miércoles, 15 de junio de 2016

LUZ EN LA COCINA DE SALLY



El tema de la Tertulia, esta vez, era "LUZ" y a propósito de esta palabra he presentado el siguiente trabajo:

LUZ EN LA COCINA DE SALLY.
      De alguna manera, yo había aprendido a viajar por el tiempo y a volver a vivir los momentos más felices de mi vida. Mis prácticas de Filosofía Oriental, aplicadas a mis conocimientos de Física Relativista, me habían procurado una extraña habilidad. A veces, cuando el recuerdo se hacía doloroso, me levantaba a media noche y encendía la luz de la cocina, adoptando una forma de concentración mental que no os sabría explicar, y en lugar de aparecer ante mi vieja y sucia placa de vitrocerámica y mi nevera cubierta de imanes con notas, lo hacía en la hermosa y añorada cocina del apartamento de Sally, en Miami Beach, donde ella y yo vivimos los días más apasionantes de nuestra tormentosa relación. Había regresado a un pasado feliz.
       Bebía un vaso de agua y me volvía a la habitación donde me esperaba su turbador cuerpo desnudo, con su piel satinada, con su rostro pecoso y su cabeza rubia de peinado muy corto, que dejaba a la vista una nuca fascinante, incitadora de mis deseos más lúbricos. Su boca carnosa, anhelante, dirigía un reproche a mi viaje a la cocina.
        -Tenía sed – me excusaba.
        -Yo también tengo sed… de ti – me contestaba a la luz de lejanos rascacielos.
        Y nuestros cuerpos, febriles, rodaban sobre las sábanas y se enredaban con ellas en audaces e inverosímiles posturas. Sus ojos claros, de un extraño azul turquesa que siempre me había inquietado, iluminaban sus gritos de placer. Mi boca buscaba su sexo, su boca me devoraba entre orgasmos muy profundos, dulces desmayos y enloquecidas convulsiones, una y otra vez, una y otra vez hasta perder la consciencia. Y después, un cigarrillo fumado a medias en la calma satisfecha, colmada; y el sueño reparador…
        No es que hubiera vuelto a vivir esos momentos, no. Los vivía “la misma vez” que entonces. No experimentaba “de nuevo” instantes recordados, sino que, simplemente, los percibía en su versión original, sin conciencia de repetición.
        Y al despertar, estaba de nuevo en mi hoy de ahora, en mi estrecha cama desierta. Y recordaba la apasionada noche vivida… o soñada, como algo reciente y real. Como de un ayer inmediato, a pesar de los años transcurridos desde entonces.
        No sabía si aquella escena rediviva era real y si yo podía viajar de veras por el tiempo, pero mis experiencias de “crono-traslación” me proporcionaban sensaciones tan firmes que me permitían abrigar la esperanza de estar regresando a la noche mágica. Real o no, repetí la aventura muchas veces, siempre con el mismo resultado.
        Hasta que una noche de hace tres meses, al encender la luz de mi cocina, una chispa crujió en el pulsador y un olor a quemado inundó la estancia a oscuras. Habían saltado los fusibles y un pequeño incendio consumió rápidamente el embellecedor de plástico. Me apresuré a sofocar las llamas con un paño y, después, fui al cuadro de luces y volví a levantar la palanca de contacto. Cuando regresó la luz, estaba todavía en mi cocina, no en la del apartamento de Miami. Así que, resignado, me fui a dormir.
        Al día siguiente, recibí una llamada telefónica de mi amigo Leo, nuestro vecino de apartamento en los días dichosos.
       -Hola, Edgar, ¿qué tal te va en Houston? – y, sin esperar respuesta, prosiguió – Oye, ¿puedes llamar a José, el portero de la urbanización, y decirle que me deje ocupar tu apartamento por unos días? Chico, es que anoche hubo un incendio tremendo en el de Sally; y el mío, como está al lado, se ha llenado de humo, que no se puede estar aquí hasta que lo limpien todo. Ha sido muy extraño. Sally, como tú sabes, se marchó a Nueva York hace años, y su apartamento ha estado cerrado desde entonces, con la luz y el agua cortadas y, sin embargo, según los bomberos, ha habido un cortocircuito en la cocina y ha ardido toda la vivienda. Nadie se puede explicar lo que ha pasado.
       Yo sí que hubiera podido explicar lo que había pasado, pero nadie me habría creído.

       El caso es que nunca más he podido volver a viajar en el tiempo.       
                                                                                                               MAPérezOca.

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