Vale, ya estamos en 2010 y es hora de hacer balance de todo lo ocurrido en el pasado año. Un año no es una unidad de acontecimientos que se pueda aislar de los demás años para determinar lo ocurrido en él, así que resulta difícil hacer el retrato del infausto 2009 sin incurrir en parcialidades y tópicos inevitables. En 2009 nueve murieron personas muy valiosas en su ámbito, como Michael Jakson, Luis Aguilé, Solé Turá, Sabino Fernández Campos o José Luis López Vázquez. Y accedieron a la Historia otros, como Barak Obama o el señor Rompui, ese presidente de Europa que tendrá que compartir su cargo con el de turno, nuestro Zapatero, en una extraña y compleja organización política europea, en la que parece que, para no herir susceptibilidades nacionalistas, hay que cogérsela con papel de fumar y no tomar decisiones importantes. Está apañada Europa con tanto tiquismiquis. También han ocurrido cosas, o mejor dicho han seguido ocurriendo, ya que, como he dicho, un año no es un compartimento estanco, sino un corte artificial del eterno devenir del tiempo histórico. La crisis sigue angustiando a los que las pagan tradicionalmente, mientras sirve a los que las provocan para seguir forrándose. Los enloquecidos fanáticos religiosos continúan inmolándose para alcanzar el paraiso a base de matar gente "infiel". Los nacionalistas siguen mirándose el ombligo y luchando, incluso violentamente, por satisfacer sus caprichitos localistas. En Palestina, sobre todo en la Franja de Gaza, el pueblo elegido sigue castigando a los "intrusos" palestinos, que solo están en los mal llamados "Santos Lugares" desde hace unos 2000 años, seguramente más tiempo del que estuvo allí el pueblo hebreo. En Irán, la gente progresista está hasta las narices de los beatos locales, que no los dejan respirar, y se manifiestan y son apaleados, cuando no asesinados, por la santísima y devota policía. Y aquí, los jerarcas religiosos siguen armándola por discutibles cuestiones de moral católica que pretenden imponer a un pueblo que ya no les hace ni puto caso. Vaya panorama, mientras el Tierra se calienta y los osos polares se van extinguiendo ahogados en busca de témpanos donde poder cazar sus focas de toda la vida. Pero los témpanos están cada vez más lejos y los monos desnudos mal llamados "homo sapiens" siguen envenenando el medio y llenándolo de basura, que han convertido el planeta en un inmenso vertedero. El "hombre sabio, sabio" es incapaz de renunciar a los beneficios de sus empresas para salvar su propia casa, igualito, igualito que un tumor maligno que acaba matando al organismo que lo alimenta. Y es que en este planeta no hay vida inteligente, por mucho que se empeñen los astrofísicos y exobiólogos.
Es imposible aislar un año de sus vecinos. No se puede hacer, porque todo lo que ha ocurrido este triste 2009 no es más que una sucesión de síntomas que vienen repitiéndose desde hace ya mucho tiempo, y que en el presente 2010 volverán a repetirse si Dios, o lo que sea, no lo remedia.
La emergencia de Obama y de otros líderes sudamericanos, la permanencia del conflicto con los musulmanes más radicales, la crisis económica, bancaria y ladrillera, el fracaso de las conferencias internacionales contra el Calentamiento Global, no son más que la punta de un iceberg en cuyo oculto núcleo se esconde una enorme y catastrófica conmoción histórica que se avecina. Es la crisis del Capitalismo, un sistema intrínsecamente maligno que se basa en el enriquecimiento de unos sobre otros y cuya diabólica esencia insolidaria lo dota de un dinamismo imparable que lo convierte en el sistema más eficiente para la clase dominante, a la vez que esquilma el planeta y condena a la miseria a los explotados del tercer mundo y a los marginales de éste.
Pero, no nos engañemos, la crisis no es económica, ni nacionalista, ni racial, ni religiosa, ni ecológica. Es una crisis ética.
Hasta que los economistas no aprendan a anteponer el principio ético de igualdad entre todos los seres humanos a los beneficios de las empresas, hasta que los sacerdotes de cualquier religión no aprendan a considerar que su Dios particular no puede de ningún modo justificar los abusos, las "guerras santas" y la discriminación entre creyentes y no creyentes, mientras los políticos no se decidan a defender los derechos de todos los seres humanos en el mismo plano de igualdad, sin ninguna salvaguarda ni privilegio nacionalista, mientras los seres humanos, todos, no aprendamos a poner la ética por encima de cualquier otra consideración, el mundo estará en peligro. Es la ética de la igualdad entre hombres y mujeres, entre razas, entre culturas, entre profesiones, entre creencias, la única norma que puede salvar a nuestra enloquecida especie de una terrible extinción suicida. Vamos a morir de éxito gracias al capitalismo, cuyos objetivos son incompatibles con la ética de la igualdad entre todos los seres humanos; y el que no quiera verlo es imbécil.
Que no nos pase ná.
Miguel Ángel Pérez Oca.
1 comentario:
No se puede decir más claro.
Aunque le harán el mismo caso.
Un abrazo.
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