martes, 1 de abril de 2014

CANSANCIO METAFÍSICO.



El cansancio era el tema para la reunión de la Tertulia de la Bodega Adolfo de ayer. Y yo compuse esta narración que os ofrezco. Si alguien se siente ofendido le pido perdón y me excuso en la consideración de que este texto no es para burlarme de las creencias de nadie si no para invitar a todos a un profunda reflexión sobre el Cosmos que nos acoge.

CANSANCIO  Y REDENCIÓN.
            Tanatos, el putrefacto, y Fobia, la temblorosa, son los padres de todos los dioses y demonios, de todos los ángeles, hadas, duendes, dragones, trasgos, espíritus burlones, fantasmas y demás seres fabulosos y descomunales, parásitos del alma humana. Habitan en una profunda cueva, entre los pliegues más recónditos y antiguos del pensamiento; y hoy han llamado a su presencia al más joven de sus hijos: Yahvéh.
            -Te hemos citado, Yahvéh, porque hace tiempo que te encomendamos la Creación del Universo y no estamos satisfechos de tu gestión.
            El joven Yahvéh, que solo tiene tres mil años, se mesa sus barbas blancas y se coloca correctamente el triángulo brillante sobre su cabeza. Está visiblemente azorado.
            -He hecho lo que he podido – se excusa, provocando el enojo de sus progenitores.
            -¿Lo que has podido? – ruge Tanatos – Se supone que eres omnipotente, ¿no? Así que no me vengas con que solo has podido hacer esa porquería de mundo horroroso, sucio, violento, cruel, injusto y doliente. Tu Creación debería ser tan perfecta como tú.
            Y Yahvéh baja la vista, avergonzado.
            -Tampoco mis hermanos mayores pudieron hacerlo… Ni Ahura Mazdá, ni Zeus, ni el Gran Manitú, ni Brahama, ni siquiera Tao, lo consiguieron…
            -Pero ellos no tenían tus pretensiones. Ninguno de ellos se proclamó Dios único e infinitamente sabio, poderoso y bueno… Además, tampoco lo intentaste en serio. Estuviste siete días cósmicos haciendo el Universo y después te tumbaste a descansar.
            -Es que fue un trabajo agotador y me ha invadido el cansancio…
            -¡Paparruchas! Empezaste hace trece mil setecientos millones de años humanos con la chapuza del Big Bang, que te salió falluto, y tuviste que sacarte de la manga la dichosa Inflación, para que no colapsara el espacio-tiempo. Y ahora tu obra se expande aceleradamente. ¡Es un mundo sin futuro, condenado a la desintegración final!
            -No tenía precedentes – se justifica Yahvéh -, era mi primer Universo.
            -Pero tenías las Matemáticas, hijo mío. Y las Matemáticas son eternas y exactas. Ellas sí que son divinas y no tú, que pretendes ser infinitamente sabio y no tienes idea. Una eternidad de tiempo antes de tu Creación, el número Pi ya hubiera definido la relación entre una circunferencia y su diámetro...  Después te inventaste la muerte…
            -Sí, porque si los seres vivos fueran inmortales, el mundo se habría saturado enseguida y no hubiera admitido la reproducción continua ni la consiguiente evolución. Jamás habríamos tenido seres inteligentes en cuyo cerebro albergarnos.
            -Vale, vale – interviene Fobia -. Pero ¿a quién se le ocurre dejar que un depredador malvado, como el humano, alcance la inteligencia? El conocimiento estaría mejor en la cabeza de seres bondadosos y pacíficos, como los conejos. ¿No te parece?
            -¿Y para qué necesita tener inteligencia un ser que solo ha de procurar comer hierba y salir corriendo cuando se acerca un carnívoro?- responde Yahvéh - En cambio, los cazadores tienen que ingeniárselas para capturar a sus presas. Por eso evolucionaron.
            -Pero con ello permitiste la crueldad, el temor y el delito – concluye Tanatos.
            -No pude hacer otra cosa. Las leyes de la Física y la Biología imponían ciertas condiciones a la evolución. El resultado es, ya lo sé, una Humanidad llena de gente perversa, atormentada y culpable. Pero, aún así, hice el mejor de los mundos posibles…
            -¿Ah, sí? Pues te ordeno que mandes a tu Hijo a convivir con esa gentuza, y que te cuente si ése es también el mejor de los mundos imaginables. ¡Que así sea!
            -Lo siento. Lo siento. Está claro que no soy omnipotente. De hecho, ni siquiera soy necesario… ¡Estoy tan cansado! ¡Me pesan tanto las dudas de los seres humanos…!

            Y Yahvéh se aleja con la cabeza gacha. Va en busca del Hijo que ha de redimirlo, enseñando al Hombre el camino de la Dignidad.      

                                                                                            Miguel Ángel Pérez Oca.

4 comentarios:

Tevar dijo...

Muy buena tu reflexión. Me ha gustado mucho el enfoque que le has dado a tu escrito.

Tevar dijo...

Me encanta tu texto

Vero dijo...

Me ha encantado

Anónimo dijo...

A mi, además de encantarme, me ha parecido pulcro y correcto. Solo un fanático se escandalizaría.

Eusebiet.