HACE 70 AÑOS (3)
Bajo el cielo avergonzado y lloroso.
Como entonces, el cielo está avergonzado de lo que aquí pasó. Como entonces el aire destila mansas lágrimas en forma de llovizna intermitente. Y sin embargo el recinto está a rebosar, firme bajo los paraguas que se abren y se cierran según el capricho de las nubes. Nada más entrar en la zona “Volvo” del puerto, donde los señoritos de la élite navegante organizaron los jolgorios previos a una vuelta al mundo en sus sofisticados y plastificados barquitos, una gran bandera republicana ha conquistado de nuevo el lugar donde ondeó por última vez.
En el estrado, junto al letrero que anuncia el evento, una foto antigua, en blanco y negro, del capitán Dickson preside los actos. A la mesa, el artista Arcadi Blasco, el presidente de la Fundación Negrín, la hija de Max Aub, el representante de una logia francesa, los hermanos Dickson, Enrique Cerdán Tato, Elena Albajar… Y abajo, los que han venido a recordar a aquellos que describía magistralmente el autor de “Campo de los almendros” con estas palabras inolvidables: “Estos que ves ahora deshechos, maltrechos, furiosos, aplanados, sin afeitar, sin lavar, cochinos, sucios, cansados, mordiéndose, hechos un asco, destrozados, son, sin embargo, no lo olvides, hijo, no lo olvides nunca pase lo que pase, son lo mejor de España…”. La emoción ha ido creciendo ante las furtivas lágrimas de la hija de Max Aub, y cuando la presentadora ha llamado a los hijos del capitán del Stambrook, todo el público en pie ha aplaudido hasta romperse las manos. Después, un irlandés, hijo de un brigadista, ha recitado a Alberti en este lugar de barcos y barquitos, primero en español, después en inglés, con un vozarrón increíble. Y el broche de oro lo ha puesto Ian Gibson, con su socarronería característica. “Fa fret”, nos ha dicho para empezar, mientras las gotas se iban haciendo más recias y los paraguas se abrían y la gente permanecía en sus puestos, resistiéndose a los caprichos de los elementos. Gibson nos ha contado la bella historia de un alicantino de derechas, católico y excepcionalmente consecuente, que no quiso ser gobernador civil de Alicante, para no tener que participar en la represión inhumana. “Ah, si toda la derecha fuera como él”, se lamenta el hispanista, haciendo un llamamiento a los ediles alicantinos para que no sigan intentando cercenar la memoria legítima. Y para terminar, mientras el aguacero ya arrecia, Cerdán Tato increpa a los de siempre, a los que intentan en vano cambiar la historia, a los que al entorpecer la memoria se ponen en evidencia y se identifican con el franquismo… El aguacero nos impele a terminar el acto haciendo la ofrenda floral a las aguas grises del puerto, mientras Adolfo Celdrán entona sus canciones. El cant dels ocells suena sobre el puerto que hoy como entonces se cubre de vergüenza y destila lágrimas mansas sobre un suelo brillante, tal como se ve en la vieja foto de los italianos al pie de un maltrecho y mojado monumento a los Mártires de la Libertad.
Ha sido hermoso, ha sido muy hermoso, y hasta la lluvia ha contribuido a construir el marco adecuado. No solo hay gotas en el suelo, también en los ojos de los asistentes que, bajo los paraguas, se marchan con la lluvia y con la mirada brillante de lágrimas y emociones.
Y en la Plaza del Mar, la pregunta inevitable. ¿Para cuando la escultura de Eusebio Sempere a los últimos republicanos? ¿Para cuando de nuevo el recordatorio a los Mártires de la Libertad?
Paso por delante del Ayuntamiento que, hoy domingo, me parece cerrado a cal y canto, más cerrado que nunca.
¿Por qué, señora alcaldesa, no ha venido a aplaudir y a llorar con nosotros? Al no identificarse con nosotros, ¿con quién se está identificando? Se lo aseguro: No la quiero mal. Yo, al menos yo, la he echado de menos.
Miguel Ángel Pérez Oca.
Bajo el cielo avergonzado y lloroso.
Como entonces, el cielo está avergonzado de lo que aquí pasó. Como entonces el aire destila mansas lágrimas en forma de llovizna intermitente. Y sin embargo el recinto está a rebosar, firme bajo los paraguas que se abren y se cierran según el capricho de las nubes. Nada más entrar en la zona “Volvo” del puerto, donde los señoritos de la élite navegante organizaron los jolgorios previos a una vuelta al mundo en sus sofisticados y plastificados barquitos, una gran bandera republicana ha conquistado de nuevo el lugar donde ondeó por última vez.
En el estrado, junto al letrero que anuncia el evento, una foto antigua, en blanco y negro, del capitán Dickson preside los actos. A la mesa, el artista Arcadi Blasco, el presidente de la Fundación Negrín, la hija de Max Aub, el representante de una logia francesa, los hermanos Dickson, Enrique Cerdán Tato, Elena Albajar… Y abajo, los que han venido a recordar a aquellos que describía magistralmente el autor de “Campo de los almendros” con estas palabras inolvidables: “Estos que ves ahora deshechos, maltrechos, furiosos, aplanados, sin afeitar, sin lavar, cochinos, sucios, cansados, mordiéndose, hechos un asco, destrozados, son, sin embargo, no lo olvides, hijo, no lo olvides nunca pase lo que pase, son lo mejor de España…”. La emoción ha ido creciendo ante las furtivas lágrimas de la hija de Max Aub, y cuando la presentadora ha llamado a los hijos del capitán del Stambrook, todo el público en pie ha aplaudido hasta romperse las manos. Después, un irlandés, hijo de un brigadista, ha recitado a Alberti en este lugar de barcos y barquitos, primero en español, después en inglés, con un vozarrón increíble. Y el broche de oro lo ha puesto Ian Gibson, con su socarronería característica. “Fa fret”, nos ha dicho para empezar, mientras las gotas se iban haciendo más recias y los paraguas se abrían y la gente permanecía en sus puestos, resistiéndose a los caprichos de los elementos. Gibson nos ha contado la bella historia de un alicantino de derechas, católico y excepcionalmente consecuente, que no quiso ser gobernador civil de Alicante, para no tener que participar en la represión inhumana. “Ah, si toda la derecha fuera como él”, se lamenta el hispanista, haciendo un llamamiento a los ediles alicantinos para que no sigan intentando cercenar la memoria legítima. Y para terminar, mientras el aguacero ya arrecia, Cerdán Tato increpa a los de siempre, a los que intentan en vano cambiar la historia, a los que al entorpecer la memoria se ponen en evidencia y se identifican con el franquismo… El aguacero nos impele a terminar el acto haciendo la ofrenda floral a las aguas grises del puerto, mientras Adolfo Celdrán entona sus canciones. El cant dels ocells suena sobre el puerto que hoy como entonces se cubre de vergüenza y destila lágrimas mansas sobre un suelo brillante, tal como se ve en la vieja foto de los italianos al pie de un maltrecho y mojado monumento a los Mártires de la Libertad.
Ha sido hermoso, ha sido muy hermoso, y hasta la lluvia ha contribuido a construir el marco adecuado. No solo hay gotas en el suelo, también en los ojos de los asistentes que, bajo los paraguas, se marchan con la lluvia y con la mirada brillante de lágrimas y emociones.
Y en la Plaza del Mar, la pregunta inevitable. ¿Para cuando la escultura de Eusebio Sempere a los últimos republicanos? ¿Para cuando de nuevo el recordatorio a los Mártires de la Libertad?
Paso por delante del Ayuntamiento que, hoy domingo, me parece cerrado a cal y canto, más cerrado que nunca.
¿Por qué, señora alcaldesa, no ha venido a aplaudir y a llorar con nosotros? Al no identificarse con nosotros, ¿con quién se está identificando? Se lo aseguro: No la quiero mal. Yo, al menos yo, la he echado de menos.
Miguel Ángel Pérez Oca.
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