martes, 9 de febrero de 2016

COALICIÓN CARNAL (Y VERBAL)

El tema de la sesión de ayer en nuestra Tertulia Literaria era un conjunto de palabras sin ningún vínculo entre sí. Se debía a que en la sesión anterior vinieron cinco tertulianos nuevos a los que, siguiendo una inveterada costumbre, se les pidió una palabra como tema de los trabajos de la sesión siguiente (la de ayer); así que nos encontramos con 5 palabrejas para hilvanar una historia, a saber: Desencuentro, miedo, ayuda, reto y retorno. ¡Toma ya! Bueno, pues a mí me salió lo que os pongo a continuación. Espero que no os disguste demasiado.



COALICIÓN CARNAL.
            El miedo al desencuentro, sin el deseo de recibir ninguna ayuda por parte de terceros, supone un reto para Feldespato que, en el fondo de su alma, anhela un pronto retorno de su amada Florinda…
            Pero, ¿a mí qué me importa lo que le pase al memo ese de Feldespato? La verdad es que sus vicisitudes amorosas me la traen al fresco. Y más si el muy orgulloso rechaza cualquier clase de auxilio. Porque yo siempre me he preciado de ser un buen mediador, y estoy seguro de que habría podido convencer a Florinda de que debe volver con mi torpe amigo y que aquella tonta discusión sobre la gobernabilidad del país no puede ser óbice, cortapisa ni valladar que impida la permanencia de su casto amor.
            Y es que Feldespato peca de demasiado sectario en cuanto a cuestiones políticas se refiere y cuando le tocan a su líder, don Tancredo, se pone hecho un basilisco. Y, por otra parte, Florinda es de Podemos, nada menos. Que antes, cuando era del PSOE, la cosa aún tenía pase, pero ahora, “con los bolivarianos esos luciendo rastas en el Congreso”, que dice Feldespato, no hay manera de mantener su relación a flote. Es decir, que la gobernabilidad de la pareja peligra tanto como la de Españolandia.
            Y mira que yo ya les advertí de los peligros que conlleva la pasión política. Que si “se ha terminado la crisis gracias a los míos”, que decía Feldespato. Que si “los de la casta son un atajo de ladrones”, que afirmaba Florinda. Que si patatín, que si patatán. Y, claro, al final, pues “que te vayas con viento fresco, roja de mierda”, y que “ahí te quedas, facha de los huevos”. Y ya llevan así desde el 20 de diciembre, sin hablarse. Aunque yo sé muy bien que los dos sufren de ausencia y se pasan el día suspirando.
            Pero, en definitiva, lo que les ocurre es que, como nunca han pasado a mayores y, por culpa de él, que es un mojigato, jamás han consumado su amor en el terreno carnal, pues les falta un punto de coyunda capaz de superar los tiquismiquis de después del telediario. Además de que Feldespato siempre ve el de la Primera y Florinda el de la Sexta y las explicaciones del Wyoming a la noche. Que si por Florinda fuese, ya se habrían dado un buen revolcón íntimo que les sirviera de nexo de confluencia.
            Pero nada de nada, y como Feldespato no admite mis consejos, porque dice que soy un progre descreído y que para mí todo se resuelve con el uso y abuso de la carne pecadora, mi visión es superficial y no profundiza en los valores sacrosantos de la moral católica. Cómo se nota que estudió con los Hermanos Maristas y que su padre era “camisa vieja” y miembro destacado del Glorioso Movimiento Nacional; aunque todos sabemos que también era un putero de tomo y lomo y que a saber cuántos hermanos espurios tendrá Feldespato por ahí.
            Florinda, por su parte, es hija de un  ácrata de los de antes, que quería ponerla de nombre Floreala, pero ante la negativa del funcionario del Registro Civil, tuvo que conformarse con llamarla de la manera más parecida posible, o sea, Florinda. Y ya se sabe que los anarquistas son unos padres muy peculiares, así que la mandó a un cochambroso colegio público donde el maestro no era sacerdote, sino un paisano vocacional y ateo al que sus alumnos adoraban  porque era capaz de hacer amenas las Matemáticas; sobre todo cuando antes de entrar en el cole se pasaba por el bar del tío Paquito y se arreaba dos o tres vasos de vinacho de Valdepeñas que le alegraban el día.
            En fin, que sospecho que tal divergencia de caracteres entre Feldespato y Florinda va a hacer muy difícil el ansiado retorno por el que suspira mi amigo. Mejor intento yo alguna solapada maniobra de acercamiento propio a la buena de Florinda   -buena en todas sus acepciones físicas y químicas- y a ver si formamos una buena coalición entre este modesto sociata y la podemita, que las penas se mitigan mejor en la cama, después de un buen polvo. Y a Feldespato, que le den morcilla.
                                                                                                Miguel Ángel Pérez Oca.

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