Dicen los de la Mecánica Cuántica y los de la Relatividad que el tiempo no transcurre tal como lo percibimos, sino que es una dimensión más del espacio-tiempo, ese continente de todo cuanto existe que está dotado además de no se sabe cuántas otras dimensiones. Los de la Teoría de las Cuerdas dicen que hay más dimensiones, pero que se encuentran algo así como enrrolladas sobre sí mismas en espacios diminutos. Bueno, la famosa Teoría de las Cuerdas incluye en sus enunciados la imposibilidad de ser comprobada ni de efectuar predicciones, con lo cual nunca sabremos si tiene algo de cierto o es una especie de paja mental de sus creadores como aquellos epiciclos de Tolomeo con los que se quería explicar las cosas desde las premisas que nos imponían Aristóteles y Santo Tomás de Aquino. En fin, que si hacemos caso a los físicos, por otro lado el único gremio fiable a la hora de explicar el mundo, la realidad apenas se parece a lo que nuestros sentidos nos permiten conocer. Si el espacio-tiempo tiene cuatro dimensiones, es decir, si es algo así como una estructura que abarca todos los fenómenos que nosotros interpetamos como acontecimientos pasados, presentes y futuros, tendríamos que reconocer que estos "acontecimientos" no "acontecen", sino que están cada uno en su presente, en su nivel de cuarta dimensión que nosotros percibimos como tiempo. Así pues, todo está ya predeterminado, como si se tratara de una película ya filmada que estamos viendo en una sala de cine y de la que ignoramos el final, aunque éste ya está en el último fotograma de la cinta que está pasando por el proyector, allá arriba en la cabina. Por otro lado, los de la Mecánica Cuántica nos aseguran que el comportamiento de las partículas subatómicas es azaroso y no obedece a la ley causa-efecto. O sea, que según ellos, cada piso de la dimensión tiempo se bifurcaría en sus infinitas posibilidades como un inmenso árbol por el que nosotros ascendemos como una hormiga que sube por la corteza sin saber por qué rama va. Y así la moderna Física, nos guste o no, niega el libre albedrío. Porque, tanto si el espacio-tiempo es atemporal (en el sentido de que el tiempo es algo que "transcurre") como si es o no azaroso, nada podemos hacer para dominarlo, dado que somos parte de su contenido. Si no transcurre sino en su representación ante nosotros como espectadores, no somos libres, ya que todo está ya "escrito", y si su transcurso depende del azar, tampoco, porque el azar por definición es imprevisible y no puede ser condicionado. Esto, en todo caso, es una película con final abierto o cerrado a la que asistimos como simples mirones. Leí una vez en un libro sobre Budismo Zen ("El camino del Zen" de Alan Watts) que si consideramos un acto voluntario a aquel que va precedido de la decisión de ser ejecutado, esta decisión, para ser voluntaria, debería ir precedida por la decisión de ser decidida, y esta por la precedente en una cadena interminable e imposible.
Sin embargo, permítaseme un paso más adelante en esta reflexión. Si el tiempo no transcurre pero "nosotros" lo vemos transcurrir, dado que percibimos 3 dimensiones como espacio y una cuarta como devenir, quiere decir que nuestro "yo" es el espectador pasivo de un superespacio "laminado" que percibimos como una sucesión de "acontecimientos". Vemos una estructura tetradimensional como una aventura en un mundo de tres dimensiones. ¿Es así? Pero nosotros también formamos parte de ese superpespacio de 4 dimensiones, ¿no? Y, claro, cuando decimos "nosotros", o "yo", pensamos en principio en nuestro cuerpo o en última instancia en nuestro intelecto individual, que vive aventuras y cambia con el tiempo, hasta que al final se muere. Pero, ¿a qué se debe la dinámica de nuestra percepción? ¿Quién o qué es lo que en realidad se traslada por nuestro interior a través del "tiempo dimensional" en forma de "tiempo temporal", creando así el devenir que transcurre? ¿Donde está la butaca del cine donde se proyecta la película de mi vida? ¿Quién o "qué" soy yo?
Alguien dijo una vez (no recuerdo si fui yo mismo) que no somos otra cosa que una perspectiva del Cosmos. O sea que somos un punto de vista (espacial y temporal)... ¿de quien? o ¿de Quién?
Sospecho que el día en que los físicos nos expliquen esto, si es que pueden hacerlo alguna vez, dejaremos de tenerle miedo a la muerte. Pero una especie sin miedo a la muerte se extingue por falta de motivación. Quizá ahí reside el secreto de que no nos hayamos tropezado todavía con civilizaciones extraterrestres, porque todas acaban extinguiéndose al conocer la verdad, la gozosa y tremenda verdad.
Vaya rollo que os he metido hoy, ¿Eh?
Miguel Ángel Pérez Oca.
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