martes, 26 de marzo de 2019

FRANQUISTAS, NEOFRANQUISTAS, CRIPTOFRANQUISTAS Y AFRANQUISTAS.




Por fin, ya no lo ocultan. La marea de extrema derecha que azota a Europa, las sandeces de los otros nacionalistas, los de Catalunya, las próximas elecciones con una derecha dividida… los ha puesto a todos ellos con el culo al aire. Ya no lo disimulan, ya no lo niegan. Los hay franquistas de toda la vida, los hay neofranquistas que acaban de descubrirse a sí mismos como totalitarios de derechas, los hay criptofranquistas que tratan de ocultarlo, pero se les ve el plumero fascista, se pongan como se pongan, y los hay que no saben que son franquistas pero que se comportan como tales, porque no lo saben, pero lo son. Unos están con Vox, otros con el PP y los últimos, que se creen liberales, con Ciudadanos. Qué lejos están estos Ciudadanos de los que fundaron este movimiento con el provocador Boadella, pero no nos engañemos, no lo saben, pero como el resto de la derecha, lo son. Y es que la derecha de este país viene del feudalismo, el cuartel y la sacristía. Se confirmó con un baño de sangre, con un horrendo crimen franquista, y no ha sabido librarse de él, porque tendría que renunciar a la propia estimación. ¿Quién va a reconocer los crímenes de papá o del abuelito? Y así, en cuanto se crispa el ambiente, el pueblo español, salvo cuatro (o muchos más, por desgracia) idiotas, o ignorantes, o mezquinos, o ilusos que se creen destinados a ingresar en no sé qué élite, o enfermos del Síndrome de Estocolmo, que votan a sus explotadores al viejo grito de: “¡Vivan las caenas!”, tiene que enfrentarse a los aprovechados de toda la vida.
Esta de ahora es una situación dramática para una España enferma. De nuevo se enfrenta el viejo y sufrido pueblo demócrata con los viejos señoritos canallas. De nuevo es cuestión de gritar “¡No pasarán!” y, esta vez sí, derrotar de una vez y definitivamente a los franquistas. El campo de batalla, hoy, son las urnas. Así que a ver qué votamos el mes que viene. Nos jugamos la dignidad, la vergüenza, incluso la vida. Es cuestión de utilizar el voto como arma de lucha en una guerra sin sangre, y conseguir abortar el avance de los cerriles. Ya ha pasado la hora de jugar a elegir la opción ideológica más bonita, ya ha pasado la hora de inventar el huevo frito. El voto ha de ser útil, esta vez sí, o estamos perdidos. Democracia o miseria moral, esa es la cuestión. Ser o no ser.

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