sábado, 25 de agosto de 2018

CRIPTOFRANQUISTAS.



Los franquistas no engañan a nadie, ni lo pretenden. Admiten claramente su fe nacional-católica y justifican u ocultan los crímenes de los golpistas de 1936, a los que admiran y querrían emular. Se muestran desafiantes y cargados de razón y son muy pocos, afortunadamente.
Pero hay otra casta de impostores mucho más peligrosos: los criptofranquistas, los que con los ojos entornados y rostro inocente nos dicen por la tele que ellos son demócratas de toda la vida, mientras entorpecen con mil subterfugios el desahucio del viejo dictador fuera del Valle de los Caídos. Nos sacan a relucir viejos crímenes de dictadores presuntamente izquierdistas (Stalin, Pol Pot) como si fueran dirigentes del PSOE, o acusan al gobierno de ser "bolivariano", y se quedan tan frescos. Ellos llaman bolivarianos a sus rivales políticos, pero no consienten que nadie les acuse de franquistas. Y lo malo es que Pedro Sánchez y los suyos les siguen el juego y los respetan mientras los otros los desprecian. Ya va siendo hora de que alguien los desenmascare y les llame lo que son: el último aliento de una dictadura cruel, genocida y beata que nos sumió en el siglo XVI durante 40 años, que asesinó sistemáticamente a todos los líderes izquierdistas que pudo capturar y que nos lavó el cerebro, provocando un Síndrome de Estocolmo del que muchos españoles no han sabido liberarse.
Ya va siendo hora de que alguien les diga que lo justo sería dejar a Franco en una cuneta y que la familia lo busque, que es lo que hicieron los suyos con miles de buenos españoles, pero que no lo hacemos porque, simplemente, somos mejores que ellos y no necesitamos fingir nuestro amor a la Democracia.
Esperemos que, afortunadamente, esa gente solo consiga engañar a muy pocos, a los más tontos.

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