercarse al amigo grandullón se llevaron una gran alegría.
            -Eeeeh, míralo cómo “bacila” el grandote – exclamó el rey de los enanos.
            -¿Y vosotros, pequeñajos, qué tal estáis? Que sois más malos que la peste negra – les respondió el gigante, agitando sus pedúnculos.
            -Esta vez hemos vuelto todos juntos – se felicitó el africano -. Vamos a acabar con todos ellos. ¿Vale?
            -Sí, con todos, por gilipollas – afirmó el más libertino.
            -Y aún dicen que se llaman Homo Sapiens.
            -¡Sapiens! Qué risa.
            -Pero si son incapaces de guardar una cuarentena.
            -Si no se quieren vacunar.
            -Si dice el tonto ese del Miguelito Bosé que con la vacuna les van a inocular un microchip para controlarlos.
            -Si es que son tontos.
            -¿Y el rector de la universidad esa de Murcia?
            -¿Y el arzobispo de Valencia? ¿Se pueden decir más sandeces?
            -¿Sabéis lo que os digo? – les arengó el grandote - Que se lo tienen merecido.
            -Sí, desde luego, se merecen que acabemos con ellos. Y la Tierra nos lo agradecerá.
            -Pues claro. Este planeta estará mejor sin ellos.
            -Y para postre, la economía capitalista los ha puesto entre la espada y la pared. Son libres, gracias al capitalismo: Pueden elegir entre morirse de hambre o morirse de la epidemia.
            -Ja, ja, ja – rieron los cuatro infusorios, llenos de regocijo.
            -Pero, ¿habéis visto cosa más tonta que el dinero ese que han inventado? O sea, que unos papelitos con un valor ficticio, o, peor aún, unas anotaciones en un ordenador, dejan de moverse de un sitio para otro por tres meses y esa gente se muere de inanición, al lado de las vacas, las fábricas de embutidos y los campos de cultivo. ¿Serán idiotas?
            -Bueno, pues ya está bien de aguantar a esos estúpidos. Nos lo ha pedido la madre Naturaleza y vamos a cumplir nuestra misión, pero esta vez, definitivamente.
            Y los cuatro se dispusieron a acabar con la Humanidad. El grandullón era el bacilo de Koch, el de la tuberculosis, y los tres pequeñajos los virus del Sida, el Ébola y el Coronavirus. No tenían más que dejarse llevar por la brisa hacia las playas, los bares y las salas de fiestas, donde las multitudes de monos ligeramente evolucionados se arremolinaban sin ninguna precaución, intercambiando saliva y humores entre sus cuerpos no vacunados ni protegidos por guantes, condones ni mascarillas.
            En el fondo del Océano Antártico ya estaban llegando los primeros guantes de látex, y en los intestinos de las focas y los pingüinos abundaban cada vez más los restos de plástico.
            -¡A por ellos! – gritaron los cuatro - ¡Banzai!
            Desde luego, aquel había sido un feliz reencuentro.

                                                                                  Miguel Ángel Pérez Oca.


martes, 9 de junio de 2020

EL HOMBRECILLO PÁLIDO.



            Derek era un alfeñique, siempre lo había sido y siempre lo había sabido muy bien. Por eso se hizo policía, porque necesitaba ser alguien. Por eso llevaba alzas en los zapatos y por eso se sentía tan importante cuando se colocaba el cinturón del que colgaban las esposas, el transmisor, la linterna, la porra y, sobre todo, la pistola. Le gustaba ir de uniforme y hablar autoritariamente a la gente desde la falsa altura que le producía la perspectiva del paisaje visto cuando echaba la cabeza atrás, y todo parecía estar allá abajo. Todos lo sabían, sobre todo él mismo: era un mierdecilla; una cagarruta detrás de una chapa. Y cada vez que se enfrentaba a uno de esos gigantes negros de los barrios, los odiaba y los envidiaba. Y se desahogaba de la injusticia que Dios había cometido con él, golpeándolos impunemente con la porra o dándoles patadas donde más les pudiera doler. La cara de terror de uno de esos gigantes ante sus amenazas le producía unas oleadas indescriptibles de placer, porque lo hacía sentirse poderoso, a pesar de lo endeble de la materia prima que conformaba su ser físico. Del otro, del intelectual, del espiritual, mejor ni hablamos.
            Por aquí tuvimos a uno de esos seres despreciables. Como Derek, era un alfeñique con ínfulas de Dios vengador y todopoderoso. Al de aquí lo llamábamos Billy el Niño y se murió en la cama.
            Aquel día, Derek y sus compinches habían detenido a uno de esos gigantes musculosos del barrio negro. Fue por un confuso asunto de un presunto billete falso, pero la causa era lo de menos. “Vamos, resístete” pensaba el hombrecillo blanco, deseoso de que un acto de resistencia justificara una buena patada, o un buen puñetazo, por su parte. Pero el gigantón no se resistió, ofreció sus manos a las esposas y obediente siguió a sus opresores. ”Es que yo soy guardia de seguridad y respeto a la policía”, se había explicado y esto encolerizó más si cabe al alfeñique. Lo obligó a tumbarse junto a la acera y le puso la rodilla sobre su cuello de toro negro, mientras sus compañeros, los otros alfeñiques pálidos presionaban sobre su poderosa espalda.
            -¡No puedo respirar! – gritaba el negro, mientas Derek descargaba todo su peso sobre la rodilla. Al cabo de ocho minutos y medio, el hombre dejó de gritar.
            -Este ha perdido el conocimiento. – le dijo alguien.
            -Te lo has cargado – aclaró otro.
            Y mientras Derek, el mierdecilla, el alfeñique, la versión americana de nuestro Billy el Niño, empezó a sentirse importante, y presintió su foto en las televisiones.
            -Me lo he cargado – repetía en voz baja, mientras los sanitarios se llevaban al gigante en una ambulancia. Ya estaba muerto.
            Noches después, el payaso Trump, otro alfeñique de espíritu, se refugiaba en su búnker antinuclear y apagaba las luces de la Casa Blanca, mientras un pueblo de gigantes oscuros gritaba que no podía respirar. Era el principio de un final.
           
A LA MEMORIA DE GEORGE FLOYD.

                                             Miguel Ángel Pérez Oca.

                                         (500 palabras)

domingo, 31 de mayo de 2020

UN GOLPE SIN TANQUES.



            El filósofo chino Leo-Tsé, en su obra capital, Tao-Te-King, dice: “El mejor militar no es marcial, el mejor luchador no es violento, el mejor conquistador no guerrea, el mejor jefe no da órdenes”. Así, siguiendo estas profundas enseñanzas, “el mejor golpista no saca sus tanques a la calle”. Y de eso se trataba. Había que obtener el cambio político, consiguiendo un vuelco mediático en las urnas, sin salirse de la ley. Pero, eso, que sería el sumun de la sutileza para un presunto caudillo de la extrema derecha, no es tan fácil.
            Estos días se han oído mucho las palabras “golpe de Estado”. Iban incluidas en el desafío de nuestro Vicepresidente Pablo Iglesias al portavoz de VOX, Espinosa de los Monteros: “Vosotros desearías dar un golpe de Estado, pero no os atrevéis”. Otros comentaristas televisivos y de la prensa escrita también las han pronunciado. Es algo que ha flotado durante días en el aire político. Y, de alguna manera, explica la destitución y dimisión de varios generales y un coronel, junto a un ruido de fondo muy alarmante en el Ministerio del Interior, manejado de manera inflexible por el ex juez Grande Marlaska. Sin embargo, cuando uno lee el informe de la Benemérita en el juicio que se instruye contra el Delegado del Gobierno en Madrid, Sr. Franco, y contra el bueno del doctor Simón, uno puede comprender muchas cosas: El informe, chapucero donde los haya, no se sostiene, lleno de inexactitudes, manipulaciones y falsedades que denotan un evidente ánimo acusatorio nada disimulado, y nada informativo ni mucho menos. ¿Es que los informantes no sabían que en el juicio formal, los abogados de los imputados, echarían abajo esa chapuza? Pues claro, pero les daba igual, porque ese informe no estaba destinado al juicio sino que formaba parte del golpe sin tanques. De lo que se trataba era de que la prensa de la derecha (la mayoría) se hiciera eco del informe “filtrado” y así crear un juicio mediático, que convenciera a los más ingenuos de los votantes de que todas las incomodidades sufridas y todos los muertos, eran obra de Pedro Sánchez y sus “aliados comunistas bolivarianos”; de forma que consiguiera volcar la opinión de la mayoría en contra del Gobierno, preferiblemente poco antes de unas elecciones; y así obtener el vuelco electoral que de otra manera no favorecería nunca a la extrema derecha ni al ala dura del PP. En esta confabulación, uno se imagina a mucha gente: viejos franquistas, miembros de cierto instituto religioso, algún ex jefe de gobierno resentido y temeroso de tribunales futuros… La ola de bulos extendida últimamente desde VOX por las redes sociales y mantenida por determinados personajes de “prestigio”, forma parte, sin duda, del entramado del golpe perfecto: “El mejor golpista no saca sus tanques a la calle”, que hubiera dicho Lao-Tsé.
            Si es que unos partidos que defienden los privilegios de unos pocos ricos solo pueden gobernar en mayoría si consiguen engañar a los más desinformados de los pobres votantes. Ese es el pecado original de la Derecha.
            Pero al viejo zorro Marlaska no se le escapa nada. Y, sin duda, cuando leyó el famoso informe, “filtrado” desde quién sabe dónde, lo comprendió todo. Destituciones fulminantes, con un par, y la frase “golpe de Estado” flotando en el aire. Así fue.
            Los filamentos de esa insidiosa tela de araña se habían extendido por todas partes, clubs de lectura, tertulias literarias, actividades culturales e intelectuales de toda índole, en forma de personajes tóxicos infiltrados, encargados de socavar la moral de los “comunistas bolivarianos” locales… Pero parece que, esta vez, les ha salido el tiro por la culata, como la anterior de los atentados del 11M. Y, afortunadamente, ya no cuentan con un General Mola, Franco, Queipo… que les echen una mano.
Y menos mal que tenemos un Gobierno de izquierdas para dirigir la reconstrucción.
            Todo se sabrá algún día.