Al final firmé el Manifiesto. Fui a la reunión del otro día en la Sede Universitaria con ánimo de aclararme las ideas, sin tener del todo claro si apoyaría o no lo que en un artículo de este mismo blog había calificado de insuficiente e inútil. Decía entonces que una Huelga General de un día es solo una huelga simbólica, una especie de fiesta nacional que pagan los trabajadores, toda vez que los patronos se ahorran el sueldo de ese día y los trabajadores, en su inmensa mayoría, recuperan gratis el trabajo perdido en la jornada. Sigo considerando que es así. Sin embargo, hay algo más, mucho más. Si no sabemos todavía si la huelga tendrá un seguimiento importante, ¿cómo podríamos esperar que la gran masa de los trabajadores fuera a una huelga general indefinida, hasta la caída del Gobierno o la retirada de sus antisociales medidas laborales? Es triste, pero hay que reconocer que el día del ascenso del Hércules a primera, y no digamos nada del día en que España ganó la Copa del Mundo, había más gente celebrándolo en la Plaza de los Luceros que la que acudió a la manifestación del 1 de Mayo. Y muchos de los que gritaban y saltaban de alegría en esas dos ocasiones deportivas, y no se habían molestado en manifestarse… ¡estaban en el paro! Quizá podríamos aducir que esta huelga debilitará más a Zapatero y dará oxígeno a la derecha del PP; que si gana las próximas elecciones generales se va a encontrar el trabajo sucio hecho por el PSOE, y tendrá además argumentos para seguir apretando las tuercas a los asalariados con contratos basura y despidos de caca de la vaca; que la gente, colectivamente, tiene lo que se merece. Se podrá argumentar también que esta convocatoria ha sido muy poco inteligente por parte de las cúpulas sindicales, que se la van a jugar a una sola carta: Si la huelga fracasa ya no tendrán a dónde agarrarse. Que hubiera sido mucho más astuto movilizar a la gente en manifestaciones gigantes, los sábados, al estilo de las que se hicieron contra la Guerra de Iraq. Son muchas las razones que nos hacen dudar a muchos de la oportunidad de esta huelga, es verdad. Pero hay algo que se llama decencia, dignidad, pundonor, vergüenza torera. “Más vale honra sin barcos que barcos sin honra”, que decía el Almirante Méndez Núñez, mientras mandaba a nuestra flota a sucumbir bajo los modernos cañones de la Armada Norteamericana. ¿Los gestos de pundonor son inútiles? Para la gente práctica, puede que sí. Pero recapacitemos: Si personas como Giordano Bruno o Galileo no hubieran preferido ser castigados por la Inquisición antes que renunciar a sus ideas, puede que en la actualidad todavía pensásemos que la Tierra está en el centro del Universo… y no tendríamos GPS, ni satélites meteorológicos, ni teléfonos móviles. Los soñadores románticos aportan un importantísimo impulso al progreso humano, del que luego se beneficia la gente práctica. La vida es así, y la gente decente y utópica es así también. La decencia es una virtud exclusiva del ser humano; de solo algunos seres humanos, me podréis decir, pero yo os contestaría que esos seres humanos, los decentes, son los que llevan la antorcha. Y si no mantenemos la antorcha en alto, nos hemos rendido de antemano.
El otro día, en la reunión de la Sede, un sindicalista despejó todas mis dudas con una sola frase: “Esta huelga debe ser un gesto de decencia”. Tenía toda la razón. Y a pesar de las dudas que todavía me atormentan, firmé el Manifiesto.
Faltaría más.
Miguel Ángel Pérez Oca.
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