En la India florecen los santos: Gautama Buda, Mahatma Gandhi, la madre Teresa de Calcuta y Vicente Ferrer en este enorme país lleno de espiritualidad y miseria. Buda nos enseñó a desentendernos de las riquezas materiales si queremos alcanzar la felicidad, Gandhi que los más ambiciosos cambios políticos se pueden alcanzar sin violencia, la madre Teresa consolaba a los moribundos y Ferrer enseñaba a vivir a los pobres. Hoy se nos ha ido Vicente Ferrer, nada que ver con aquel santo medieval, predicador inflamado y milagrero, cuya presencia en las ciudades solía ir precedida o seguida de matanzas de judíos que se resistieron a la conversión. El Vicente Ferrer de nuestro siglo no pretendía convertir a nadie, no exigía penitencias ni adoraciones, su obsesión era dar al pueblo paupérrimo los medios necesarios para sobrevivir por si mismo. No se trataba de caridad, de dar limosnas, sino de facilitar herramientas, construir pozos, conceder micro créditos, que los beneficiados deberían devolver cuando les fuera bien, con el fin de perpetuar la cadena. El campo de la madre Teresa era la muerte, el de Vicente Ferrer era la vida. Gracias a él y su esposa, hijos y colaboradores, un movimiento de redención y dignidad ha ido progresando en la India emergente de hoy día, y continuará hasta la erradicación final de la pobreza congénita de ese país siempre entregado al espíritu, pero que tan mal se ha ocupado de los cuerpos vivos. Vicente Ferrer es la revolución del amor, del compromiso, del testimonio evangélico, de la reflexión serena y consecuente de las enseñanzas de un rabino judío de hace 20 siglos llamado Jesús de Nazareth.
Vicente Ferrer se ha muerto longevo, rozando los 90 años, pese a todas las enfermedades adquiridas en su trabajo entre los pobres, tan frecuentemente víctimas de males contagiosos, y pese a su frágil cuerpo. Fue jesuita, hasta que se exigió a sí mismo más de lo que podía dar dentro de una orden religiosa, y sin dejar de ser cristiano, ejemplarmente cristiano, se casó, tuvo hijos e hizo su revolución. Fue muy valiente y consecuente hasta el fin de sus días. No quiso ser enterrado en España, en su Cataluña natal, sino en la India, donde se encontró a si mismo.
Y la Iglesia de los obispos antiabortistas y los papas antiprofilácticos, la Iglesia que de siempre se interesó por las almas de los infieles, pero rara vez se ha ocupado de sus condiciones de vida, calla, no pronuncia una palabra sobre uno de los más ejemplares de sus hijos. Al parecer, no le interesa nada Vicente Ferrer. Quizá porque colgó sus hábitos y desertó de su labor evangelizadora, para preocuparse “solo” por el bien material de los indios. Aunque yo sospecho que el pecado que más le reprocha a Ferrer es que dejara el celibato para amar y reproducirse. Para mí, la madre Teresa y Vicente Ferrer son dos de esos santos que a veces da el Cristianismo en tierras de infieles, esos misioneros esforzados que, pese al desinterés de sus jefes, acaban apiadándose de los pobres, conversos o no, y se desviven por atenderlos en condiciones heroicas; pero la diferencia entre uno y otra, es que la primera permaneció virgen y el segundo practicó el sexo con naturalidad, una naturalidad que no gusta nada a los que otorgan el título de santo. Qué obsesión tienen estos monseñores con los asuntos de la entrepierna.
Afortunadamente, la verdadera santidad que se manifiesta en veneración y reconocimiento, la otorga el pueblo, no los obispos, y para los indios que ayer despedían a Vicente Ferrer, y para el común de los mortales, cristianos, musulmanes, hinduistas, budistas y ateos, santos son Gandhi, Teresa y Ferrer. Porque santo es aquél que con su ejemplo y sacrificio contribuye a la construcción de la ética superadora de falsas morales.
Estoy seguro de que a Vicente Ferrer le hubiera complacido más la sonrisa de un niño indio sano y feliz que una nota oficial de reconocimiento del Vaticano.
Miguel Ángel Pérez Oca.
3 comentarios:
Hace ahora dos años, estuvimos de vacaciones en Andorra. De camino al Principado, paramos a comer en Balaguer. Miramos qué sitio nos gustaba y encontramos uno pequeñito pero acogedor, decorado con motivos marineros.
Cuando fui a pagar, me fijé que una pared estaba llena de fotos de Vicente Ferrer. Quizás sea porque ando siempre pegado al visor de la cámara pero no, en ese caso fue lo que había en aquellas imágenes. Eran fotos originales, no copias ni recortes. Se le veía trabajando en la India, rodeado de niños, en escuelas, visitando hospitales, siempre con una sonrisa…
Pregunté a la chica que nos atendió el porqué de aquel gran panel de fotos de este santo moderno y me dijo que el restaurante era propiedad de una señora de Barcelona y que con lo que se hacía de caja, separaba la parte de los gastos y sueldos del personal y el resto lo mandaba a la Fundación Vicente Ferrer.
Esta señora, ya tenía decenas y decenas de niños y niñas apadrinados y, si no recuerdo mal, se había volcado tanto con la Fundación, que una escuela abierta por Vicente Ferrer llevaba el nombre de ella. Y todo lo hacía sin darse ninguna publicidad.
--Mira –me dijo la empleada del restaurante señalando una de tantas fotos- esa niña que está con Vicente, es la hija de la dueña, en una visita a la India.
Contemplé aquella foto y todas las demás. Miré el tiquet de la comida y pensé que nunca iba a pagar tan a gusto una cuenta como la que tenía en las manos.
Y así ha sido.
HOLA MIGUEL, HE LEIDO LO DEL ARTICULO DE LAS HOGUERAS, ES MUY BUENO, LO HE PASADO A TODOS MIS SEGUIDORES Y AMIGOS DE ALICANTE PARA QUE LO LEAN Y REIVINDIQUEN ESTE TEMA, PORQUE CREO QUE ESO DE ALICANTE GUAPA...GUAPA...GUAPA, ES PURO ESPEJISMO. NATALIA Y YO EL DIA 25/06/2009 A LAS 10:00 HORAS NOS PUSIMOS A PASEAR POR LA PLAYA DE SAN JUAN Y ESO SI QUE ERA SUCIO...SUCIO...SUCIO, UN ESTERCOLERO, NO VENIMOS DEL MONO SINO DEL CERDO. ES TODO UN NEGOCIO VENGA QUE SI COMPRATE UN COCHE ECOLOGICO, UTILIZA EL TRASPORTE PUBLICO PARA NO CONTAMINAR Y UNA MERA FIESTA CONTAMINA UNA NOCHE MUCHO MAS.....SALUDOS TONY
Por favor! No juntes a Vicente conla psicópata sádica esa de Calcuta.
Infórmate bien de lo que hacía esa estafadora negligente y pesetera.
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