lunes, 14 de enero de 2013

IFNI EN EL CORAZÓN.





AVILE, la Asociación de Veteranos de Ifni del Levante Español, de la que soy Vicepresidente, ha organizado en el Museo Arqueológico de Elche, en colaboración con su Ayuntamiento, una exposición de fotografías y recuerdos aportados por los soldados que hicieron el Servicio Militar obligatorio en la antigua colonia, o provincia, de Ifni. Algunos de ellos, entre 1957 y 1958 sufrieron allí una guerra absurda, oculta e injustamente olvidada, que costó 200 vidas españolas. Al final, en 1969, el dictador Franco regaló lo que quedaba del territorio original a su compadre Hassan II, con lo que el sacrificio, la muerte o las penalidades de varios miles de "soldaditos" de reemplazo se revelaron como un despilfarro inútil y costoso, que solo sirvió para satisfacer los "caprichitos" megalómanos del general y los turbios intereses de algunos de sus acólitos corruptos.
Yo hice allí la mili en 1966-67 y os juro que no padezco ningún Síndrome de Estokolmo. Sé que fui llevado a la fuerza, humillado y maltratado, que pasé hambre y sed, que no disfruté de la mínima higiene exigible para todo ser humano (no me limpié los dientes en 17 meses y me lavé la cara y el cuerpo una media de una vez cada diez días, fregábamos los platos con arena y la poca agua que teníamos en la montaña era para beber) y que no contaba con el equipo militar necesario para defenderme en caso de ataque enemigo (no teníamos bayonetas porque "estaban arrestadas", vaya usted a saber por qué). Y todavía era un privilegiado, pues mientras mis compañeros tenían que trabajar con pico y pala, bajo un sol de justicia, abriendo carreteras que no llevaban a ninguna parte, yo me quedaba en una pequeña oficina del puesto de mando, como escribiente extraoficial (aunque ejercía de escribiente, no podía figurar como tal porque en mi ficha política figuraba que mi padre había sido capitán del "Ejército Rojo" en la Guerra Civil).
He de reconocer, sin embargo, que tuve la suerte de caer bajo la férula de algunos oficiales y suboficiales que eran buenas personas, dentro de lo que cabía. Otros muchos no tuvieron esa dicha y algunos acabaron más o menos mal, en un territorio donde el índice de suicidios y auto lesiones era bastante más alto que en el resto de las unidades militares de la época.
Hoy día, Ifni es una ciudad bastante maltratada por el gobierno de Marruecos, contra el que su población se ha levantado en varios disturbios que, en su última versión, provocaron la ocupación de la ciudad por un contingente de 5.000 policías para una población de 20.000 habitantes; uno por casa, más o menos. Los baamaraníes, etnia de Ait Ba Amarán, que así es como conocen ellos el territorio, nunca se han sentido demasiado identificados con el Estado Alahuita. Yo, que cuento con algunos amigos en la localidad, con los que mantengo correo informático desde que en 2007 volví allí en plan turista, me indigné a la vista del inhumano trato que las fuerzas estatales dieron a los ciudadanos ifneños en el último conflicto, hace tres años, y en vano escribí el Presidente Zapatero, a Leyre Pajín y al embajador de Marruecos, protestando. Nadie me contestó. Los pobres ifneños se encuentran todavía en peor situación que los saharauis, porque nadie se acuerda de ellos. Y hay alguno que aún se sabe las viejas canciones de Nino Bravo y los Brincos, mientras guarda como un tesoro una partida de nacimiento española que no le sirve para nada. Franco los entregó a Hassan en bandeja, privándoles de su presunta nacionalidad española mediante una triquiñuela legal vergonzosa: Si querían seguir siendo españoles tenían que ir a una comisaría marroquí y renunciar allí a su nueva nacionalidad. ¡Cualquiera se atrevía a entrar en un establecimiento policial a renegar de Marruecos!
Los baamaranís son gente buena, generosa y hospitalaria, y merecen mejor suerte; como mejor suerte merecíamos los civiles reclutados a la fuerza que fuimos llevados allí a mantener un pabellón que nos nos correspondía.
El jueves 17, a las 4,30 de la tarde, en el Museo Arqueológico de Elche, os espero para hablar de estas cosas en un encuentro organizado por AVILE. 
Conocer la Historia, sobre todo la que sistemáticamente nos ha sido ocultada, es un deber ciudadano para quien quiera que estas cosas no vuelvan a ocurrir.
Miguel Ángel Pérez Oca.

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