Bueno, yo creía que después de haber visto la fachada del nuevo casino del puerto ya lo había visto todo. Pero el otro día, al pasar por la calle San Francisco, me encontré una especie de floreros en alto, en cuyos recipientes había unas horrorosas flores de plástico de colores desvaídos, de esas que se ven en algunos nichos del cementerio.
Me acuerdo de una anécdota que contó una vez Antonio Gala en la televisión. Resulta que cuando era muy joven tuvo una novia, y un día la acompañó a su casa para conocer a sus padres. Mientras esperaba en el recibidor, observó un jarrón con un vistoso ramo de flores. Se acercó a olerlas y comprobó, horrorizado, que eran de plástico. Y el futuro gran escritor, herido en lo más profundo de su sensibilidad, salió corriendo y no volvió nunca más, ni a la casa ni a la jovencita; que de una casa donde reina tan mal gusto - debió pensar - no puede esperarse nada bueno.
Menos mal que en la plaza de Calvo Sotelo vi a una joven, en un andamio, ocupaba en restaurar el busto de Barrejón. El concejal Valor, sin alharacas, va cumpliendo sus promesas.
Pero al llegar al Mercado me topé con los alcorques de las palmeras llenos de plantas de navidad, puestas allí para que los salvajes las destrocen a patadas o se las lleven a casa para decorar su Navidad particular. Y en el suelo hay unos cartelitos adhesivos donde se lee: “Alicante, guapa, guapa y guapa”. ¿Será recochineo? Yo, lo confieso, me dieron ganas de salir corriendo, como Gala, en busca de una ciudad menos hortera, hortera y hortera.
Me acuerdo de una anécdota que contó una vez Antonio Gala en la televisión. Resulta que cuando era muy joven tuvo una novia, y un día la acompañó a su casa para conocer a sus padres. Mientras esperaba en el recibidor, observó un jarrón con un vistoso ramo de flores. Se acercó a olerlas y comprobó, horrorizado, que eran de plástico. Y el futuro gran escritor, herido en lo más profundo de su sensibilidad, salió corriendo y no volvió nunca más, ni a la casa ni a la jovencita; que de una casa donde reina tan mal gusto - debió pensar - no puede esperarse nada bueno.
Menos mal que en la plaza de Calvo Sotelo vi a una joven, en un andamio, ocupaba en restaurar el busto de Barrejón. El concejal Valor, sin alharacas, va cumpliendo sus promesas.
Pero al llegar al Mercado me topé con los alcorques de las palmeras llenos de plantas de navidad, puestas allí para que los salvajes las destrocen a patadas o se las lleven a casa para decorar su Navidad particular. Y en el suelo hay unos cartelitos adhesivos donde se lee: “Alicante, guapa, guapa y guapa”. ¿Será recochineo? Yo, lo confieso, me dieron ganas de salir corriendo, como Gala, en busca de una ciudad menos hortera, hortera y hortera.
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