miércoles, 28 de mayo de 2014

EN LA MANZANA, LA VERDE VENTANA... O ALGO ASÍ.




El tema se las traía: "En la ventana, la verde manzana". Bueno, pues cada cual se las ingenió para obtener un trabajo presentable en la pasada reunión de la Tertulia Literaria de la Bodega Adolfo. Mi trabajo se llamaba "Manzana verde, manzana roja" y transcurre en la Isla de Tabarca. Os lo pongo a continuación.

MANZANA VERDE, MANZANA ROJA.
            Fructuoso Pomata había nacido en la Isla de Tabarca, aunque a los diez años su padre lo mandó a Alicante para que cursara el bachillerato; después, decidido a proseguir sus estudios, hizo varios lucrativos viajes en un velero de Torrevieja que transportaba sal al Golfo de Guinea, donde cambiaba su preciado cargamento por otro, mucho más valioso, de esclavos negros para los ingenios azucareros de Cuba, y regresaba a casa repleto de sacos de azúcar y considerables ganancias. Y así, con el dinero ganado, pudo costearse en Cádiz sus estudios superiores y regresar al fin a su querida isla, como responsable del faro.
            María, la “Poma”, era la verdulera y frutera de la isla y tenía el negocio en su domicilio. Estaba casada con Hércules Manzanaro, el pescador más bestia de Tabarca, un gigantón peludo y beodo que llevaba mal sus estancias en tierra, en las que siempre acababa borracho y dándole palizas a su hermosa mujer. Tenían un hijo llamado Pepet.
            El farero y la frutera mantenían un romance secreto desde hacía varios años, y habían establecido un código de señales para que Fructuoso supiera cuándo su amada estaba disponible, y su esposo embarcado. En el alfeizar de la ventana de su cocina, que daba al campo y quedaba a la vista de la torre del faro, María colocaba una manzana roja, si el marido estaba en casa, y verde si se había ido al mar. Y el farero, con su catalejo marino, veía la señal y acudía a la cita erótica.
            Aquella fatídica mañana,  Pomata enfocó su anteojo, con mirada ansiosa.
-Una manzana verde – se dijo -. No hay moros en la costa.
Y salió corriendo hacia el pueblo. A esas horas, Pepet debía estar ya en la escuela, así que, sin tomar mayores precauciones, se introdujo por la ventana entreabierta y se dirigió al dormitorio, mientras iba quitándose la ropa por el pasillo.
En la oscuridad del cuarto tanteó un cuerpo durmiente y se introdujo, ya en pelota, bajo las sábanas, apretando su bajo vientre contra la otra carne desnuda, antes de darse cuenta de que aquella masa enorme no podía ser la de María. El cuerpo gigantesco de Manzanaro, con todos sus pelos y su desagradable tufo a vino rancio, pilló a Fructuoso desprevenido, por lo que no pudo evitar el primer puñetazo. Después ambos hombres salieron al pasillo, donde se cruzaron con la aterrada frutera, y acabaron sobre el banco de la cocina, donde el tremendo pescador agarró el cuello del farero con intención de estrangularlo; y lo hubiera conseguido si María, en ese momento, no hubiese clavado un enorme cuchillo de cocina en el costado de su esposo.
-¡Remátalo, remátalo o él nos matará a los dos! – ordenó ella con una rara frialdad, y el amante sacó el cuchillo del flanco del gigantón y estuvo dándole puñaladas hasta quedar exhausto. Así que cuando acudieron los vecinos a las voces de la “Poma”, encontraron a Hércules agonizante y a Fructuoso con un cuchillo en la mano, ambos desnudos y cubiertos de sangre, junto a una mujer que no sabía explicar lo sucedido.
El magistrado de la Audiencia de Alicante, don Salomón Manzano, condenó al farero a morir a garrote vil. María tuvo que marcharse de la isla, huyendo de las burlas, y acabó en Cartagena, unos dicen que de puta y otros de monja. El niño Pepet, ajeno a la tragedia, quedó al cuidado de su abuela, y nunca supo que había sido el desencadenante del terrible suceso cuando, ese día, antes de marchar a la escuela, había visto una manzana en el alfeizar de la ventana y se la comió; y después, por temor al castigo materno, cogió otra de un saco de la frutería y la dejó en el mismo lugar. Algunos años más tarde, un médico militar dictaminaría que el recluta José Manzanaro era daltónico.

Y contaba el verdugo de Madrid que, cuando acudió a la cárcel de Alicante para ajusticiar a un farero que había matado a un vecino a cuchilladas, el reo, en lugar de ocuparse de su alma, no paraba de recitar una extraña letanía: “En la ventana, la verde manzana. En la ventana, la verde manzana…”                         
Miguel Ángel  Pérez Oca.

lunes, 26 de mayo de 2014

¿A DÓNDE VAS, BIPARTIDISMO ASIMÉTRICO?



Antes que nada, tengamos las cosas claras: El PP es toda la derecha, desde la extrema derecha hasta el centro-derecha. No hay nadie de derechas fuera del PP (Vox no se ha comido una rosca, y los nacionalistas, por naturaleza, son gente indefinida en lo social). El PSOE no es toda la izquierda, porque a su izquierda está IU, Podemos, EPDD (Esquerra Republicana de Catalunya), Primavera (Compromís y Ecuo) y LPD (Bildu), cada uno de su papá y de su mamá, pero izquierda al fin. En cuanto a UPyD de Rosa Díaz, Ciudadanos y CEU (Convergencia i Unió, PNV) podríamos decir que están en el centro (o centro-derecha nacionalista en el caso de CEU), y que se pueden ir, con toda tranquilidad, con unos o con otros. La mayoría de los comentaristas políticos ponen mucho énfasis en que estas elecciones suponen un duro varapalo al bipartidismo, pero yo diría que la derecha sigue donde estaba, aunque esta vez obtiene solo 4 millones de votos, con el 26% de los totales. Por otro lado, aunque la izquierda moderada, o centro-izquierda, del PSOE solo ha obtenido tres millones y medio de votos, o sea el 23%, si lo miramos desde la perspectiva de derecha frente a izquierda, en estas elecciones, la derecha, como ya hemos dicho, ha obtenido 16 eurodiputados, contra 29 de la izquierda en conjunto y 9 de centristas y centro-derecha nacionalista. Está claro que la izquierda está dividida y que Esquerra y Bildu nunca formarían parte de un gobierno de PSOE, IU y Podemos, por ejemplo, pero también está claro que jamás apoyarían al PP. Así que estas elecciones, más que una ruptura del bipartidismo significan un crecimiento de la izquierda plural que, si se une, podría gobernar este país, si se dieran en unas Generales resultados similares a estas Europeas. Y si el PSOE prefiriese formar la "Gran Coalición" con el PP, tal como propugna Felipe González, tengo la impresión de que firmaría su suicidio político irreversible.
Es decir, que al fin los pobres están saliendo de su inopia, y se deciden a votar lo que más les conviene.
Si, además de estos resultados electorales, hubiera ganado el Atlético de Madrid el sábado, hubiera resultado un fin de semana perfecto. Pero los finales felices solo se dan en las películas americanas y algunas porno.
En cuanto a lo de Europa ya es harina de otro costal, porque lo de Le Pen en Francia se las trae. Brrrrr, qué miedo.

Miguel Ángel Pérez Oca.

miércoles, 21 de mayo de 2014

LA PRESUNTA SUPERIORIDAD INTELECTUAL DEL SEÑOR CAÑETE.



Pero qué bruto nos ha salido. Cuando le oí la famosa frase exculpatoria de su fracaso dialéctico en el debate televisivo frente a la socialista Valenciano, no me lo podía creer. O sea que debatir con una mujer es peligroso, porque "si uno hace gala de su superioridad intelectual (masculina), lo van a acusar de machista que abusa de una pobre mujer indefensa". Y se queda tan pancho. Yo quisiera saber dónde tiene este tío la superioridad intelectual, con lo fácil que le hubiera resultado pedir disculpas y explicar la "verdadera" intención de su frase, argumentando que su superioridad intelectual no es por el hecho de ser hombre sino por puro azar biológico. Podría haber dicho algo así como: "No, si yo no quise decir que mi superioridad intelectual me viene del hecho de ser el macho de la especie, sino que, en este mundo, los individuos pueden ser más listos o más tontos, independientemente de su sexo, y en este caso particular tengo la seguridad de que el candidato Cañete es más listo que el candidato Valenciano, sea cual sea el sexo de cada uno; y lo que me temía y me contenía en el debate, era el temor de que mi antagonista aprovechara su condición de mujer para acusarme de machista, como así ha sido". Esta explicación podría haber colado o no, pero, claro, para eso hay que ser lo suficientemente inteligente y tener la necesaria habilidad dialéctica. Y Cañete, desde luego, es demasiado bruto para eso. La sutilidad y el ingenio no son sus fuertes. Por eso su partido lo tiene escondido y callado para lo que queda de la campaña, no vaya a meter la pata otra vez y se le vea demasiado el pelo de la dehesa.
Pero,reitero, qué bruto es el señor Cañete. Lo que me asombra es que sus compañeros y jefes de su partido conservador no se hubieran dado cuenta antes. ¡Con lo que se le nota!

sábado, 17 de mayo de 2014

"YO, POR MI HIJA, MATO" (Belén Esteban).

La reciente noticia del terrible crimen de León, que se ha saldado con la muerte a tiros de la Presidenta de la Diputación de esa provincia, me hace reflexionar sobre la funesta influencia que puede tener la televisión en los comportamientos de los españolitos de hoy día. No sé si la presunta asesina de la señora Carrasco, o su hija, o su amiga la policía urbana que terminó entregando el arma, solían ver los programas de Telecinco donde sale la inefable Belén Esteban. Si lo hacían, ahora van a tener todo el tiempo del mundo para seguir haciéndolo. Pero déjenme que reflexione sobre que su famosa frase de "Yo, por mi hija, mato" podría considerarse una incitación a la violencia justificada impropiamente en el amor maternal. Ya sé que el intelecto de la señora Esteban no da para más; pero no estaría mal que sus patrocinadores de la famosa cadena le advirtieran de lo inadecuado de dicha afirmación. Vivimos, por fortuna para todos nosotros, en un Estado de Derecho, y si uno considera que alguien le hace daño a nuestros hijos podemos denunciarlo para que la Justicia se haga cargo de la localización del delito y el castigo correspondiente.  Nadie, en ningún caso, salvo el de inmediata e inevitable defensa propia, debe tomarse la facultad de utilizar la violencia física, siempre como acto de protección y nunca, desde luego, para tomarse la justicia por su mano. ¿Queda claro, doña Belén? También pondría objeciones a la publicidad de bingos y demás juegos onerosos que hace esta señora, y otros personajes televisivos, y que las asociaciones contra la ludopatía denuncian como incitadoras a adicciones de frecuentes y funestas consecuencias. 
Así que agradecería a la famosa cadena que rogara a su "co-presentadora" que moderara su lenguaje, que podría considerarse como de exaltación a la violencia.  Ni esta señora, ni la de León, ni yo, ni nadie tiene derecho a matar por venganza de presuntos daños infligidos a sus hijos, en un Estado cuyas leyes y poder judicial tienen la función de proteger a los ciudadanos de las amenazas y de aislar y castigar a los agresores.
Hace ya mucho tiempo que la famosa frase de la Esteban me producía desagradables escalofríos y solo faltaba que alguien se animara a seguir sus recomendaciones.
La Justicia es un atributo del Estado, ¿sabe usted? Así que nadie debe ni puede tomarse la justicia por su mano. De ninguna manera.
Miguel Ángel Pérez Oca.

martes, 13 de mayo de 2014

OH, EL AMOR ADOLESCENTE.



El tema para la pasada reunión de la Tertulia Literaria de la Bodega Adolfo era "El amor adolescente". Dado que mi adolescencia discurrió en los años de plomo de la dictadura nacional católica, no pude por menos que escribir lo que os adjunto. Si tenéis mi edad, lo comprenderéis perfectamente. ¿Verdad?

AMOR ADOLESCENTE.
            ¿Qué me dice usted del amor adolescente? Porque me lo dice a mí, ¿verdad? Pues sepa que yo fui un niño de la posguerra y que los niños de la posguerra, cuando alcanzábamos la adolescencia, nos volvíamos gilipollas. Sí, gilipollas. Porque cuando, superada la infancia, recibíamos la impetuosa inundación de las hormonas en nuestro caudal sanguíneo, que nos arrastraba hacia la satisfacción de los más básicos instintos gozosos, y el clarín del sexo era soplado por la Naturaleza con toda la fuerza del Universo… entonces, llegaban los curas, los frailes y las monjas del franquismo casposo y carpetovetónico y nos comían el coco – y se lo comían a nuestras posibles compañeras de soñados escarceos –, convenciéndonos de que el sexo es un pecado espantoso, de hecho, el único pecado que les preocupaba; pues nada nos decían de las penas de muerte a los disidentes políticos, de la corrupción institucionalizada y demás temas políticamente incorrectos, que se silenciaban bajo un tupido velo de cautela o ignorancia. De todos modos, en aquel ambiente machista se tenía cierta condescendencia con las debilidades masculinas, así que a los chicos se nos perdonaba, hasta cierto punto, que intentásemos derribar las defensas de las mozas, objeto de nuestros febriles deseos; pero a ellas, ¡ay! a ellas se las amenazaba con la pérdida definitiva del honor y de toda esperanza de encontrar acomodo social en el matrimonio, si ganaban fama de ligeras. Y nosotros éramos tan burros, tan gilipollas, que si conseguíamos un beso robado o unas discretas caricias de alguna que se apiadaba de nuestras súplicas, o no podía resistir la tentación de dejarse llevar por sus hormonas, la despreciábamos después y la borrábamos de la lista de chicas decentes. Éramos idiotas.
            Así que lo honrado, según aquellos energúmenos ultracatólicos, era la represión propia o impuesta; y hasta pelársela en solitario era también pecado. Había que joderse y aguantarse. Por otro lado, nos habían persuadido de que el amor verdadero, el digno y precioso amor de juvntud, debía ser puro y casto; que la belleza de la mujer residía exclusivamente en la cara y no en otras partes del cuerpo, que había que hurtar a la mirada para no caer en tentaciones lúbricas y nefandas. Los libros permitidos, las películas, las historias de la radio – aún no había tele – nos pintaban el amor blanco y rosa, precioso y blandito; y cuando salía alguien que se dejaba llevar por la Naturaleza, era el malo, el pecador infame, destinado al Infierno en forma de campo de concentración para rojos fornicadores, o la pecadora que acabaría ejerciendo la prostitución en la miseria o arrepentida bajo una enorme toca monjil.
            Bajo ese ambiente de opresión y represión alcancé la adolescencia y, como todos mis desgraciados compañeros de generación, sufrí la carencia de aquellas satisfacciones naturales que - hasta mucho tiempo después no me enteré -, nada tenían de aberrantes. En aquel ambiente antinatural, era inevitable que fructificaran los obsesos que acabaron peregrinando a Perpiñán a ver las tetas de Brigitte Bardot; los curas pederastas que le tocaban la pilila a sus alumnos o se pajeaban en el confesionario oyendo historias inconfesables; las monjitas caritativas que robaban los bebés a las jóvenes descarriadas para dárselos a honorables y católicas familias de estraperlistas o militares exterminadores; los pobres “mariquitas” escarnecidos y torturados por los jóvenes que necesitaban afirmar su masculinidad intachable, aunque casta; las prostitutas vergonzantes a las que un día un novio dejó preñadas y fueron echadas de casa, sin  más porvenir que el comercio carnal, oficialmente prohibido pero consentido por las autoridades como mal menor y pasatiempo de insatisfechos esposos de virtuosas damas.

            Ese fue el mundo de mi adolescencia: Me enamoré de todas mis vecinas, de casi todas mis compañeras de estudios y de trabajo, no me comí una rosca y, con 30 tacos, llegué virgen al matrimonio. ¡Así que no me hable usted del amor adolescente, porque no quisiera blasfemar delante de estos señores! 
                    
              Miguel Ángel Pérez Oca.

P.D.- A petición de algunos lectores amigos, debo hacer una solemne declaración: Este relato no es en absoluto autobiográfico. Yo nunca me tomé en serio a los curas franquistas.