martes, 5 de abril de 2016

NADA DE NADA



Y no me refiero al asunto de las negociaciones para constituir un Gobierno progresista, que eso está todavía en el alero y unas próximas elecciones serían algo así como un tsunami o una catástrofe no sé si política o histórica...
No, me refiero al tema de la última Tertulia, que era, precisamente: NADA.
Pues eso es o que escribí al respecto. Espero que os guste.

NADA.
            -Nada, nada – solía decir Aquiles Llongueras en cuanto tenía ocasión -, eso es así, como yo digo.
            En su tertulia literaria siempre se leía al autor que él proponía. Siempre prevalecía su criterio. Y si un escritor no era de su agrado, nunca llegaba a leerse, porque para eso había instituido una lista negra de autores malditos. Era un líder nato.
            Y le iba la marcha. Así que se propuso ampliar su influencia extendiendo sus actividades a la práctica del sexo depredador. No tenía más que mirar intensamente a una mujer para verla estremecerse disimuladamente. Tenía un magnetismo especial y una capacidad de convicción con la que hubiera sido capaz de llevarse al huerto a una doña Inés rediviva… Y lo hizo. Así que, nada más que para probarse, venció la resistencia de la Presidenta del Club de Mujeres Castas, que aún le dura a la pobre la sonrisa boba, y parece santa Teresa traspasada por la flecha del ángel de Bernini.
Un día, Aquiles pensó dedicarse a la política. Se enroló en un partido mayoritario y enredó a todos sus compañeros en negocietes de recalificación urbana y cohechos, de los que acabó forrado; y cuando estalló el escándalo, se convirtió en el apóstol de la transparencia y martillo de corruptos, y consiguió que metieran en la cárcel a sus antiguos colegas, mientras él salía ileso.
            Pero, fue por entonces cuando Aquiles Llongueras, eximio tertuliano, político fecundo y gran conquistador erótico, conoció a Patricia de la Track Pomares, bellísima aristócrata que en su primer encuentro no mostró sentirse especialmente impresionada por sus indiscutibles cualidades de macho alfa.
            La indiferencia de la dama fue como un desafío para Aquiles que, agotadas todas su habilidades, no pudo hacer otra cosa que confesarle su amor y propósitos matrimoniales, con la intención de dejarla plantada en cuanto la hubiera podido seducir.
            Pero la dama, que además de hermosa, culta y discreta, era doctora en Psicología y Psiquiatría por la Universidad de Lovaina, le dijo que, si bien le parecía un galán muy apetecible y, al parecer, sincero, ella no podría entregarse a nadie a quien no hubiera sometido previamente a un test de su invención capaz de desvelar los más altos valores del espíritu humano. Y si resultaba ser tan valioso como aparentaba, sería suya.
            -Verás, querido – le dijo - , se trata de un aparato muy similar al polígrafo, que emite un certero diagnóstico sobre el contenido espiritual del investigado. No tienes más que dejar que te ponga este brazalete con sensores en la muñeca y por la ranurita esa saldrá un papelín en el que vendrá escrito un completo informe sobre todo el contenido de valor que atesore tu alma.
            Aquiles, convencido de su valía, no tuvo inconveniente en someterse a la prueba, aunque le inquietase un vago temor a ser descubierto en sus arteras prácticas.
            Cuando, después de un rato de experimentar extraños cosquilleos en el brazo, la máquina se detuvo y el papelito comenzó a salir por la ranura, nuestro brillante protagonista vio con estupor que solo había una palabra escrita en el:
“NADA”
            Hoy día, Aquiles, expulsado de su partido, purga sus cohechos en el penal de Villena. No ha sido admitido en la tertulia literaria de la cárcel y hace años que no se come una rosca, por no contar con ninguna voluntaria para un vis a vis. Desde que la máquina le descubrió su verdadera valía, no ha sido capaz de engañar a nadie más.
            Patricia de la Track guarda entre las páginas de su diario el papelito con la palabra “NADA” que colocó ella misma en su aparato de tomar la tensión arterial, hábilmente tuneado para el caso.
            -Había que bajarle los humos a ese cabronazo – cuenta a sus amigas.


                                                                                            Miguel Ángel Pérez Oca.


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