No me gusta la gente que mata para divertirse. No me gusta. Matar a un animal indefenso y hermoso me parece algo repugnante. Es destruir la obra más maravillosa y compleja de la naturaleza, la vida, esa vida que ha tardado 3.500 millones de años en producir la inteligencia; si es que realmente somos inteligentes. Y si Darwin tiene razón, que la tiene, le guste o no a los creacionistas, tan merecedora de respeto es la vida de un ciervo como la de un ser humano.
Lo confieso: no soy vegetariano y sé que mi dieta de proteínas reclama la muerte de animales de granja que son criados con ese fin. Pero, al menos no mato ni pago a los matarifes porque me divierta la muerte de seres inocentes. La muerte de un animal solo se justifica si obedece a razones alimentarias, y aún eso es discutible.
Por eso, lo que no me hace ninguna gracia, sino que me produce asco, es la caza mayor, esa que practican los señoritos que pagan una fortuna por el derecho de abatir a un ciervo. Porque un ciervo es un ser hermoso, sensible e indefenso, que sufre dolor y miedo y hasta llora ante su propia muerte a manos de un primate armado con escopeta. Nadie con una mínima sensibilidad podría matar a un ser tan parecido a nosotros sin sentirse culpable.
Y que no se piense que me estoy uniendo al coro de los voceros del P.P. que se rasgan las vestiduras porque el ministro de Justicia y un juez hayan compartido una cacería a la que asistieron otras muchas personas. Si quisieran conspirar lo harían en un lugar más privado, así que eso no me escandaliza en absoluto. Lo que me escandaliza es que hayan sido capaces de masacrar a esos pobres animales, ellos que saben perfectamente que cuando los seres humanos nos civilicemos un poco más, matar un ciervo será un delito punible; ellos, que como servidores de la justicia, no deberían ser capaces de cometer la injusticia más grande que se le puede hacer a un ser vivo: arrebatarle la vida.
Y sólo para divertirse.
Miguel Ángel Pérez Oca.
Lo confieso: no soy vegetariano y sé que mi dieta de proteínas reclama la muerte de animales de granja que son criados con ese fin. Pero, al menos no mato ni pago a los matarifes porque me divierta la muerte de seres inocentes. La muerte de un animal solo se justifica si obedece a razones alimentarias, y aún eso es discutible.
Por eso, lo que no me hace ninguna gracia, sino que me produce asco, es la caza mayor, esa que practican los señoritos que pagan una fortuna por el derecho de abatir a un ciervo. Porque un ciervo es un ser hermoso, sensible e indefenso, que sufre dolor y miedo y hasta llora ante su propia muerte a manos de un primate armado con escopeta. Nadie con una mínima sensibilidad podría matar a un ser tan parecido a nosotros sin sentirse culpable.
Y que no se piense que me estoy uniendo al coro de los voceros del P.P. que se rasgan las vestiduras porque el ministro de Justicia y un juez hayan compartido una cacería a la que asistieron otras muchas personas. Si quisieran conspirar lo harían en un lugar más privado, así que eso no me escandaliza en absoluto. Lo que me escandaliza es que hayan sido capaces de masacrar a esos pobres animales, ellos que saben perfectamente que cuando los seres humanos nos civilicemos un poco más, matar un ciervo será un delito punible; ellos, que como servidores de la justicia, no deberían ser capaces de cometer la injusticia más grande que se le puede hacer a un ser vivo: arrebatarle la vida.
Y sólo para divertirse.
Miguel Ángel Pérez Oca.
P.D. - Ayer dimitó el ministro. Yo hubiera preferido que dimitiese el cazador.
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