EL LOCO DE LAS ESTRELLAS
"Giordano Bruno, el loco de las estrellas" fue la primera novela publicada por mí, en el año 2000. Desde entonces he hecho muchas cosas, que os ofrezco, porque la vida sin compartir no es nada.
lunes, 11 de enero de 2021
PALABRAS EXTRAÑAS Y TÓXICAS.
sábado, 9 de enero de 2021
MUERTE, LOCURA Y TRISTEZA.
¿Es
posible? Me da miedo escribir y, más todavía, publicar lo que escribo. Porque
en cuanto expreso una opinión, alguien se ofende. Yo reconozco que me he vuelto
intransigente e irascible y poco cortés. Es verdad. Pero cuando hay muertos por
medio, creo yo, está de más la transigencia y la cortesía. Porque la vida es
sagrada y está por encima de todo. Y cuando se trata de salvar vidas, uno
debería, creo yo, poner eso por encima de todo lo demás. Y, además de estar
volviéndome loco (creo que la locura es un daño colateral de la pandemia) me
estoy sintiendo cada vez más triste. Y estoy triste porque personas a las que
quiero mucho (sigo queriéndolas) me acusan de machista, insultador… hasta
mequetrefe, porque me atrevo a reconvenir la conducta de quienes se ponen en
peligro de contagio por reunirse en locales cerrados y pasarse horas muy cerquita unos de otros y sin mascarilla
(a mí también me gustaría, pero sé que no debo). Y me dicen que quién soy yo
para no respetar la libertad de los demás. Si no hubiera muertos por medio,
tendrían razón, pero es que se está muriendo mucha gente, y yo me siento triste
y herido. Hay incluso quienes leen mis tonterías como inquisidor en busca de
herejías de qué acusarme, y me duele, porque, como un nuevo Giordano Bruno, no
puedo evitar seguir siendo hereje; hereje de la herejía de defender la vida de
los viejecitos que se mueren a chorros del coronavirus. No lo puedo evitar.
Para mí, en este caso, no hay libertad que valga contra cientos de miles de muertos
(Nada menos que 2 millones en todo el mundo, 60.000 en España y 3.163 en
Alicante a día de hoy y subiendo). Y no quiero ofender, ni insultar, ni
comportarme como un mequetrefe. Que conste que no creo haber hecho tales cosas,
aparte de quejarme de mis heridas, quizá violentamente, como gato panza arriba.
Me bastaría con que los (y las) supuestamente ofendidos/as contrastaran su
opinión con la mía y ninguno de los dos perdiéramos los papeles. Me ha ocurrido
con otros amigos que me han demostrado su bondad y su capacidad de comprensión
y, sobre todo, de saber argumentar. Pero los (y las) que me dicen que los (y
las) insulto y que no respeto su libertad, me hacen mucho daño, y a veces
reviento y digo barbaridades, porque, sinceramente, quizá soy excesivamente
sensible y me estoy volviendo loco de tristeza.
Miguel Ángel Pérez Oca.
lunes, 14 de diciembre de 2020
domingo, 6 de diciembre de 2020
EL VIRÓLOGO Y EL FUTBOLISTA.
El otro día, Calleja, el estupendo comunicador de televisión, nos obsequió con un programa sobre los científicos que luchan en nuestro país por darnos una vacuna que nos saque de este infierno de pandemia que padecemos. Me llamó la atención uno en especial, de unos 40 años de edad, que trabaja en ello de sol a sol en unos laboratorios impresionantes, con tecnología punta y asumiendo los riesgos propios de los que se acercan demasiado a esos nanúsculos y malvados virus. En un momento dado, el presentador se interesó por sus condiciones de trabajo. Y, ¡asombraos, amigos! A su edad y su sobresaliente categoría científica, todavía no tiene contrato fijo. Gana menos de 2000 € al mes y, siendo como es cabeza de un formidable equipo de investigadores que nos van a salvar la vida, todavía está haciendo oposiciones para alcanzar un puesto de trabajo fijo en su especialidad. Otro de los investigadores es un jubilado que ha dejado su merecido reposo y se ha puesto a la faena por puro altruismo, mientras sus colegas juegan a la petanca. Mal será que pierda su pensión.
En esas mismas fechas, el mundo se
conmociona, se desespera y se rasga las vestiduras ante la muerte prematura del
dios Maradona, un hombre que ha ganado muchos cientos de millones dando patadas
a un balón, y cuya mayor proeza fue compensar la humillante derrota militar de
las Malvinas, marcando para Argentina contra Gran Bretaña… ¡el mejor gol de la historia! Y
seguramente el más caro. Se le ha llamado La Mano de Dios, y ha muerto pronto
por su mala cabeza, alcohólico, drogadicto, y presunto pedófilo y maltratador.
Pero todo se le perdona porque pateaba el balón como nadie. Y a una joven
futbolista que tuvo la osadía de negarse a homenajearlo se le ha llegado a
amenazarla de muerte.
Se dice que el presupuesto de algún
club de futbol de primera división en España es superior al presupuesto del
Ministerio de Sanidad, y mientras nuestros formidables médicos, enfermeras y
demás sanitarios se nos marchan al extranjero para tener un salario decente, y
nosotros dudamos si ponernos o no la vacuna, las UCIs se llenan de moribundos
en los hospitales y los políticos dudan si dejarnos salir en Nochebuena, no
vayamos a cabrearnos y no los votemos.
¿No os da vergüenza que los jóvenes de hoy sepan quién
es Mesi pero ignoren quién fue Ramón y Cajal? Pues nada, a juntarse todos en
locales cerrados, sin mascarilla y confiando en la fortuna; que si os coge el
bicho y os morís boqueando como sardina fuera del agua, habrá sido por pura y
casual mala suerte. Además, esa putada es solo cosa de viejos.
Que os den…
lunes, 30 de noviembre de 2020
GANDHI Y LOS LÁPICES DE COLORES.
Ayer vi, por
enésima vez, una película maravillosa en la tele. Se trata de GANDHI, de
Richard Atemborouch, con un genial Ben Kinsley interpretando al padre de la no
violencia. ¿Os imaginais al Mathama intentando acabar con la lucha fratricida
entre hindúes y musulmanes haciendo dibujitos con lápices de colores? Dibujitos
en los que se viera un mundo ideal en el que unos y otros vivieran en paz. Él
no hizo eso, evidentemente, él puso en peligro su propia vida ayunando hasta
que, vencidos por su superioridad moral, los violentos abandonaron las armas.
El actuó. ¿Os imagináis qué hubiera hecho Gandhi si una pandemia de coronavirus
hubiera azotado el mundo en su tiempo? Él hubiera actuado, él, seguramente, hubiera
forzado a los irresponsables a evitar las reuniones en locales cerrados, a
llevar mascarilla y guardar las distancias, a lavarse las manos y desinfectar
la ropa. Les hubiera dicho: “Ayunaré hasta morir, a menos que hagáis lo debido
para derrotar al virus” (y seguramente, dadas las mentalidades actuales,
hubiera muerto). No, no hubiera utilizado lápices de colores y gomas de borrar
para pintar un mundo mágico donde los virus no pudieran atacarnos. No. No lo
haría.
Por
eso, cuando una queridísima amiga escribió un artículo en el que decía que
quisiera tener unos lápices de colores y una goma de borrar mágica, para pintar
un mundo libre de tragedias, yo no me pude contener, y escribí un comentario a
su texto, en el que le decía que los lápices de colores no sirven para nada en
el mundo real, que lo que hay que hacer en busca del mundo ideal es actuar en
consecuencia, trabajar para cambiar realmente las cosas, en este caso, evitando
las reuniones en locales cerrados, usando mascarilla y demás.
La
respuesta, por parte, más que de ella, de sus amigas y presuntas protectoras,
fue contundente: Se me acusó de haberle
lanzado una “sarta de reproches paternalistas, condescendientes, manipuladores
y machistas”. Yo ya estoy acostumbrado a que se me tache de todo (hasta hay
quien me llamó mequetrefe), así que no me altero por eso. Constato, eso sí, que
cuando uno hurga en la conciencia y en la debida responsabilidad de los que
prefieren mirar para otro lado, el escozor de conciencia no les deja dormir, y
se revuelven como gatos panza arriba.
Pues
lo siento, pero no voy a callarme. Porque tengo la obligación (tendríamos
todos) de aprender de Gandhi. Y siento mucho haber ofendido a quienes tanto
apreciaba, pero, según mi opinión, el mundo no se arregla con lápices de
colores, ni con paños calientes.
Miguel Ángel Pérez Oca.
sábado, 24 de octubre de 2020
MI POESÍA FAVORITA DE MI POETA FAVORITO.
Mi poesía favorita de mi poeta favorito: MIGUEL HERNÁNDEZ. Para ti.
GUERRA
Todas las madres del mundo
ocultan el vientre, tiemblan
y quisieran retirarse
a virginidades ciegas,
el origen solitario
y el pasado sin herencia.
Pálida, sobrecogida
la felicidad se queda.
El mar tiene sed y tiene
sed de ser agua la tierra.
Alarga la llama el odio
y el amor cierra las puertas.
Voces como lanzas vibran,
voces como bayonetas.
Bocas como puños vienen,
puños como cascos llegan.
Pechos como muros roncos,
piernas como patas recias.
El corazón se revuelve,
se atorbellina, revienta.
Arroja contra los ojos
súbitas espumas negras.
La sangre enarbola el cuerpo,
precipita la cabeza
y busca un hueco, una herida
por donde lanzarse afuera.
La sangre recorre el mundo
enjaulada, insatisfecha.
devoradas por la hierba.
Ansias de matar invaden
el fondo de la azucena.
Acoplarse con metales
todos los cuerpos anhelan:
desposarse, poseerse
de una terrible manera.
Desaparecer: el ansia
general, creciente, reina.
Un fantasma de estandartes,
una bandera quimérica,
un mito de patrias: una
grave ficción de fronteras.
Músicas exasperadas,
duras como botas, huellan
la faz de las esperanzas
y de las entrañas tiernas.
Crepita el alma, la ira.
El llanto relampaguea.
¿Para qué quiero la luz
si tropiezo con tinieblas?
Pasiones como clarines,
coplas, trompas que aconsejan
devorarse ser a ser,
destruirse piedra a piedra.
Relinchos. Retumbos. Truenos.
Salivazos. Besos. Ruedas.
Espuelas. Espadas locas
abren una herida inmensa.
Después, el silencio, mudo
de algodón, blanco de vendas,
cárdeno de cirujía,
mutilado de tristeza.
El silencio. Y el laurel
en un rincón de osamentas.
Y un tambor enamorado,
como un viento tenso, suena
detrás del innumerable
miércoles, 14 de octubre de 2020
MARTE EN OPOSICIÓN
Como os dije ayer, anoche observé Marte en su oposición. Esta "solo" a 62 millones de km. Y, aunque estaba despejado no había buen seeng (visibilidad, puede ser mala a causa de turbulencias o la presencia de vapores en la alta atmósfera), pude apreciar los principales accidentes de su superficie. Ahí os mando los dibujos que hice.