Mi
amigo Jordi es un catalán típico: formal, austero, cumplidor, puntual, eficiente
y excelente comerciante. No es un nacionalista furibundo, ni catalanista, ni por
supuesto españolista-castellano. Se diría que se limita a constatar su
condición de ciudadano de la Autonomía Catalana y del Estado Español, y
sufrirlo con resignación, sin arrebatos de entusiasmo ni de repulsas. Pero, la
verdad es que los nacionalistas castellano-españolistas les han hecho a los
catalanes muchísimas putadas, desde Felipe V hasta Franco; hay que reconocerlo.
Y la última fue el rechazo a su Estatuto de Autonomía tal como lo había aprobado
su Parlament. La derecha española siempre ha tenido hacia los catalanes una
especie de reticencia, como un rencor solapado, como un reproche por no haber
querido convertirse en castellanos fieles, y proseguir con su lengua, sus
sardanas, sus castellets, su barretina y sus negocios. Jordi no es que se
entusiasme cuando piensa en la independencia de Cataluña, simplemente es que en
esta época de crisis, los catalanistas lo están convenciendo de que
“España es un mal negocio”, y a lo mejor tienen razón. Para un catalán de bien,
España son los toros, las peinetas, la pandereta, la informalidad, la caspa,
las sotanas negrísimas… y los buenos negocios. Pero si hay que soportar todas
esas horteradas y a cambio no se obtienen ganancias, la verdad es que Jordi
preferiría hacer sus negocios en otro sitio. Que en Europa hay gente muy seria.
Jordi
debería saber que los recortes, en Cataluña, los ha empezado la Convergencia i
Unió del señor Mas, que ahora enarbola la senyera con fervor y proclama el
inicio del camino a la independencia. Más de un millón de compatriotas de
Jordi se manifestaron el otro día en Barcelona para decirle adiós a España, y
es que una España presidida por maese Rajoy y sus compadres mentirosos,
casposos y corruptos debe resultar muy poco atractiva para mi formal amigo. Lo malo es que si Catalunya se separa de España, también tendrá que
renunciar al Euro y a la Comunidad Europea, porque no esperarán los catalanes
que España se prive de vetar su ingreso en las organizaciones continentales. Así que, a
lo peor, la independencia es todavía peor negocio que la permanencia en el Estado
Español. Por eso me temo que si llegara el momento de refrendar la separación,
Jordi y sus amigos se lo pensarían antes de precipitarse; que estoy
convencido de que la precipitación no entra dentro de los defectos catalanes.
Por
otro lado, a mí, particularmente, los nacionalismos siempre me han parecido una
tontería, peor aún, un comecocos de los privilegiados para que sus tontos
siervos les den todo el poder, sin compartirlo con los privilegiados de otros
sitios o provincias. Porque los señoritos siempre han preferido ser cabeza de
ratón que cola de león. También creo que a lo largo de la Historia el pez
grande siempre se ha comido al chico y los estados pequeños siempre han caído
bajo la férula de los grandes. Mirad ahora cuáles son los países atenazados
por el rescate: Irlanda, Grecia, Portugal… todos pequeños. Cuando oigo que ha
sido interceptada una patera con argelinos a bordo, siempre pienso que si sus
dirigentes, en lugar de estar ávidos de poder, hubieran pensado en el bienestar
de sus conciudadanos, habrían luchado por un buen estatuto de autonomía, pero
dentro de la nación francesa. Ahora, seguramente, serían más libres
políticamente, y vivirían mejor, y no tendrían que arriesgar la vida en una
patera para emigrar a su antigua metrópoli. Y lo mismo digo de todas las
antiguas colonias africanas, de Irlanda, de las antiguas repúblicas de la URSS,
etc.
Es
la derecha española la que sistemáticamente mete la pata en su trato con
Catalunya. La frase de un famoso imbécil llamado Camilo José Cela, cuando dijo
que llamar "castellano" al "idioma español" es una imbecilidad, lo retrató como
tal. Porque si este eximio escritor consideraba que Catalunya es España, el
catalán también debiera ser considerado un idioma español, y habría que
distinguir entre castellano, catalán, gallego y vasco para definir a todas las lenguas
españolas. ¿O no?
Pero
la derecha se empeña en confundir España con Castilla, y, claro, la caga una y
otra vez. Zapatero, por culpa de las insidias del PP, no pudo otorgar a los
catalanes el Estatuto de Autonomía que ellos habían aprobado. Se les recortaron
cosas que no se privaron, en cambio, a los valencianos; porque, por lo visto, a
los catalanes traidores había que fastidiarlos en nombre de la Patria, y ahora
ellos se cabrean y protestan de los recortes pidiendo la independencia. ¿Qué
hacemos ahora? ¿Nos ponemos a negociar con los catalanes o
seguimos cagándola?
Por
desgracia, la intransigencia centralista volverá a imponerse, y aquí se armará
el cisco. Es lo previsible. Ojala el "seny" y la sensatez catalana nos eviten un
conflicto lamentable que, en el fondo, todos sabemos cómo acabaría. Pero, al
parecer, la sensatez y la derecha españolista-castellana son incompatibles.
Como decía aquel: "España y yo somos así, señora". Pues que nos aproveche.
Miguel
Ángel Pérez Oca.
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