En la última reunión de la Tertulia de la Bodega de Adolfo nos pusimos como "deberes" escribir un relato sobre "un viaje de ida y vuelta". Yo estaba inspirado y escribí dos. A ver si os gustan:
BILLETE DE IDA Y VUELTA.
Estoy aquí, éste debe ser el lugar, pero no lo reconozco. Aquí debió estar amarrado el Stanbrook, pero este sitio ha cambiado tanto desde entonces… Yo recuerdo suciedad y hierros retorcidos de grúas y tinglados maltrechos; y miles de personas harapientas, aterradas, empujándose con desesperación, dándose codazos por llegar a la pasarela. Aquel puerto, ahora, es una zona de recreo donde las terrazas se desperezan al sol, frente a la antigua dársena abarrotada hoy de yates y veleros deportivos. Y la ciudad, a mi derecha, apenas me parece la misma. Arriba del todo, la Cara del Moro, y abajo, la Casa de Carbonell son los únicos hitos que identifico, aunque entonces me parecían más grandes y más grises. Alicante está muy cambiada, con todos esos rascacielos y esa fuente en lugar del viejo y mutilado monumento a los Mártires de la Libertad. Mi vista se posa en el paseo de las palmeras, que sigue siendo el mismo, aunque ahora lo llaman Explanada y tiene un bonito suelo teselado. Si mi padre hubiera sobrevivido al dictador, hoy estaría junto a mí, y se sentiría tan fuera de lugar como yo.
-No llores, Nicolás – me dijo mientras ascendíamos penosamente por la pasarela –, que llevamos billetes de ida y vuelta. Ahora nos vamos para que Franco no me fusile; pero volveremos para echar a los fascistas de nuestra tierra, ya lo verás.
Recuerdo al capitán Dickson dando la mano, uno a uno, a todos los refugiados, conforme subían abordo. Éramos casi tres mil y llenábamos la cubierta, las bodegas, la techumbre del puente de mando, la cofa, hasta el último rincón. Algunos se acurrucaban junto a la chimenea buscando un poco de calor bajo la llovizna. Y él, siempre amable y sonriente, con aquellos ojos azules que parecían reflejar el mar, y aquella sonrisa de hombre bueno, nos iba dando la bienvenida a su barquito cargado de miedos y esperanzas. Le dio la mano a mis padres, y a mi me acarició el cabello en un gesto que agradecí en silencio. En ese momento supe que ese hombre nos iba a salvar la vida.
Todavía el barco se deslizaba sigiloso hacia la bocana, en medio de la oscuridad más tenebrosa y el silencio solo roto por algún suspiro y por el llanto apagado de un niño, cuando dos bombas de aviación cayeron muy cerca de nosotros. No había sonado la sirena de alarma ni se oyeron los habituales cañonazos de los antiaéreos; solo los motores del avión asesino alejándose hacia Mallorca. Porque ya nadie estaba en su puesto, y hasta los aduaneros habían tirado al mar la gorra y la pistola y se habían subido al barco con nosotros, en demanda de un exilio doloroso pero salvador.
-No llores, Nicolás, que llevamos billetes de ida y vuelta.
Y pasaron los años, y Franco se quedó para siempre. Y nosotros nos fuimos a vivir a Burdeos y allí montamos nuestros negocios, y nos fue bien; pero a padre siempre se le salía la nostalgia y el desarraigo a los ojos cuando creía estar solo. Sobre todo al final de su vida, después de que se fuera madre.
-¿Se ha muerto ya ese canalla? – preguntaba en sus días terminales, que coincidieron casualmente con la aparatosa agonía del dictador.
-¿Se ha muerto ya? – fueron sus últimas palabras.
Y ahora yo he vuelto, más por él que por mí, y no reconozco el lugar. Estoy aquí y no tengo la sensación de haber regresado. Han pasado muchos años y nuestro billete de ida y vuelta ha debido caducar. Porque aquel Alicante del que me fui siendo un niño ya no es esta ciudad rica e impersonal que ahora me rodea; y mi casa está en Burdeos, mi esposa es francesa y franceses son mis hijos, y hasta yo mismo pienso en francés. El Alacant de 1939 es irrecuperable porque quizá él también se fue en el Stanbrook.
En fin, dentro de unos días cogeré el avión y me volveré a Francia, con mi mujer y mis hijos, con mis negocios, con mis amigos. Aquí no conozco a nadie y, afortunadamente, esta vez sí que he comprado de verdad billete de ida y vuelta.
Miguel Ángel Pérez Oca.
Y EL TÍO “FASIO” SE HIZO A LA MAR.
Mi bisabuelo Bonifacio Pérez, el tío “Fasio”, era uno de los capitanes de barco más célebres de Torrevieja, en la segunda mitad del siglo XIX. Patrón del Blas de Lezo, un airoso bergantín goleta de cuatro palos, llenaba sus bodegas de sal y se hacía a la mar una vez al año, para tornar al cabo de siete u ocho meses con un importante cargamento de azúcar cubano.
-Padre, la carga de su barco siempre es blanca. Se lleva usted sal para Cuba y nos trae azúcar – le observó una vez su hija Concha, que un día sería mi abuela.
-No siempre, Conchica, no siempre – le respondió, taciturno, el tío “Fasio”.
¿Sabéis lo que sospecho? Que los marinos de Torrevieja no llevaban el blanco producto de las salinas directamente a Cuba, para traer azúcar a cambio; pues para eso no hacía falta un interminable viaje de ocho meses - Colón fue de Canarias al Caribe en tan solo 36 días, con una nao mucho más lenta y torpe que los veleros mercantes de 1870 -. Además, en Cuba no hacía falta sal, de la que el Caribe es rico y sus salinas pródigas. Así que, ¿qué hacían el tío “Fasio” y sus hombres tantos meses en la mar?
Se dice que la sal, en el África negra, era entonces más valiosa que el oro, y que los mercaderes árabes venían desde el Magreb a capturar nativos de las selvas y cambiarlos por el tesoro blanco. Así que determinados barcos españoles, tras una larga travesía por la costa africana, se detenían en algún puerto remoto, donde tenía lugar el lamentable comercio, entonces todavía legal. Después, tomaban rumbo Noroeste y se dirigían a Cuba, para cambiar a su vez el cargamento negro por otro blanco de sus plantaciones de caña, cuyos dueños entregaban azúcar a cambio de recios esclavos mandingas. ¿Hacían eso los hombres del Blas de Lezo? No sabría deciros…
Me gustaría pensar que algunos de estos marinos sufrían escrúpulos de conciencia y trataban humanamente a los pobres negros encerrados en sus bodegas, dándoles bien de comer durante el mes que duraba la travesía; aunque dijeran que lo hacían porque un esclavo de aspecto saludable alcanzaba mejor precio. Y si se decidían a confesar su pecado a un cura o fraile de la Habana, podían recibir esta respuesta:
-¿Pecado? Hijo mío, de ninguna manera puede ser pecado sacar a esos desgraciados de la selva y rescatarlos de paganos e infieles, para traerlos a este país católico donde los ilustramos en la verdadera fe, los bautizamos y salvamos sus almas.
Visto así, ¿quién no se justificaba? Y el negocio seguía prosperando...
-¡Mirad! ¡Es el Blas de Lezo! – gritaron los niños, encaramados a la vieja torre vigía que le diera el nombre a Torrevieja. Por la forma de las velas, aún en el horizonte, ya conocían la identidad del barco. Pero esa vez, los hijos del tío “Fasio” iban de luto.
Y en cuanto mandó echar el ancla en la rada, alguien se apresuró a informarle de que su esposa Magdalena Sáez, mi bisabuela, hacía siete meses que había muerto de pulmonía; y que sus cinco hijos andaban repartidos por las casas de sus familiares.
El señor “Perín” Sáez era cuñado y socio capitalista del tío “Fasio”. Hombre rico, dueño de minas de ocre y accionista de las salinas, fue durante muchos años alcalde de Torrevieja. No había tenido hijos con su mujer Martina, y se habían quedado con Conchica, a la que adoptaron y dieron la mejor de las educaciones.
Pero el tío “Fasio” no podía hacerse de nuevo a la mar sin resolver el problema de sus otros cuatro hijos; así que buscó por todo el pueblo a la soltera madura más buena y fuerte, aunque fuese muy fea, y le propuso matrimonio, se casó con ella a toda prisa y se fue otra vez, con su bergantín goleta, a sus misteriosos y larguísimos viajes.
A la vuelta de Cuba, los marinos del Blas de Lezo traerían buenos dineros y canciones “habaneras”, como aquella que dice: “Ya viene el negro vendiendo flores…”
Eran otros tiempos, otra moral, otra forma de vida dura y extraña, de la que mi bisabuelo “Fasio” podría ser uno de tantos ejemplos.
Miguel Ángel Pérez Oca.
2 comentarios:
Alicante desaparecio un día 1 de abril. Estaba encarcelado. Lleno de italianos y de falangistas ansiosos de sangre. Tanto que el primer alcalde lo destituyeron por no matar a los que se amontonaban en el puerto. Alicante se desangro un 25 de mayo y empezó a morir. Murió en la plaza de toros, 150 cadaveres salieron de allí ¿donde estan?. Alicante fue fusilado tras el
Campo de los Almedros, donde comenzaba el breve riachuelo y las cañas que llevaban a La Britanica. Decenas fueron fusilados mirando al mar. ¿Donde estan?. Durante años se fusiló y fusiló. Y Alicante moria poco a poco. Alicante se fue por el mar. Y un día 19 de noviembre, en 1939 se fue al fondo del Atlantico. Se llevó a 20 heroes que habian salvado parte de Alicante. Un asesino llamada Klahus Cort disparó un torpedo desde el U57. Klahus es Nicolas en castellano. Archibald Dickson nacio en Gales. Si fuera por mi seria Hijo Predilecto de la Ciudad de Alicante. Pero Alicante se murió y los restos los compraron.
Interesante lo de la goleta, que todavía funciona
"El Blas de Lezo 1868 es una goleta de dos palos levantada a mediados del siglo pasado por el maestro calafate José Coll en los astilleros de la bahía de Palma de Mallorca. Es el más antiguo del mundo en activo y barco insignia de la navegación española, estando considerado como una joya del patrimonio histórico-marítimo español y navega con bandera de la comunidad murciana desde su compra por el armador murciano de nacimiento Antonio Lorente.
La tripulación se compondrá de patrón; contramaestre; mecánico; marinero de cubierta un segundo marinero. También habrá peregrinos profesionales de la comunicación: un cámara de Televisión y un periodista. Y, claro está, un cocinero."
Por otra parte, el negocio de esclavos alcanzo en españa su cumbre con el petrerense Juan de Miralles
http://www.google.es/url?sa=t&rct=j&q=miralles%20petrer%20washington&source=web&cd=1&ved=0CFkQFjAA&url=http%3A%2F%2Fbvpb.mcu.es%2Fes%2Fcatalogo_imagenes%2Fimagen.cmd%3Fpath%3D4353%26posicion%3D3&ei=EgioT9eaNsjRhAeNxdyjAg&usg=AFQjCNGqNhitEt5LeB_6HaVBcBiT9WY0UA&cad=rja
Publicar un comentario