lunes, 5 de agosto de 2019

ISADORA (Verano, 1980)



Don Jorge solo sonríe cuando la brisa fresca acaricia su viejísimo rostro en el porche de su casita de la ría, cerca de Cambados. En realidad se llama George Kaplan y ha sido un famoso guionista de Hollywood, con un Oscar sobre su chimenea.
-No toques el telescopio, Pepiña – le dice a la guardesa – que si le pasas el plumero al espejo le quitarás la amalgama y lo dejarás tan inútil como yo.
Porque don Jorge va en silla de ruedas desde que un accidente en París mató a su esposa y a él lo dejó parapléjico. Nunca volvió a Hollywood, se compró la casa de la ría y contrató a Pepiño y Pepiña, que lo cuidan y procuran tenerlo contento. Aunque él, según dice Pepiño, solo sonríe cuando la brisa fresca alegra sus veranos.
A la izquierda, sobre una enorme roca que parece flotar sobre las aguas, hay otra casa, la de Isabel, una antigua deportista olímpica, con dos medallas de plata ganadas con su equipo de natación sincronizada. Ahora, ya cincuentona, aunque con un cuerpo magnífico, es dueña de varios gimnasios de Madrid y está casada con un financiero que viene a verla los fines de semana.
Por las noches, Isa se acerca a la casa de don Jorge y miran las estrellas con su telescopio Dobson de 200 milímetros. A menudo los acompañan Pepiño y Pepiña.
-Mira – le dice don Jorge - , ahí tenemos a Saturno - e Isa se asoma al ocular y admira el lejano e inverosímil planeta.
-Lleve cuidado, doña Isabel – comenta, socarrón, Pepiño -, que con este telescopio, don Jorge la puede ver a usted cuando se baña.
E Isa y don Jorge cruzan las miradas. Hace tiempo que Isa sospecha que don Jorge la mira con su telescopio cuando ella se tira desnuda a la ría desde lo alto de la roca.
-No me importaría… - responde con una sonrisa.
Que se baña desnuda es algo que sabe todo el mundo y que ella nunca ha ocultado.
-Una vez vi bailar desnuda a Isadora Duncan… - dice don Jorge, melancólico.
 Pepiño y Pepiña se ríen y se disponen a irse a la cama.
-¿Lo entramos, don Jorge? – preguntan.
-Buenas noches, Isa… dora – se despide don Jorge, mientras admira la figura de Isa que se aleja por el camino, hacia su casa de la roca.
Por la mañana, don Jorge ha abierto el ventanal y coloca su telescopio apuntando a la roca con su ocular más potente. En la emisora local suena “En un mercado persa”.
-Seguro que ella también lo escucha – se dice, mientras enfoca el telescopio.
Y allí está, gloriosamente desnuda, sobre la roca, bailando al son de Ketelbey, con su cuerpo maravilloso…
El verano se acaba e Isa regresará mañana a Madrid.
Ella se irá en su coche y don Jorge dejará de sonreír, para adoptar el gesto malhumorado que mostrará todo el Invierno. 
-Isa… Isadora, no es la brisa; eres tú la que, en Verano, me hace sonreír.

                                                                       Miguel Ángel Pérez Oca.

                                                                              (500 palabras)

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