martes, 20 de noviembre de 2012

EL DOLOR DE LOS MUERTOS.


Dolor, nada menos que dolor, era el tema sobre el que teníamos que escribir en la Tertulia de la Bodega Adolfo. Pues ahí va mi participación. Quizá os parecerá muy triste o muy truculenta, pero me apetecía escribir sobre la dolorosa e injusta muerte de un poeta muy querido para mí: Miguel Hernández.


EL DOLOR DE LOS MUERTOS.
   Me duele el pie derecho, me duele mucho, sobre todo en las noches húmedas y frías de esta enfermería destartalada y triste. Me duele, inexplicablemente, un pie que no tengo, que debería estar dos palmos más abajo de un muñón cubierto de vendas roñosas. Se me congeló este invierno en la inhumana cárcel de Palencia y, por falta de atenciones médicas, acabó gangrenándose y hubo que amputarme la pierna por la rodilla. Y sin embargo me sigue doliendo. ¿Cómo puede doler algo que no existe? ¿Cómo puede dolerme un miembro que ahora debe estar descomponiéndose bajo tierra desde hace ya más de un mes? Pues me duele, me duele de manera insoportable… como le dolían los “cojones del alma” al pobre Miguel, el poeta moribundo que yace en la cama de al lado. A él no se le congelaron los pies en Palencia, pero la tisis le come los pulmones desde entonces y su respiración se hace cada vez más penosa. Ni siquiera se queja, no por falta de dolor, sino por falta de fuerzas. Y sus ojos claros y saltones permanecen abiertos aunque duerma. Dicen que es a causa de una afección en la glándula tiroides. Qué de enfermedades sórdidas y extrañas no adquiriremos en estas prisiones terribles.
   A Miguel, cuando la guerra, le dolían los cojones del alma, según pude leer en su poema dedicado a los cobardes; y en su “Elegía a Ramón Sijé” también decía de su pena por la muerte del amigo: “Tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento”. Y es que la poesía de Miguel siempre salió de sus entrañas, de lo más hondo de su ser físico o, si acaso, de una sorprendente alma visceral y orgánica.
   Pobre Miguel, que se muere sin remedio, abandonado por sus carceleros y por esos curas hipócritas que querían forzarlo a que volviera al redil de la Santa Madre Iglesia, como condición indispensable para su adecuado tratamiento en un sanatorio antituberculoso. Pobre Miguel, que ha preferido una muerte horrorosa a la ignominia de renunciar a sus ideas; como hemos hecho otros, menos valientes, a cambio de un trato más humano, más caritativo, de ese odioso padre Vendrell, nuestro capellán inmisericorde de la sonrisa burlona. El muy canalla se ríe de nosotros hasta cuando nos da la extremaunción.
   El dolor aumenta conforme se aproxima el filo helado de la madrugada y, a mi alrededor, apagados ronquidos y lamentos perturban mi leve dormitar. Los tuberculosos tosen bajito, mientras los febriles tiritan y murmuran sus pesadillas disparatadas; pero aquí no hay nadie que acuda en socorro de un enfermo que se agrava o agoniza. Los enfermeros, presos como todos nosotros, son llevados por la noche a sus celdas, y nos dejan solos y a oscuras en medio de un dolor inmenso que flota fantasmagóricamente sobre nuestra enfermería, sobre nuestra cárcel, sobre nuestra triste y aplastada España.
   Hace rato que no oigo respirar a Miguel. A lo mejor se ha muerto y ya no sufre. Si es así, lo envidio. Aunque, ¿quién me dice a mí que aún después de muertos no sentiremos dolor, como yo siento dolor en mi pie muerto?
   No, no respira. Así que ya se ha ido para siempre. Esta mañana vendrán los carceleros y los sanitarios, con el médico y el capellán que han de certificar su defunción y rezarle un falsario responso, y llevarán su cuerpo a las duchas, envuelto en sábanas sucias de pus y sangre, lo dejarán desnudo sobre las losas, lo lavarán con un sucinto chorro de manguera y esperarán a que su familia traiga alguna ropa decente para amortajarlo.
   Le tengo que pedir a su amigo Eusebio, el dibujante, que le haga un retrato póstumo para la Historia, porque algún día este país, tan lleno hoy de odio y de miseria, reconocerá la genialidad del poeta al que le dolían los cojones del alma; como a mí me duele el pie que no tengo, como a todos los que aquí languidecemos nos duele la libertad perdida, doblemente perdida en la guerra y en la cárcel.
   Cómo me duele este maldito pie invisible. Cómo me duele… 
Miguel Ángel Pérez Oca.

lunes, 19 de noviembre de 2012

LO HA DICHO IÑAKI GABILONDO.



Iñaki Gabilondo dijo el otro día en su miniprograma radiofónico:

"HAY DOS CLASES DE ANALFABETOS, LOS QUE NO SABEMOS NADA DE NÚMEROS Y LOS QUE SOLO SABEN DE NÚMEROS. ESTOS ÚLTIMOS SON LOS MÁS PELIGROSOS, PORQUE SON LOS QUE VAN AL VOLANTE."

¡¡¡MAESTRO!!!

sábado, 17 de noviembre de 2012

LA AGONÍA DEL RÉGIMEN DE LA TRANSICIÓN.



La manifestación del día 14, al menos en Alicante, fue impresionante, por lo multitudinaria, por lo heterogéneo y general de los participantes, por su rotundidad. Y lo más significativo era que nadie enarbolaba una alternativa convincente, dentro del sistema socioeconómico imperante; ni siquiera se veían muchas banderas republicanas, como en otras ocasiones. Estaba muy claro que lo que condenaban los participantes, más o menos conscientemente y subyacente a las generales condenas al gobierno de Rajoy, era un sistema capitalista depredador dentro de un régimen que se muestra incompatible con los intereses del Pueblo Soberano. Y es que se ha perdido la fe en las instituciones, en todas las instituciones, en el mismo concepto de institución. El paro galopante y omnipresente, nos ha hecho perder la fe en muchas cosas que se constituían como pilares del Régimen de la Transición, instaurado poco después de la muerte del dictador Franco. La monarquía está en plena decadencia física y de prestigio. El monarca se muestra cada vez más envejecido y falto de energía, su familia se deshace, alguno de sus parientes ha caído en desgracia tras revelarse como corrupto, y el heredero de la Corona no entusiasma a nadie. Los políticos, ineficaces, incapaces de conjurar la crisis, corruptos muchos de ellos, privilegiados, ya no convencen, sean del color que sean. La judicatura se desprestigia a sí misma con decisiones absurdas o politizadas, a la vez que evidencia su falta de sanción democrática por el pueblo - ¿alguna vez han participado ustedes en elecciones a jueces? – El tercer poder de la democracia, tal como la describió Montesquieu, está constituido hoy por funcionarios de carrera con un antidemocrático poder para decidir sobre la libertad de los ciudadanos que jamás los votaron. La Iglesia se queda en el siglo XIX, ajena a la realidad histórica y, para colmo, envuelta en turbios asuntos de monjas que robaban niños y abusos sexuales a menores por sacerdotes. Los funcionarios están cabreados porque los han sometido a las mismas rebajas que al resto del pueblo – en ocasiones, a peores -. Los pensionistas temen por sus pensiones y se indignan con el copago - repago - de las medicinas. Las farmacias, en algunas autonomías – la nuestra – permanecen cerradas porque no cobran. Los desahucios indignan a todas las personas decentes y nos hacen pensar que los banqueros no lo son –decentes, digo- . En Cataluña, la derecha hermana del PP, que allí se llama CiU, disimula sus desmanes y su incompetencia reclamando la Independencia, como tubo de escape a las frustraciones que sentimos todos, y con ello cuestiona la misma integridad del Estado fundado por los Reyes Católicos. El Gobierno la caga a diario, en una vorágine de torpezas y traiciones a su propio programa electoral, levantando la sospecha de que lo hace en defensa de intereses inconfesables. La economía se hunde en beneficio de las directrices de la füreresa teutónica, al servicio de los peores psicópatas capitalistas. ¿Qué más nos puede pasar? Esto se va a pique, y lo malo es que no se ve alternativa alguna que pudiera mejorar la situación. A la derecha, con su partido único - PP -, se le ha visto el plumero, y no podrá volver a aspirar a mantener su poder, como no ceda en su defensa de los grandes capitalistas que quisieran comerse el mundo como si fuera un huevo crudo con dos agujeritos en la cáscara, y conceda algún beneficio a las clases inferiores, las de esos tontos pobres que votan a la derecha. La otra alternativa sería una nueva dictadura, como todas más o menos provisional – aunque haya provisionalidades de 40 años -. En cuanto a la socialdemocracia, está obsoleta frente a las hienas de los mercados y la especulación. Porque no se pueden defender los derechos de los trabajadores desde dentro del sistema y por las buenas. Y la gente, que no se fía de los políticos, tan dados a los privilegios y a la corrupción, los rechaza aunque pertenezcan a partidos ajenos al denostado bipartidismo. “No nos representan”, dicen los quincemayistas y, hasta cierto punto, tienen razón… Esto es una crisis nacional, dentro de una crisis europea, dentro de una crisis global. El capitalismo va a acabar con la salud del planeta, la austeridad va a acabar con el desarrollo europeo, la desesperación acabará con el régimen de la transición española.
            Durante la pasada manifestación del día 14 vi a mucha gente que no había podido hacer huelga porque no tienen trabajo que suspender o porque, teniéndolo en precario, sus patronos los amenazaban, tácita o explícitamente, con el despido; que ríete tú de la violencia de la que acusan los medios "fachas" a los piquetes del otro lado. Eran los que más gritaban, cargados de justa indignación e impotencia. Y un amigo que me acompañaba me decía: “¿Ves, Miguel? Todo el mundo está cabreado. Esto se hunde. Estamos asistiendo al fin de un régimen que nació viciado por la herencia franquista, en una transición que debería haber sido una verdadera y drástica ruptura democrática, con condena y erradicación del fascismo incluidas”. Y me añadía que el día en que los policías y los militares, hartos del trato vejatorio que les da el gobierno, miren para otro lado, el Estado se caerá como un castillo de naipes.
            ¿Qué vendrá después del terremoto? Eso es lo peor: que puede ocurrir cualquier cosa, una dictadura fascista, un populismo vacuo, un vacío anarquista, la Carabina de Ambrosio o la Tripa de Jorge… O a lo mejor –quiero ser optimista- una verdadera democracia, con políticos honestos, listas abiertas, socialismo auténtico, banca pública, y la industria, transportes, educación, sanidad, justicia, vivienda y trabajo controlados y garantizados por el Estado de todos los ciudadanos; y con los psicópatas del gran capital en la cárcel o en el manicomio. Depende de nosotros; aunque ya sé que es solo un hermoso sueño y que me temo que el presunto homo sapiens no da para tanto. Pero sería tan bonito…
            En fin, que Dios nos pille confesados. 
Miguel Ángel Pérez Oca.

jueves, 8 de noviembre de 2012

UNA DE DICTADORES.



Ayer, en la Tertulia de la Bodega Adolfo, teníamos que hacer un relato cuyo tema sería "el sexo anal"; que vaya caprichito del compañero que lo propuso. Como a mí lo que más me "sodomiza" son las dictaduras, escribí algo sobre un dictador sodomita. El texto leído ante mis amiguetes de confianza era más explícito, pero he preferido darle una nueva forma más universal, para que valga para todas las dictaduras, de aquí o de allí. Porque abrigo la convicción de que todos los totalitarios, todos los que se creen, o pretenden hacer creer, que se hallan en posesión de la verdad absoluta, ya sean de un color u otro, son, con toda seguridad, sodomitas políticos (en el sentido peyorativo y humorístico del concepto "dar por c...", como sinónimo de fastidiar o perjudicar; que yo no tengo nada contra quien le guste practicar el sexo anal, ¿vale?).
Bueno, pues ahí va:


EL SODOMITA.
   Nunca se había atrevido a practicar sexo anal, pero no podía evitar considerarse un sodomita. Y es que en lugar de tener un ángel de la guarda, como todos los mortales, tenía un diablo de la guarda que a menudo lo tentaba con invitaciones al nefando vicio. Él se resistía, porque su sólida fe católica y su inflexible condición moral le prohibían caer en los pecados que provocaron la destrucción de Sodoma. Y se imaginaba las calles y plazas de la famosa ciudad bíblica sumidas en una orgía general, donde los hombres gozaban del coito anal con fruición incansable y las mujeres se entregaban al mutuo cunnilingus, entre jadeos de placer y alaridos orgásmicos, que se reflejaban en rostros soeces y enfermizos. Le parecía justo que el Creador los hubiera fulminado a todos con una lluvia de fuego. Él, desde luego, hubiera hecho lo mismo de haber sido Yahvé; e incluso los habría exterminado mediante torturas más terribles y dolorosas, tal como se merecían. Por ejemplo: habría empalado a los sodomitas en barras de hierro al rojo vivo… La escena, llena de anos penetrados por ardientes brochetas, le producía un intenso gozo; hasta que comprendía que prolongar más sus fantasías justicieras también formaba parte de las tentaciones pecaminosas, auspiciadas por su demonio de cabecera.
   Si al menos se hubiera atrevido a proponer a su esposa que le cediera el trasero para realizar en él sus fantasías… Ella no era, precisamente, el efebo que hubiera deseado y del que pudiese esperar una placentera prestación recíproca, pero, al fin y al cabo, un culo es un culo… Sin embargo, todavía más católica que él y más celosa de la moral, no solo se habría negado en redondo, sino que lo hubiera condenado a un desprecio perpetuo. No digamos nada de solicitar los servicios de su asistente. Era un soldado tan recio, tan guapo, que a veces no podía evitar que su diablo de la guarda le sirviera fantasías en las que el joven se le ofrecía en la postura que adoptan algunos pueblos para rezar a sus dioses. Entonces, el sodomita se retorcía de espanto, se veía sucio y pecador, se despreciaba a sí mismo y, lo que es peor, se sentía incapaz de implorar el perdón de Dios por sus repugnantes deseos. Porque nunca se había atrevido a confesar sus pecados de pensamiento a su capellán. Aquel adusto cura castrense no hubiera podido seguir guardándole respeto de haber conocido sus inclinaciones…
   -Debes salir al balcón – le dijo el general de las gafitas -, el pueblo quiere aclamarte.
   Cómo odiaba a aquel tipo de las gafas. Si el muy imbécil no hubiera organizado el  golpe de estado, él seguiría tan tranquilo en su cuartel, sin complicarse la vida. Pero entre su ambiciosa mujer y el tonto miope lo habían forzado a encabezar la rebelión. Y es que ella parecía adivinar sus secretas tendencias y las explotaba para dominarlo. Por eso, cuando lo apremió a que fuese hombre y se pusiera al frente de los facciosos, él la obedeció fingiendo que estaba de acuerdo con ellos desde el primer momento. Pero al generalito de las gafas no se lo iba a perdonar. Además, el tío era un putero fanfarrón y bocazas que le recordaba demasiado a su propio padre. Y sospechaba de él que también intuía sus pérfidas inclinaciones. Afortunadamente, sus asesores extranjeros le habían asegurado que podían eliminar a cualquiera, provocando un accidente de aviación… Así que cargárselo sería lo mejor: los muertos no incordian.
   Salió al balcón. A sus pies formaban los soldados, presentando armas. En primera fila, el Señor Obispo saludaba brazo en alto, como los jóvenes fascistas, los curas de negras sotanas, las monjas de tocas aparatosas, los señoritos rancios y el pueblo simple, pobre y sumiso. Todos ellos representaban a la Patria eterna, ahíta de temor de Dios.
   Cómo se hubieran reído todos de él – pensó - si supieran que era un sodomita…
   Y el diablo de la guarda le susurró al oído una frase que le provocó una sonrisa placentera y un cierto regocijo interior, antes de horrorizarse, como era habitual en él.
   -Hala, que te vas a pasar la vida dando por culo a todos tus súbditos, ¿eh?
                                                                                                    Miguel Ángel Pérez Oca.

sábado, 3 de noviembre de 2012

LAS DOS MUERTES DE MIGUEL HERNÁNDEZ.




El próximo martes, día 6 de noviembre de 2012, a las 19,30 horas, en el Casino de Orihuela, la Fundación Miguel Hernández entregará el Premio Internacional de Periodismo que otorga dicha entidad a los investigadores Miguel Ángel Nepomuceno y Santos Escarabajal, el cual, por residir en México, lo hará por persona delegada. Estos dos leoneses han realizado un interesantísimo estudio histórico de los últimos años de la vida del poeta, principalmente el tiempo transcurrido en la cárcel de Alicante, hasta su muerte el 28 de marzo de 1942. Dicho trabajo, reflejado en una serie de artículos aparecidos en el diario La Crónica de León, desenmascara a unos cuantos impostores que durante años se han atribuido un protagonismo que no merecían y que incluso en algún caso era imposible, por no hallarse en la prisión alicantina en la fecha del fallecimiento de Miguel; asimismo desvelan episodios desconocidos hasta la fecha, o mejor ocultados por quienes querían ser sus “biógrafos oficiales”, sacando de las sombras a algunos compañeros que fueron los verdaderos amigos del poeta en sus últimos días.
            Es falsa la versión dada por alguno de estos presuntos protagonistas, en la que se nos pinta el entierro de Miguel Hernández con una pompa imposible. Es mentira que el féretro fuera llevado a hombros por los compañeros, mientras una presunta banda de música, que nunca existió, tocaba la Marcha Fúnebre de Chopin. Ni la dirección del centro lo hubiera consentido, ni los presos estaban por la labor. El féretro fue sacado por una puerta lateral hasta el vehículo que debía transportarlo al cementerio y aparte de unos cuantos familiares, solo lo acompañaron sus amigos Ricardo Fuente y Miguel Abad, recientemente excarcelados. En aquellos tiempos oscuros eran muchos los que morían a diario de tuberculosis en las cárceles de España, y la mayoría de los presos no sabía quién era Miguel o, todo lo más, pensaban de él que era “un chico de Orihuela, pastor de cabras, que hacía unos versos muy bonitos”. Incluso mi padre, Miguel Pérez, compañero de prisión de Miguel en Ocaña y Alicante y primo político de su amigo Eusebio Oca, se murió en 1968 sin tener plena conciencia de que había compartido penurias con el más grande poeta español de todos los tiempos. El círculo de amigos del poeta oriolano estaba formado por un pequeño grupo de intelectuales, como el músico José Juan, los pintores Melchor Aracil, Ricardo Fuente, Miguel Abad, Vicente Olcina y el poeta José María Lobregad, así como el maestro y dibujante Eusebio Oca Pérez, primo de mi madre. Según confirman Nepomuceno y Escarabajal, fue mi tío Eusebio Oca quien realizó los dos retratos de Miguel muerto, y no José Ramón Clemente Torregrosa, como afirmaba el “protagonista” Ramón Pérez Álvarez. El tal Torregrosa ni siquiera estaba en la cárcel en esas fechas. Así que se ha hecho justicia a un hombre modesto y silencioso que no solo realizó estos retratos, sino que también ilustró y puso su caligrafía a los famosos “Dos cuentos para Manolito”, recientemente editados. En su casa de Gerona, mi primo Julio Oca, hijo de Eusebio, guarda los textos originales de estos dos cuentos y otros dos inéditos, escritos por Miguel en un cuadernillo de papel higiénico y que, sin duda, fue lo último que escribió el poeta en su vida.
Uno de los dos dibujos de Miguel muerto realizados por Eusebio Oca.

            Ha sido muy importante esclarecer la biografía de Miguel Hernández en sus últimos días y desenmascarar a los que quisieron aprovecharse de su posterior fama para atribuirse un protagonismo que no tuvieron realmente y que durante años ha confundido a los historiadores. Nepomuceno y Escarabajal han realizado su trabajo apoyándose en documentos contrastables y no en discutibles testimonios. Así es como deben trabajar los buenos investigadores. Enhorabuena. Se ha hecho justicia.
Miguel Ángel Pérez Oca.

FE DE ERRATAS.-  Como bien me corrige mi hermano Eusebio en un comentario publicado a continuación, el presunto "dibujante" de los dos retratos no era Clemente Torregrosa, sino Torregrosa Juan, que en la fecha del fallecimiento ya estaba en libertad. Este nombre había sido impuesto por el "protagonista" Ramón Pérez Álvarez a Guerrero Zamora, primer biógrafo de Miguel Hernández, iniciando una confusión que había perdurado hasta ahora y que Nepomuceno y Escarabajal han aclarado, haciendo justicia a nuestro tío Eusebio Oca Pérez.