Cuando las palabras adquieren más importancia que la realidad que representan, lo que ocurre con demasiada frecuencia, las cosas no pueden ir bien. Cuando el dinero es más importante que la riqueza, las siglas más importantes que las personas, las banderas más importantes que los ciudadanos, cuando el sabio señala una estrella y los tontos le miran el dedo, las cosas se ponen feas y viene una crisis. Eso parece ser lo que nos pasa: La prima de riesgo es más importante que la educación y la sanidad, y las fluctuaciones de la Bolsa nos inquietan más que los desahucios de las familias cuyos miembros han perdido su trabajo...
Viene esto a cuento porque en la Tertulia de Adolfo nos propusimos escribir sobre LAS PALABRAS, y yo he presentado esta narración. La cosa ocurre en el siglo XVI durante la caída de Constantinopla en poder de los turcos, mientras los senadores bizantinos discutían sobre el sexo de los ángeles, pero es una situación extrapolable a nuestras circunstancias de hoy día. La Historia se repite, desgraciadamente.
BLA, BLA, BLA…
En
mayo de 1453, Su Alteza Imperial Constantino Mamarrachis, hijo menor del
Emperador y presidente del Senado de Constantinopla, interrumpió la animada
discusión de los senadores sobre el sexo de los ángeles, para decirles:
-Los
turcos nos han mandado un mensaje conminándonos a la rendición inmediata. Si no
lo hacemos, tomarán la ciudadela al asalto y la quemarán.
Los
sabios padres de la Patria cesaron de mala gana en sus acalorados discursos. Al
fin y al cabo, ¿qué importancia podía tener la caída de la ciudad, por muy Capital
del Imperio que fuese, al lado de una cuestión teológica tan fundamental como
la de considerar si en los cielos hay ángeles y ángelas?
-La
denominación de “turcos” para nuestros enemigos no me parece muy correcta – le
recriminó el Eminentísimo Fabio Karakulos, secretario del Senado y famoso
gramático -, puesto que esa palabra solo define su procedencia geográfica y no
sus características culturales. Yo diría que es más adecuado llamarlos
“otomanos”.
-Está
bien, Eminentísimo Fabio – respondió Mamarrachis con disgusto -, los llamaremos
otomanos, pero démonos prisa en tratar esta cuestión, puesto que, además de
exigirnos la rendición, nos proponen que les paguemos un rescate por nuestras
vidas.
-Rescate,
rescate… qué mal me suena esa palabra… - intervino el Ilustre Senador
Valentiniano Tontilokos, con aprensión -. ¿No sería mejor decirle al pueblo que
tenemos que entregar una cuantiosa cantidad de fondos públicos a cambio de severos
recortes en nuestra soberanía y servicios sociales? Es que rescate… No sé, me
temo que si lo anunciamos así, sin más, subirá la Prima de Riesgo y se hundirá
la Bolsa.
-Querrás
decir que ascenderá la inseguridad económica que habremos de asumir y,
consecuentemente, descenderán las cotizaciones del mercado de valores, ¿verdad?–puntualizó
el Muy Honorable Valerio Tikismikis, presidente del Banco de Bizancio.
-Creo
que utilizar términos sencillos, como “Prima de Riesgo” y “Bolsa”, resulta más comprensible
para todos nosotros – insistió el senador
Tontilokos.
-Precisamente
por eso. Para nosotros, sí; pero no conviene que el pueblo sepa demasiado de
política y economía, al menos mientras ignore si los ángeles tienen sexo, que
es una cuestión importantísima para la salvación de sus almas – insistió el
senador Tikismikis -Acordaos de lo que pasó cuando nos pusimos a discutir sobre
si la unión de dos gays es o no un matrimonio, y la gente tomó partido,
desautorizando a este Senado.
-No
se dice gay. Se dice homosexual.
-¡Eso
no es un matrimonio! Es una unión de hecho y un pecado nefando…
-Pues,
en cuanto al sexo de los ángeles…
De
nuevo se había armado el guirigay en el Senado de Constantinopla.
-¡Silencio!
– impuso el príncipe Mamarrachis – A ver si va a ocurrir como cuando discutimos
durante años sobre si nuestra lengua es griega o helena; y mientras vienen los
turcos… u otomanos, asaltan la fortaleza… o ciudadela y nos cortan el cuello… o decapitan sin darnos tiempo de pagar el
rescate… o entregar los fondos…
-¡Es
obvio que lo que hablamos es griego! – gritó un honorable senador.
-De
eso nada, es heleno.
-Hay
ángeles machos y hembras…
-¡Mentira!
Los ángeles no tienen sexo…
-Y
si lo tienen, la unión de dos ángeles ¿es un matrimonio? ¿Y si son gays?
-Pues
el rescate y la Prima de Riesgo…
Y llegaron los
turcos, u otomanos, y los decapitaron, o cortaron la cabeza; menos a
Mamarrachis al que, en atención a su rango, solo sodomizaron… o sea, que le
dieron… ¿por culo, por el ano, por el ojete, por saco, por jebe, por detrás…?
Bla, bla, bla,
bla, bla… Miguel Ángel Pérez Oca.
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