domingo, 21 de septiembre de 2008

EL ARTÍCULO DEL MARTES.


Aquí os pongo el artículo que leeré el próximo martes en Radio Alicante (1008 de onda media, "Alicante, hoy por hoy" de Vicente Hipólito) a eso de las 12,30 horas. Esta vez no le doy un palo a nadie, sólo expreso mis problemas de salud y mi mal humor provocado por el régimen de adelgazamiento que estoy siguiendo.



CÓMO ESTAR SANO SIN PERDER EL BUEN HUMOR.

No sé si fue Woody Allen o Groucho Marx el que dijo que existe una contradicción insalvable entre la buena salud y el buen humor, porque la mayoría de las cosas que nos gusta hacer son malas para la salud, son pecado o están prohibidas. Así que mantener el buen humor mientras se hace un régimen de adelgazamiento es muy difícil, al menos para un comilón como yo.
Hace ahora tres meses, estaba sentado frente al médico mientras él estudiaba mi último análisis de sangre.
-¿Cuánto mide usted? – me preguntó, sin levantar la mirada del papel.
-Un metro setenta y cinco – le respondí con un ligero temblor de voz.
E hizo que me pesara en una báscula que tenía en su consulta.
-¡Pesa usted ochenta y cinco kilos! – exclamó en tono de reproche.
Yo bajé la vista, avergonzado, mientras los dos volvíamos a sentarnos a ambos lados de su mesa.
-Hummm… 270 de colesterol, 206 de triglicéridos, ácido úrico… - me miró con intensidad – y sobrepeso. Amigo, le sobran a usted diez kilos…
Y yo puse cara de víctima.
-¿Hace usted deporte?
-Bueno… paseo, me doy una vuelta de vez en cuando.
-Sí, sí, pero ¿nada, va al gimnasio?
-Pues, no…
Y sus ojos me taladraron, mientras yo me encogía en mi silla.
-Mire usted, si no cambia de hábitos de vida, le pronostico un infarto antes de cinco años. Tiene usted todas las papeletas de la rifa…
Cuando salí de la consulta, lo primero que hice fue comprarme una báscula de baño. Y después le enseñé a mi mujer la dieta de 2000 kilocalorías a la que tendría que someterme para rebajar peso y eliminar lípidos.
Ahora, después de tres meses de sacrificios, he dejado de ser un señor obeso para convertirme en un tipo de aspecto más juvenil, con 76 kilos y bajando. He empezado a interesarme por mi aspecto y me he recortado la barba y llevo el pelo corto. Ya me puedo anudar el lazo de los zapatos y respirar a la vez. Las señoras me miran de otra manera, digamos, más interesante. Me levanto del sofá sin esa sensación de llevar a la espalda una mochila llena de ladrillos, o de estar embarazado. Ando ligero y subo cuestas sin esfuerzo… pero estoy todo el día cabreado, pensando en platos de arroz en costra, gazpachos, “arros amb bacallar”, morcilla negra y demás embutidos, huevos fritos mojados con mucho pan, bocadillos de pan con aceite y “cansalá” o panceta, calamares rellenos, patatas fritas, filetes de hígado de cerdo, pescaíto frito, hueva, mojama y otros salazones, frutos secos y demás delicias pecaminosas, prohibidas y malas para la salud.
Y es que el que algo quiere algo le cuesta.
He optado por comer solo, a la una y media, antes de que Suni y mis hijas se hinchen a devorar “delicatessen” delante de mí y me conviertan en un nuevo Tántalo.
Porque, miren lo que como: Por la mañana café descafeinado, leche desnatada, 50 gramos de pan integral tostado y 30 gramos de jamón de York; a media mañana yogur desnatado y fruta; al medio día ensalada y 100 gramos de carne o pescado a la plancha, con un poquito de pasta; por la tarde más fruta y a la noche más verdura y otros cien gramos de carne o pescado. Y no es por la cantidad, no, señor, es por tener ya fijados en el paladar los mismos sabores; porque uno ya está de la lechuga, las manzanas, los filetes de gallo y el jamón de York hasta el gorro.
Desde luego, me he negado rotundamente a ir a la piscina, que decía mi abuelo que si los seres humanos estuviéramos hechos para nadar, Dios nos habría puesto escamas. Y no voy al gimnasio porque me aburren esas bicicletas que no van a ninguna parte. Con recorrerme diariamente la ciudad a pie, de cabo a rabo, ya hago suficiente ejercicio.
El lunes iré a hacerme un nuevo análisis. Seguro que tengo el colesterol, los triglicéridos y el ácido úrico como deben estar. Así que ya no me dará un infarto antes de cinco años. Pero, ¿y si mañana me atropella un coche, me estrello en un avión o me cae un meteorito en la cabeza… y me pilla haciendo dieta, como un gilipoyas?
A ver cuándo inventan los gazpachos desnatados, las paellas descafeinadas y los calamares rellenos bajos en calorías, o nos implantan estómagos recargables, que uno pueda tirar a la basura cuando están llenos, porque eso de vivir sin comer pone de muy mala uva.

Miguel Ángel Pérez Oca.
(Leído en Radio Alicante el 23-9-2008)

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