martes, 12 de agosto de 2014

SER NIÑO EN GAZA.


El tema para escribir en la Tertulia Literaria de la Bodega Adolfo era la palabra "cautivo". Yo, obsesionado por el tema de los niños masacrados de Gaza, escribí esto que os pongo en el blog. Ojalá lo lea algún judío con conciencia solidaria. Si es así, me gustaría que me pusiera un comentario.

             EL NIÑO CAUTIVO.
            Nos mira desde los escombros. Sus ojos nos taladran para decirnos: “Estoy cautivo. Todos estamos cautivos en Gaza. Sácame de aquí”. Gaza es una inmensa prisión; peor: un campo de batalla del que no se puede salir. Dos bandas de fanáticos contaminados de Corán y de Torá se enfrentan en un terreno sembrado de civiles inocentes, que nada tienen que ver en su disputa. Unos, los locos de Hamás, lanzan cohetes artesanos hacia Israel, con la vana esperanza de que el artefacto caiga sobre una zona poblada y mate a algunos judíos, los que sean, civiles o militares, adultos o niños, qué más da. Es la Yihhad, la Guerra Santa; como si pudiera ser santa una guerra. Nunca han leído otra cosa que el Corán; aprendieron a leer para eso. Y ahora construyen cohetes y túneles con la ilusión de darle con la piedra en la frente al Goliat israelita. Los otros, con el título de propiedad del territorio en la mano, suscrito hace tres mil años en su dichoso Libro Sagrado, manejan las armas más caras y sofisticadas: cohetes guiados por láser, aviones teledirigidos, bombas “inteligentes”, para matar a los terroristas de Hamás y, aunque para eso tengan que asesinar a miles de civiles interpuestos, no se van a detener. Tienen mucho dinero, mandado por sionistas americanos, algunos de ellos nietos de aquellos que no pudo matar Hitler, porque eran ricos y tenían medios para huir de Alemania antes de que se produjera el Holocausto. Y es que las víctimas siempre son pobres: Los que murieron en Auschwitz eran judíos pobres; como pobres son los palestinos que mueren en Gaza, porque los ricos ya hace tiempo que se fueron.
            El niño está ahí y nos mira desde los escombros. Ayer, una bomba mató a toda su familia. Él estaba jugando al escondite con sus hermanos, se ocultó en un agujero y la metralla no lo encontró. Y ahora nos mira con su cara sucia, con sus velas de mocos colgando de su naricilla, con las moscas que lo acosan y él espanta ritualmente con un movimiento de la mano, con esos ojos negros, enormes, que nos dicen: “Estoy cautivo en este infierno. Libérame y llévame lejos”. Y el periodista que lo está filmando, ¿no lo ayuda? Ese hombre extranjero se juega la vida y eso tiene un precio. Ha venido a ganar mucho dinero con su arriesgadísimo reportaje. Y mientras filma se oyen explosiones en la distancia, cada vez más cercanas. Así que, en cuanto termine su trabajo, correrá para salvar el pellejo, llevándose sus cámaras y sus bártulos, y se olvidará de todos los niños.
            Gaza es una prisión inmensa. Ya no hay suministro eléctrico y la gente se muere en los quirófanos a oscuras. Apenas quedan víveres. El ejército judío escarbará el subsuelo en busca de islamistas de Hamás, aunque para ello tenga de destruir Gaza hasta sus cimientos, matando a todos sus habitantes inocentes. Gaza es una prisión de donde nadie puede escapar, un presidio tan grande como un país, donde todos son cautivos y donde todos son potenciales condenados a muerte.
            Y nadie hace nada por ellos. Los poderosos europeos y americanos miran para otro lado, no vaya a bajar la bolsa. Los judíos del mundo, que tienen tan presente el genocidio que padecieron sus padres bajo los nazis, no son capaces de establecer el evidente paralelismo y dejan que su pueblo se cubra de ignominia, como antaño hizo el pueblo alemán, que también se encogía de hombros. Y los señores del petróleo, con su Corán sobre la mesilla de noche y sus baños de alabastro con grifería de oro en sus palacios de Las Mil Y Una Noches, no se preocupan por sus hermanos de religión. Al fin y al cabo, los gazatíes son unos pobres diablos a los que Alá no regaló oro negro…
            El niño cautivo de Gaza nos mira y nos suplica que lo rescatemos. Lo estamos viendo en alta definición, en la pantalla plana de un magnífico televisor de plasma, sentados en nuestro cómodo sofá de cuero, con el aire acondicionado refrescando el ambiente estival; y sobre la mesa de centro nos espera un vaso de cerveza de abadía, muy fría, y un platito de aceitunas rellenas. El niño nos mira y nos suplica, y nosotros, por un instante fugaz, nos sentimos ligeramente culpables.     
Miguel Ángel Pérez Oca.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Para empezar a Israel se le dio un territorio y lo que "colonizo" digamos se apropio tiene que irse y Hamas prometer que si entragan todos los territorios ocupados no los atacan mas.Eso es un sueño Israel no tiene limites y nadie se los pone ni los bloquean como a otros por mucho menos.Pobres personas.Por suerte mi pais Uruguay y nuestro querido presidente va a contibuir un poquito con algunas familias que trae, igual aca la oposicion habia pedido que no y la comunidad judia tampoco los querian