jueves, 27 de noviembre de 2008

LA CIENCIA Y LA FE


El otro día estuve en Orihuela asistiendo a la inauguración del Museo de la Ciencia que se ha instalado en la sede oriolana de la Universidad Miguel Hernández de Elche. Asistió, nada menos que el premio Nobel doctor Smooth, el científico que ha descubierto las anisotropías en el fondo de microondas del Universo, que demuestran, entre otras cosas, que el Big Bang debió ocurrir realmente hace unos 13.000 millones de años, y que sus irregularidades cuánticas dieron lugar a las primeras concentraciones de materia que se convertirían en galaxias y estrellas... nada menos.

Bueno, pues la primera reflexión que se me ocurrió, al ver la cantidad de curiosos aparatos que de manera muy amena y divertida van a enseñar a los chavales de la Vega Baja los principios de la Física, fue: ¿Se podría hacer lo mismo con las pseudociencias, es decir, con la Astrología, la parapsicología, la videncia y todas esas "cosas" que se engloban en el concepto de Esoterismo? ¡Pues, no, porque la procesión se demuestra andando! Uno puede demostrar la validez de las leyes físicas mediante sencillos experimentos, pero las tonterías no tienen demostración. Hace poco, una amiga esotérica a la que sin embargo quiero mucho, me acusaba de ser "creyente de la ciencia". La pobre no sabe que la ciencia no es cuestión de creer o no creer, sino de demostrar o no demostrar y comprobar o no comprobar. El verbo "creer" no tiene cabida en el diccionario de los científicos. La ciencia se resume en un mandato ético que dice: "No creas nada que no puedas comprobar y no afirmes nada que no puedas demostrar". La cosas se saben o no se saben, las mentiras se sabe que son mentiras o no se sabe si son o no mentiras y, en resumen, hay una gran catidad de cosas que no se pueden afirmar o negar. Por eso los científicos en su mayoría son agnósticos respecto a la religión. No hay nada más ajeno a un científico que las afirmaciones gratuitas. Por eso, incluso el Big Bang, pieza fundamental de la moderna Cosmología, es denominado "Modelo Estandar" y no se hace de él un dogma. Si mañana, un científico descubriera una contradicción en dicho modelo, éste sería abandonado por otro nuevo que satisficiera las espectativas de la ciencia, siempre como modelo, nunca como dogma. Esa es, querida amiga, la diferencia entre tus convicciones y las mías. A esta postura, alguna de esas personas "esotéricas", la califica como de "mente cerrada"; a lo que el padre Carreira, eminente astrofísico y a la vez jesuita - extraña pero coherente mezcla, en su caso, pues nunca mezcla las dos cuestiones - respondía: "Prefiero tener la mente cerrada que no abierta y vacía". La ciencia, amigos míos, es una cosa muy seria.

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